Lorcan
—Te digo que te has equivocado, esa no es su dirección. Así que encuéntrala, que para algo te pago.
No me sentía orgulloso de haber contratado a un detective privado para encontrar a la chica, pero es que la agencia de limpieza solo había querido darme su nombre y no su dirección. Y cuando les dije que me había robado algo, me había sugerido que en ese caso la denunciase. Así que, un detective privado me pareció la mejor opción. Pero habían pasado tres días desde que fui a su supuesta casa y ese detective, que no era precisamente barato, no conseguía dar con otra dirección.
—Te digo que es su maldita dirección, Millerfort —me gruñó él.
Estaba a punto de mandarle a la mierda o más lejos, cuando la vi. Y apenas pude creérmelo. ¡La muy descarada estaba intentando entrar en mi despacho!
—Déjalo, ya la he encontrado yo —repliqué en el mismo tono que él, antes de colgar.
Acorté la distancia hasta ella, con tres zancadas grandes y furiosas. ¿Quién se creía que era para robarme un zapato y luego tratar de colarse en mi despacho? No había llamado a la policía por... no estaba seguro de por qué, por idiota, quizá. Pero aquello fue la gota que colmó el vaso.
—¿Te ayudo? —pregunté, cruzándome de brazos.
Ella se giró hacia mí horrorizada y me tendió el zapato rojo, como si fuera una ofrenda de paz. ¿Acaso no sabía hablar?
—Lo siento —me dijo, y me planteé que fuera las únicas palabras que conocía.
No hice intento de coger el zapato. Quería algo más que un «lo siento». Quizá una explicación. Acabé pasando de largo y entré en el despacho. Ella se quedó en la puerta, pero se giró hacia mí con el zapato aún extendido.
—¿Puedes decirme por qué no debo denunciarte por robo e intento de allanamiento?
—¡Trataba de devolverte tu estúpido zapato! —me gritó ella, pero sus mejillas adquirieron el mismo tono rojo que este—. No se suponía que nadie tenía que llegar a trabajar tan temprano.
—Oh, pues siento haber arruinado tus planes de allanar mi despacho para devolverme algo que me has robado, por ser un trabajador responsable.
Di la vuelta a mi mesa mientras hablaba y me senté tras el escritorio. Recuperado mi zapato la chica del vestido desteñido tenía nulo interés para mí, la verdad. Aunque ella entró resoplando y dejó el tacón con cierta fuerza sobre mi portátil.
—De nada, capullo —resopló de nuevo, burlona—. Y ser obsesivo y pelota, no es lo mismo que un trabajador responsable. Deberías relajarte un poco y tomarte una copa. No vas a heredar la empresa, de todas formas.
Alcé ambas cejas y le dirigí mi mirada más fría. Según Aysha, la novia de mi hermano Will, a veces parecía muy borde. Me pareció un buen momento para que fuera una de esas veces.
—Es posible que la herede, después de todo, mi padre es el dueño —repliqué finalmente.
—Oh, Dios mío.
Se tapó la boca con ambas manos antes de abrir mucho los ojos, como si acabara de entender a quién había insultado, y salió corriendo de nuevo.
No pude evitar reírme un poco, cuando me quedé solo en mi despacho. Luego metí el zapato en un cajón, donde tenía el otro que se había intentado llevar y abrí mi portátil para trabajar. Ni siquiera estaba seguro de por qué no lo había dejado en su sitio, pero no iba a analizarlo en ese momento, tenía muchas cuentas que echar. Después de todo, iba a heredar una empresa...
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Cuando robes un zapato - *COMPLETA* ☑️
RomanceGabrielle Leblanc trabaja como limpiadora en las oficinas de una multinacional de moda. Una noche, siente la tentación de probarse unos zapatos de tacón rojos, no podía imaginarse que acabaría robándolos, ni que sería descubierta haciéndolo. Y mucho...