Gabrielle
—No quiero salir de fiesta —me quejé, aunque supuse que había perdido mucha fuerza porque ya estábamos entrando en nuestro sitio favorito.
Era un sitio bonito, con largos sillones y mesas bajas, para tomar una copa con música tranquila. O incluso para cenar. Gus había aparecido a la salida de la fábrica dónde estaba trabajando aquella semana (la siguiente volvería a la empresa de los Millerfort, aunque me moría de vergüenza solo de pensar en tener que ver a Lorcan).
Mi mejor amigo me había abierto la puerta trasera de su coche. Muy viejo, pero funcional. Y yo me había encontrado delante de unos vaqueros, una camiseta de tirantes y una chaqueta de cuero. Así que me cambié la ropa de la limpieza por aquello y pasé de vuelta al asiento delantero, recogiendo mi bolso para repasarme un poco el maquillaje.
Con mi aburrido y lacio pelo rubio no pude hacer nada, pero tampoco lo intenté. Nos conocíamos de sobra, sabía que no luciría como de catálogo salvo que Gus le dedicase un par de horas, así que no lo intenté.
Y luego me dejé arrastrar hasta nuestra mesa en un rincón, aunque quejándome, para sentirme un poco más obligada. En realidad, íbamos allí prácticamente todos los viernes, sin embargo, el encuentro con Lorcan Millerfort aquella mañana aún me avergonzaba y, además, estaba de los nervios por la exposición del día siguiente.
—Sé que no quieres salir, por eso vamos a quedarnos aquí dentro —se burló Gus de mí.
—No eres gracioso —aseguré, pero no pude contener una sonrisa mientras él pedía dos hamburguesas y cervezas—. Encima, con la mala suerte que tengo, seguro que me toca invitar.
—Te toca, pero voy a dejar que corra el turno y pago yo.
Louise y Cami aparecieron poco después, cuando habíamos empezado a comernos la hamburguesa sin esperar al resto del grupo y ellas se quejaron un buen rato por ello. Yo no paré de comer más que para saludarlas un poco. Estaba realmente cansada. Limpiar la oficina Millerfort era fácil, pero ahora tenía que limpiar dos fábricas y me resultaba agotador. Para empezar, porque desde dónde me dejaba el autobús tenía que caminar veinte minutos para llegar y luego, porque el sitio era inmenso y había que limpiar a mano, sin máquinas.
Y ni siquiera estaba segura de si quería volver a las oficinas y la vergüenza de tener que tratar con Lorcan. Las dos veces que le había visto desde el robo del zapato (tres en verdad, pero por suerte él no me había visto en el piso de Gus), había hecho el ridículo miserablemente. ¿Cómo no había reconocido al dueño? Conocía a su padre, Bill Millerfort, había hablado con él alguna vez, pero hacía años que no pisaba la oficina. Era de esperar que hubiera un nuevo jefe, pero no creía que fuese el tipo que llegaba el primero y se iba el último, ¿no? Lo mejor de ser jefe debería ser que podías marcar tu propio horario...
—¡¿Gabs?! —me llamó Cami—. ¿Qué te pasa? Pareces estar soñando despierta.
Crucé una mirada con Gus, que me pareció que sabía exactamente en lo que estaba pensando, así que el calor me subió a las mejillas. Aun así, mantuve la compostura, sonreí y le di un trago a mi copa. En algún momento se habían llevado los restos de las hamburguesas y los habían sustituido por cócteles.
—Estoy cansada —me excusé finalmente, porque parecían esperar que lo hiciese.
Y cuando se olvidaron de mí y empezaron a hablar de ropa, volví a perderme en mis pensamientos. Esta vez, mi mente voló solita a los nervios que apretaban mi estómago por la exposición del día siguiente. Sin embargo, no tuve un momento para regodearme en mis temores, antes de que alguien dejase caer una revista con fuerza delante de mí, sobresaltándonos a los cuatro.
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Cuando robes un zapato - *COMPLETA* ☑️
RomanceGabrielle Leblanc trabaja como limpiadora en las oficinas de una multinacional de moda. Una noche, siente la tentación de probarse unos zapatos de tacón rojos, no podía imaginarse que acabaría robándolos, ni que sería descubierta haciéndolo. Y mucho...