II- Sin memoria

74 4 47
                                    

Una semana.

Cinco trazos verticales tachados y dos más intactos en la gris muralla de la celda.

El joven obispo yacía en su cama, jugando a lanzar al aire y atrapar un papel arrugado.

Ya no sonreía. Ya no intentaba escapar. Las torturas se habían vuelto rutina, y eran intensivas. Para el castaño tener marcas en todo su cuerpo, tanto de azotes, cortes y quemaduras estaba comenzando a ser normal.

El nuevo Keons era quién se encargaba de él, el responsable de las torturas y quién lo mandaba a buscar para las misas del vialismo.

Había pasado solo una semana, pero para el joven los minutos eran horas, las horas días, los días semanas, las semanas meses, y los meses años. Habían sido 7 intensos días, en los que no había podido hablar con nadie que no fueran obispos. Se sentía solo, y a veces lloraba para entretenerse, con la esperanza de cansar sus ojos para dormir y hacer pasar el tiempo. También solía leer la libreta de su antiguo él. La primera página, en la que debía aparecer su nombre, estaba arrancada, y eso lo estresaba ya que ni él lograba recordar su propia identidad. Solo recordaba a sus padres, un hombre alto y castaño, como él, y una madre rubia y de ojos claros. Recordaba haber tenido hermanos, pero no sabía ni cuantos ni su sexo.

En un mal cálculo, la bolita de papel rebotó torpemente en uno de sus dedos, cayendo al suelo. El castaño se puso de pie para recogerlo, pero se cegó con la luz de la ventana. Cuando logró enfocar su vista, logró ver nuevamente al mismo carroñero que lo observaba cuando había vuelto a las Torres como prisionero. Se acercó a ella.

Ilustración: 0sdok_top (tengo miedo, este men dibuja todo lo que necesito

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Ilustración: 0sdok_top (tengo miedo, este men dibuja todo lo que necesito... Telepatía?)

—Que miras? —preguntó dirijiendose al ave. El buitre solo se sacudió, continuando su labor de actuar como buitre— Oye! Acaso te burlas de mi? Porque creo que ya comencé a envidiarte —habló el joven. El buitre giró y ladeó la cabeza, mirando a Keons a los ojos— Intentas entenderme, lo se... Va a ser difícil. Tu tienes alas, puedes ir a donde desees, yo solo soy un pájaro no volador —el buitre soltó un grito— Como debería tomar eso? "Aahhrg"... No dice gran cosa... Como quieres que lo interprete? Anda, dimelo —el ave no dio respuesta. El obispo bajó la cabeza— O quizás debería interpretarlo de la forma más lógica... Estoy loco, y le estoy hablando a un pájaro —el buitre, no tan indiferente como parecía, alzó el vuelo, dirigiéndose a la cima de las Torres. Ese lugar estaba prohibido para novatos como lo había sido él, así que no tenía idea que había ahí que hacía que tantos buitres se juntaran en ese lugar.

Unos pasitos muy ligeros hicieron eco en el pasillo. Keons dió media vuelta y vió como un niño, de unos diez años de edad y vestido de negro tal como él, dejaba una bandeja con un vaso de agua y un plato con algo viscoso justo afuera de la puerta. El niño se agachó e introdujo la comida por una puertilla.

Hear Me Now | A Twenty Øne Piløts StoryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora