•19• Los más buscados

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Viernes 4 de Julio, por la tarde.

Narrador:

—Mamá, ya te dije que tengo la lista que me pasaste! Puedo comprar solo...  No porqué haya traído los peores limones existentes hace un mes significa que voy a comprar leche cortada y carne podrida! —habló el de cabello obscuro por el teléfono.

—No te pongas así Josh! Solo quiero...

—Bla, bla, bla... Nos vemos luego —dijo cortando la llamada y apagando el celular.

Caminó con ambas manos en los bolsillos por las anchas calles de su linda Columbus. Salir después del trabajo lo relajaba, y le ayudaba a olvidar todos los problemas que estaba teniendo con sus padres últimamente. La universidad, los discos, la música, el futuro, la batería... Todos esos temas que en algún momento le habían parecido interesantes, ahora eran demonios que lo perseguían día y noche, tal como perros persiguiendo un pequeño y débil conejo.

Compró todo lo que necesitaban. Verdura, carne, arroz, fideos... Todos detallados en una lista que la madre le había entregado. Todas las marcas y tipos estaban escritos. Alguna razón especial? No, porque todos los arroces sabían igual, no? Acaso si uno de ellos está en una bolsa roja iba a saber mejor que uno que estaba en bolsa azul? Según su mamá y sus hermanas si, pero su padre y Jordan al parecer tenían el mismo problema de comprensión que él.

Salió del supermercado, guardando las bolsas en su gran y profunda mochila. Miró a la calle... Y ahí estaba. Ese condenado auto del mismo color de una noche nublada, y opaca. Era un cadillac deville del 93, había investigado un tanto acerca de él. Desde que se había metido en esa página extraña hace unas semanas, ese carro se había convertido en su sombra. Estaba en todas partes, y Josh había estado haciendo esfuerzos descomunales para no perder la cordura.

Agachó la cabeza y pasó al lado del auto, sin hacer ruido ni llamar la atención. Notó que habían dos hombres dentro de aquella pesadilla metálica, y era la primera vez que veía dos personas en el coche. El piloto tenía un bigote y unos lentes obscuros, con pinta de francés, frío y bien pagado. El copiloto era un hombre macizo de no más de 50 años, que contaba con pelo castaño obscuro y ojos del mismo color. Por sus hombros anchos y aparente gran tamaño, asemejaba un gran roble seco, sin expresión, y cabía destacar que sus ojos y pelo color madera eran fieles a aquella metáfora.

Se alejó un poco, y pudo oír como encendían el motor. El cadillac pasó a su lado, llegó a la esquina y dobló. Suspiró, pero no fue un suspiro de alivio, era más un lamento angustiado. Tal como lo hace un mosquito en la madrugada, el zumbido del vehiculo resonó a sus espaldas, pasando nuevamente a su lado. Una, dos, tres, cuatro veces, sin cansarse.

Ya había caminado un buen par de cuadras, y el auto seguía detrás suyo, dando vueltas a la manzana. Decidió sentarse a la orilla de la acera a ver cuanto más soportaban, esperando a que el pelinegro siguiera su camino. Hicieron lo que era más lógico, se estacionaron justo frente a él. Sacó una naranja de su bolso y comenzó a pelarla para refrescarse, porque el ardiente sol no tenía piedad con nadie. Le dio una mordida (porque sacarla por gajos era cosa de perdedores), se secó la miel anaranjada que corría por la parte baja de sus labios y por su mentón con la ayuda de la parte baja de su polera sin mangas, y dejó la naranja desnuda sobre su mochila, justo al lado de las cascaras. Tomó sus audifonos y los acercó a sus oídos...

—Sigue ahí, al parecer va a escuchar música. No nos oye —dijo uno de los hombres al interior del auto.

—Lo llamo? —preguntó el otro.

—Adelante, aprovecha ahora.

Josh hizo lo que los hombres querían, se puso los audifonos, y no reprodujo nada. Tenía curiosidad de saber que tramaban ambos hombres, y si lo que hablaban tenía que ver con el castaño.

Hear Me Now | A Twenty Øne Piløts StoryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora