Gabrielle
—Tu currículo es impresionante, la verdad —me dijo Remy, relamiéndose.
Ya podía ser impresionante. El sábado después de la cena, Jade había sacado el tema de los rumores esparcidos por la revista. Y me pareció que Lorcan confesaba a duras penas nuestro plan. Ella se mostró entusiasmada y quiso formar parte de todo, así que el domingo por la tarde lo pasamos juntos en el piso de Lorcan los tres. Prepararon el currículo perfecto y un atuendo, según Jade, que quitase el hipo. Además de decirme qué preguntas me harían y cómo responder.
—Muchas gracias.
—Me pareces la persona ideal para el puesto, pero en Millerfort Enterprise buscamos más que alguien preparado, nos gusta la gente comprometida con el trabajo.
—Lo estoy —prometí—. Me gusta el trabajo duro y no tengo problemas con dar horas extras.
—Perfecto, perfecto.
El señor Remy era algo mayor, elegantemente vestido, pero con una barriga que sobresalía de forma más que evidente. Y, cuando se pasó la lengua por los labios, me dio un poco de asco. Además, no había dejado de desviar la vista hacia mis pechos, dónde una cámara enana le vigilaba, enganchada en mi escote como un pequeño alfiler.
—¿Te importa que te haga algunas preguntas de un ámbito más personal?
—No, claro. —Le dirigí una sonrisa que intenté que fuese sexi y él se puso recto en la silla.
—¿Estás casada, señorita Leblanc?
—No, estoy muy centrada en mi carrera...
—Oh, ¿entonces no deseas tener hijos por el momento? Es importante para determinar tu grado de compromiso con la empresa.
—No entran en mis planes. —Le di la razón, asqueada.
—¿Eres de mente abierta?
—Sí, claro.
Él se levantó de su silla y rodeó el escritorio con mucha calma, para apoyarse delante de mí. Yo no me moví, pese a que supe que trataba de imponerme con su postura.
—Tenemos cientos de candidatas para el puesto, señorita Leblanc. ¿Por qué debería contratarte a ti y no a ellas? ¿Qué... ganaría yo?
—¿Perdone? —pregunté, fingiéndome confusa, aunque por desgracia no se me pasó por alto el bulto de sus pantalones, demasiado cerca de mí.
—Verás, si tú fueras amable conmigo, Gabrielle, ten claro que estaría más que dispuesto a ofrecerte un puesto de diseñadora muy por encima de tus cualificaciones...
Tuve que controlarme mucho para no fingir vomitarle en los zapatos. O para no hacerlo de verdad. Al final, me puse de pie y me acerqué un paso a él, para asegurarme de que el micro le grababa bien y que él malinterpretaba mis intenciones.
—¿Me estás diciendo, Remy —apoyé un dedo en su pecho—, que, si me acuesto contigo, me darás el trabajo de mis sueños?
—Sí, preciosa, eso digo.
La puerta se abrió tan de golpe que salté hacia atrás como si de verdad estuviera haciendo algo malo. Lorcan entró con la furia pintada en la cara. Sabía que estaba deseando despedirle desde que había leído el artículo en la revista. Yo me acerqué a él y le devolví la cámara.
—Vete a casa, Gabrielle, nos veremos mañana a las ocho. Buen trabajo.
—Gracias, señor Millerfort. —No pude contener una sonrisa, pero evité lanzarme a sus brazos como deseaba hacer y salí de allí.
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Cuando robes un zapato - *COMPLETA* ☑️
RomanceGabrielle Leblanc trabaja como limpiadora en las oficinas de una multinacional de moda. Una noche, siente la tentación de probarse unos zapatos de tacón rojos, no podía imaginarse que acabaría robándolos, ni que sería descubierta haciéndolo. Y mucho...