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Lorcan

Tecleé sin enterarme del todo de lo que estaba escribiendo. Tuve que releerlo varias veces para cambiar la mitad de lo que había escrito. Y, cada vez que conseguía añadir una simple frase, mi vista se iba hacia el cuadro que había sustituido a mi Rothko. Alguien, presumiblemente Jaq, se había dado mucha prisa en colgar el cuadro de Gabrielle allí. Y me distraía más de lo que iba a reconocerlo.

Borré la última frase que había añadido y empecé de nuevo. Solo faltaban tres días para la fiesta de presentación de las modelos y estaba tratando de escribir un comunicado para la prensa sobre lo que pretendíamos que fuese la nueva colección. En teoría, aquello era trabajo de Jaq, pero cuando era para algo tan importante, como el devenir de la empresa en la siguiente temporada, prefería hacerlo personalmente. Por supuesto él lo revisaba después.

Sin embargo, quedaban solo tres días y no tenía nada decente. La colección que presentaríamos era la de verano, aunque aún estábamos en enero, la de primavera ya la habíamos presentado en otoño. Pero no se me ocurría nada bueno para promocionarnos. Y, para colmo de males, no podía apartar la vista de aquel cuadro. Jaq se había esforzado mucho para colgarlo de forma que desde mi silla pudiera ver la tormenta perfectamente.

Era como si mi amigo, pretendiera torturarme... Quizá debía preguntarle si le había hecho algo malo.

Un golpeteo casi tímido en mi puerta me hizo parar de teclear. Bueno, de no teclear, porque llevaba un rato largo sin avanzar. Así que agradecí la interrupción. Le di paso y, mientras se abría, se me ocurrió que sería Tessa para salir a comer. Habíamos quedado ese día.

Pero me quedé completamente en blanco al ver a Gabrielle Leblanc asomarse con una sonrisa tímida. Se enganchó un mechón rubio tras la oreja y entró un poco en el despacho.

—Jaq me ha dicho que querías que viese mi cuadro —me dijo, tras saludarme con cierta timidez.

Definitivamente Jaq debía estar muy cabreado conmigo. Yo solo pude señalarle su cuadro con un gesto de la barbilla, y con la boca algo seca. ¿La había hecho venir solo para eso? No llevaba uniforme de limpiadora, por lo que no debía estar trabajando. De hecho, llevaba unos vaqueros llenos de rotos, unos tacones enormes y una chaqueta de cuero. Se giró hacia el cuadro, agitando su pelo rubio de nuevo, que brilló con el sol que entraba por dos de mis paredes acristaladas.

—¿Esos zapatos no son nuestros? —pregunté, frunciendo el ceño.

Si ella no tuviera ya un historial de robarnos zapatos ni lo habría pensado, que conste.

—Sí, Jaq me tiene andando con ellos para acostumbrarme para la fiesta, dice. Creo que me odia.

—Ah, te ha hecho venir para probarte la ropa para la fiesta —até cabos—. A mí también me odia, así que no te sientas mal.

Me cuadró todo entonces, aquella mañana había visto a las modelos por allí, pero la verdad que no le había prestado mucha atención. Aquello no era raro, de todas formas. Jaq debía estarles eligiendo ropa para la fiesta de presentación, haciendo pruebas y ajustes en los vestidos.

—¿Te gusta? —preguntó, señalando a su cuadro, tras girarse de nuevo hacia mí.

—Me distrae —rumié, clavando la mirada en el documento.

—Pues qué fácil se distrae, señor Millerfort —se burló ligeramente.

Resoplé, pero no respondí. Mi móvil empezó a vibrar contra la mesa y atiné a ver el nombre de mi padre, antes de tirarlo dentro de un cajón.

—¿Querías algo más, señorita Leblanc?

—No, es que me aburro. ¿No hay algo que pueda hacer mientras me acostumbro a los tacones? Creo que Jaq quería librarse de mí y por eso me ha mandado aquí.

Cuando robes un zapato - *COMPLETA* ☑️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora