Capítulo 17

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Estamos acostados en su cama, frente a frente. No hemos dicho nada desde que dijo que éramos amigos. Ya las luces están apagadas, la oscuridad no impide que lo vea directo a los ojos. Puedo distinguirlos desde aquí, él también me está mirando.

No puedo dejar de pensar, mi mente va a toda velocidad repasando lo que hemos hecho hasta ahora. Debí suponer que los terrores aparecerían tarde o temprano, pero esta casa, esta gente... Es una familia de verdad y no puedo deshacerme de la necesidad de estar junto a ellos, de ser parte de algo, en un lugar donde no soy la pobre niña adoptada que necesita ayuda porque no recuerda una mierda. Ellos no miran eso, no ven la etiqueta, solo me ven a mí, a Giselle. No tengo que fingir que soy una chica de buenas costumbres, como con Avs y Ushio; tampoco tengo que soy la perfecta colaboradora de un orfanato y que no me destroza por dentro estar con los niños, como con Rome.

Tal vez estoy siendo injusta con ellos, después de todo, me ha regalado su amistad. Pero estoy segura de que Avs y Ushio se asustarían si supieran lo jodida que estoy, y me mirarían como esas personas que me daban limosna en los semáforos. Y Rome está tan sumergido en su dolor que no se da cuenta del de los demás.

Puedo respirar en este sitio. Comprendo por qué estoy aquí, lo que no entiendo es por qué Row no me ha echado de su cama después de ver los monstruos que me persiguen. Él dijo que le había pasado lo mismo, que salió adelante, y esa confesión logra derribar uno de los ladrillos que hay a mi alrededor. Me da esperanza

Uno de sus dedos delinea el contorno de mis labios, su caricia me hace temblar.

—¿En qué estás pensando? —pregunta.

—A veces paso días enteros sin dormir —digo—. Me da miedo. Los niños, por lo general, le tienen miedo a la oscuridad, a los bichos, a los payasos, a los fantasmas. Temerle a algo que está dentro de ti...

—Te destroza, sí.

—¿Lo entiendes? —pregunto y cierro los ojos para guardar todas las emociones que se apoderan de mi pecho. Necesito que lo entienda, necesito pensar que no soy la única, que no estoy sola.

—Sí —susurra—. También le tengo miedo a lo que hay dentro de mí.

Su mano abandona mi boca para acariciar mi pómulo, asciende hasta llegar a mi sien y hunde los dedos en mi cabello. Masajea mi cuero cabelludo.

—Nunca nadie me había visto así, solo mis padres.

—No tienes que avergonzarte, no es tu culpa.

—¿Y si a los chicos o a Keals les asusta y...? —Pone su índice sobre mis labios para silenciarme.

—Muñeca, todos aquí han sufrido de algún modo, no nos asustamos de lo que les pase a nuestros amigos. —Sus caricias vuelven a empezar, delinea mis labios, mi pómulo y luego va a mi cabello—. A Kealsey le agradas, me lo dijo el otro día, me amenazó con cortarme las bolas si te hacía algo malo. Ella no tiene amigas, está rodeada de hombres que parecen más sus hermanos que otra cosa, sé que no me dice muchas cosas, no habla sobre sus sentimientos por Omar, por ejemplo. Regina es menor que ella, es su prima y cree que debe cuidarla. Juliet viene muy poco a la casa. Le hace bien que estés aquí.

Maldición Willburn © ✔️ (M #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora