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Dos semanas después

Gabrielle

—Pues no lo entiendo —aseguró Gus, con mala cara.

Yo no respondí, me limité a recostarme en el sofá y ponerme un par de rodajas de pepinillos en los ojos. Era nuestra noche de belleza semanal y habíamos unido a Jaq al ritual. Él parecía divertido por todo aquello, y se había dejado llenar la cara de una mascarilla que apestaba, para reposar con los pepinillos en los ojos.

Auhmmmm —repliqué, en plan meditación, para que viese lo mucho que me aburría repetirle lo mismo una y otra vez.

—Es que, en tu lugar, yo le estaría colgando de los huevos —insistió.

Jaq que estaba a mi lado, tragó saliva con una dificultad ruidosa. Supuse que preocupado por sus zonas privadas. Yo respiré con calma, intentando no entrar en la discusión con Gus, pero al final cedí.

—Solo quiero darle tiempo —respondí—. Nada más.

—Ya, yo tengo unos alicates arranca huevos de la leche.

—No sufras, Jaq, es mentira —le tranquilicé con una risa.

Mi amigo siguió despotricando contra Lorcan, pero yo me esforcé por no oírle. Ya podía metérseme un poco de mascarilla en los oídos y dejarme sorda, no sé. De vez en cuando la vida podía darme un premio por ser tan buena.

—Pues tú dale tiempo, que con la fama que tienen los Millerfort, vuelve con cinco chiquillos —se burló entonces mi amigo, y aquello dolió muy adentro.

Me senté, quitándome los pepinos de los ojos y tirándolos sobre la mesa de mala leche. Antes de girarme hacia mi amigo, que paseaba por el piso con su propia mascarilla verde.

—¿Hemos perdido la buena costumbre de apoyarnos incondicionalmente sin regañarnos? —pregunté cabreada.

—Lo siento, llevas razón, deja que Lorcan salga con la ricachona ya encontrarás algo mejor.

Resoplé de nuevo, pero no dije nada mientras Gus se sentaba a mi lado y me rodeaba con un brazo consolador. ¡Tenía cara! Tratando de consolarme después de haberme desconsolado él... Sin embargo, no me quejé y me dejé abrazar.

—Si quieres mi opinión —empezó Jaq, y supe que me la iba a dar igual—. Lorcan no es como su padre, solo está confundido.

Gus resopló por mí, yo cogí otro par de pepinos frescos y me los coloqué en los ojos de nuevo. Menudo estrés de noche de relajación y todo, porque había visto unos días antes a Lorcan besándose con una chica.

Yo le había dado tiempo, tras la feria le dejé en su coche, nos despedimos con un casto beso en la mejilla y no le insistí en el tema de la noria y el beso que había hecho tambalearse al mundo, o frenarse en seco, aún no estaba segura. Y después de eso, nos habíamos cruzado un par de veces en la oficina, pero no habíamos hablado apenas, solo algún saludo y poco más.

Y, un par de días antes, cansada de tanto silencio por su parte, porque yo consideraba que él debía dar el primer paso, fui a verle para comer. La puerta de su despacho estaba abierta y su secretaria no estaba, así que entré sin más, para darle una sorpresa. Y esta me la llevé yo, al verle besarse con una mujer. No me importaba quién era, la verdad, en el momento, me partió el corazón y me pasé toda la noche llorando.

Luego decidí que él debía haber sentido el frenazo que había dado el mundo al besarnos. De alguna manera, tenía que haber notado la electricidad y la química entre nosotros. Y seguro que estaba confundido, debía ser eso.

Cuando robes un zapato - *COMPLETA* ☑️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora