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Lorcan

—¿Dónde van? —pregunté a Will, cuando Aysha se llevó a Gabrielle de mi lado.

Mi hermano se limitó a soltar una carcajada muy poco empática que me hizo resoplar. Me di la vuelta entonces, para seguirlas, aunque eso fuera a desatar más risas del idiota de William. Que, por cierto, me sujetó de los hombros antes de que llegase a la puerta.

—Por tu bien, Lorcan, déjame darte un consejo: no caigas en las provocaciones de esta familia.

Resoplé de nuevo, porque sabía que se estaba vengando porque yo le había hecho algo parecido con Aysha tiempo atrás. Así que me dejé guiar por él al exterior de la casa. Aunque miré con disimulo alrededor en busca de Gabrielle.

—Pues a ti parece encantarte provocar a Aysha. ¿Pretendes cambiar las vallas?

—¿Qué dices? ¿Crees que estoy loco? —se rio de nuevo.

Menudo idiota más feliz.

—¿Entonces? ¿Por qué la molestas?

—Porque mientras me grita no se acuerda de lo que pasó y, además, es divertido. Si tengo que explicarte eso, Lorcan... —se burló de mí—. Jade dice que la chica es tu secretaria ahora.

—Así es.

Me negué a dar más detalles y mi hermano me soltó los hombros cuando llegamos al pequeño jardín que volvía a estar precioso. Gracias a Aysha, supuse. La madre de Will había tenido una relación muy íntima con el jardinero, que era como un padre para nosotros. Así que cuando éramos niños aquel lugar era precioso. Ahora estaba igual de bonito que antes, aunque durante años había estado fatal, dominado por la mala hierba.

Me agaché junto a un parterre lleno de rosas que crecían contra el muro de la torre oeste. Aspiré el aroma y no pude evitar pensar en mi madre adoptiva. Siempre olía a rosas. Una vez le había preguntado por qué olía así y me dijo que dormía entre pétalos. De niño me lo creí, ahora suponía que usaba un perfume.

—Le hubiera gustado Aysha —le dije a Will y no tuve que aclarar para que los supiéramos que me refería a nuestra madre.

—Lo sé. ¿Y tu chica?

—Quizá —murmuré vagamente.

Si Gabrielle era lo que aparentaba ser, sin duda le habría encantado. No es que ella fuera una persona muy recta, más bien al contrario. Así que la locura de Gabrielle le habría gustado, seguro. Sin embargo, aún no tenía claro si yo conocía bien a la chica.

—¿Qué te preocupa, hermano? —me preguntó William.

Me puse de pie de nuevo y me giré hacia él. Aunque empezamos a andar hacia la parte trasera de la casa, mientras trataba de buscar la forma de exponer lo que sentía.

—Me pregunto si me estoy comportando como un idiota —expresé finalmente. Y William me dejó seguir hablando, sin interrumpirme—. Cada vez me gusta más. Pero ella... A veces no sé si conserva las distancias a propósito. Como si me enseñase un caramelito, pero me lo quitase antes de que pudiera tocarlo.

—¿Crees que te está manipulando?

—¡No lo sé! —Me frustré un poco, mientras pasábamos por un lado de los establos nuevos que habían edificado en la parte de atrás y nos adentrábamos en el pequeño bosque que componía la parte trasera de la casa—. Ese es el problema. No lo sé.

—¿Y qué te hace dudar entonces?

—La he metido en la empresa, Will. Antes limpiaba para una agencia externa, pero la he metido de secretaria sin título ni nada.

Cuando robes un zapato - *COMPLETA* ☑️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora