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Jueves 12 de junio, 00:23 de la noche.

En una casa en Cleveland, Ohio

Narrador:

Ese día iba a ser un gran día. Jenna lo sabía bien. Su madre estaba durmiendo lo más probable, y ella estaba ocupada en su notebook, acostada con su pijama azul y gris claro, mirando los tiernos mensajes que sus compañeros y amigos de la escuela le enviaban. Eran 17 años de vida... Nada mal, verdad?

Era tarde, pero sus suaves ojos cielo no le pesaban. No tenía sueño, aunque lo único que sabía que la cansaría tarde o temprano sería la luz del monitor. Los días jueves salía a las 16:30 de clases, y luego llegaría a su casa para gozar de la fiesta "sorpresa" que su madre, sus abuelos maternos, sus primos y sus hermanas le prepararían.

Podría ver sus mensajes al día siguiente, podría recibir saludos en persona en la escuela, estaba conciente de eso, de hecho, el hecho de estar metida en su notebook era para distraerse, para no dormirse, ya que estaba esperando a alguien. Ese alguien siempre era el primero en saludarla en persona, ya que su madre y sus hermanas se dormían a las 10 u 11 de la noche, y preferían saludarla en la mañana del día siguiente con un desayuno en la cama.

La rubia se puso de pie y se asomó en la ventana. El cielo nocturno estaba totalmente despejado, tal como lo son todas las noches de verano. Suspiró. Aún recordaba cuando era más pequeña, cuando recién estaba empezando sexto grado y sus dos padres la iban a dejar al su antiguo colegio en Columbus... Esos tiempos en los que no se tenía que quedar esperando hasta tarde todos los 12 de junio.

—Ya terminé el año... El viernes es el último día de clases... —dijo con una risita melancólica, pensando en lo rápido que pasaba el tiempo, como la arena que se escurría entre sus dedos, esas tardes de playa en julio. El próximo año era su último año escolar, y el sub siguiente iría la universidad.

Abrió la ventana y una brisa entró a la habitación. Asomó la cabeza con la esperanza de ver luces de autos en la calle de en frente. Nada. Se estiró más, casi sacando la mitad de su cuerpo fuera de la ventana, sosteniéndose firmemente con sus manos y aferrandose a la esquina de su escritorio con su pie. Nada aún. Cerró sus ojos respirando profundo, dejando que la agradable brisa hiciera bailar su cabello, para luego volver a entrar a su habitación. Dio un saltó del susto al ver una silueta de un hombre adulto en la puerta.

—Que haces pequeña? Ya me estabas echando de menos? —dijo, y Jenna, con ojos humedecidos, se lanzó a los brazos del hombre.

—Gracias por venir pa —dijo enterrando su rostro en el cuello de su padre.

—Feliz cumpleaños amorcito... —Dijo separándose de ella y entregándole un billete de 100 dolares— Haz lo que quieras con él. Ya estás en edad de tomar tus propias desiciones, no?

—Supongo... Gracias otra vez papá —dijo sonriéndole con ternura a la persona que esperaba, a su mayor regalo del día.

Cerraron la puerta para no hacer ruido, y Jenna prendió la lamparilla del velador, dandole calidez al ambiente. Charlaron hasta que Jenna comenzó a bostezar del sueño, sobre la escuela, el instituto de música, sobre la familia, sobre Lucah, sobre intereses universitarios, y sobre los avances de Jenna tocando piano, instrumento que toca desde pequeña gracias a su padre. Los diamantes de Jenna cada vez se iban apagando, pero esta se resistía con el tal de no aparentar su cansancio para que su padre no decidiera irse. Se preguntarán, como entró a la casa? Nada del otro mundo. El seguía siendo apoderado de Jenna, por lo cual estaba en todo su derecho de tener las llaves de la casa de su hija, aunque quizás su madre o sus hermanas no lo quieran ahí.

Hear Me Now | A Twenty Øne Piløts StoryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora