27

8.3K 795 51
                                    

Lorcan

Cuando sonó el despertador del móvil tuve que parpadear un par de veces para entender por qué tenía una cabeza rubia sobre mi hombro. Y cuando recordé que Gabrielle se había quedado en mi casa a dormir, no pude evitar una sonrisa.

—Vamos a llegar tarde, Gabbs. —La desperté repartiendo besos por su pelo, porque era el único lugar dónde llegaba.

—No quiero ir —gimoteó un poco, más dormida que despierta.

Me moví, para quedar sobre ella y poder besar su cuello y sus labios suaves por el sueño. Ella se quejó un poco, pero alzó la cabeza para llegar a mis labios.

—Tienes que ir a trabajar, Gabbs, porque tienes un jefe muy gris y milimetrado que quiere su café a las nueve y su polvo a las diez —bromeé, a medias.

Eso hizo que abriera mucho los ojos y el color llenó sus mejillas. Yo repartí más besos por su piel, quería comérmela entera. De hecho, no pude evitar darle un mordisquito en la mandíbula, que la hizo reír.

—También podemos pasar del curro y tener ese sexo ahora... —sugirió, pegando su cuerpo desnudo a mí, tentadora.

Yo me lo planteé ligeramente, porque sonaba muy apetecible. De hecho, llevé mi mano hasta su cintura para acariciar su piel suave.

—Tengo una reunión importante —me lamenté.

—Pues yo voy a dormir quince minutos más. —Se giró para darme la espalda, con una sonrisilla perezosa—. Si repito la ropa de ayer, puedo dormir en lugar de pasar por casa...

—Coge algo de Jade mejor que llevar la ropa rota de ayer —sugerí divertido—. Y esta tarde podemos pasar por tu casa y coger algo tuyo, para dejar aquí.

Gabrielle se sentó bruscamente en la cama y me miró con los ojos muy abiertos. Supuse que había interpretado mi invitación a llevar sus cosas allí como una invitación a vivir juntos. Era una locura, apenas nos conocíamos, pero había pasado tanto tiempo refrenándome a mí mismo, que no quise seguir haciéndolo.

—¿Seguro? —preguntó confusa.

—Al menos he conseguido que te despiertes —bromeé, tirando de su mano para que se tumbase sobre mi pecho de nuevo—. ¿Es una locura?

—Sí, y me encanta que lo propongas tú, para variar.

Agité un poco la cabeza, pero invadí su boca con la mía mientras sujetaba su culo para mantenerla sobre mi cuerpo.

—¿Eso es que no? —dudé.

—Estoy harta de no poder sentarme en mi sofá porque hay dos tíos enormes enrollándose en él —se rio—. Me gustaría poder quedarme aquí, contigo y, sobre todo, con Gris —bromeó finalmente.

—Le quitas el romanticismo a todo —me quejé, moviéndome para poder levantarme.

—¿Dónde vas? —se quejó.

—A sacar a ese perro que tanto quieres. ¿Por qué no te duchas mientras y me preparas el desayuno?

Ella se rio un poco de nuevo, pero se levantó de la cama, completamente desnuda. Tuve que replantearme todos mis planes para el día. ¿Tan importante era esa reunión? Sí, lo era.

—Solo quieres una secretaria en casa, ¿verdad? —se quejó bromista, abriendo la puerta del baño de la habitación.

Sujeté su brazo y la hice girar hacia mí. Incliné mi cabeza sobre la de ella, que me miró ligeramente ansiosa, antes de cerrar los ojos, esperando mi beso.

—Si fuera por eso, no habría elegido a la secretaria más pésima de la oficina —la piqué, antes de soltarla—. Vamos, como lleguemos tarde por tu culpa voy a tener que echarte la bronca... —bromeé, antes de darle un beso en el pelo y un azote en el culo, luego dejé que entrase al baño.

Cuando robes un zapato - *COMPLETA* ☑️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora