Capítulo 24

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Miro a mi padre desde el otro lado de la mesa y me aclaro la garganta.

—¿Te puedo preguntar algo? —cuestiono.

Sus pupilas se levantan y me encuentran. Deja el periódico en la mesa y se acomoda en su silla.

—Por supuesto, cariño, lo que sea.

—El otro día estaba pensando en el incendio, ¿sabes qué pasó con los niños?

No he podido sacar a Mac de mis pensamientos, no pensé que volvería a verlo, mucho menos en esas circunstancias, la verdad es que no pienso mucho en aquellos días, no necesito torturarme con lo que sucedió. Ojalá las cosas hubieran sido diferentes para todos. Sé que no fui la única que sufrió en ese lugar, así como sé que algunos sufrieron más.

—Algunos se quedaron ahí, pero la mañana siguiente fueron reubicados, otros fueron adoptados luego del escándalo que surgió por el incendio y por el descubrimiento de los abusos. —Hace una pausa, quizá para que pueda procesarlo. No sabía nada sobre eso, tampoco es que me sorprenda, me escondieron todo lo que no quería saber—. Encontraron a algunos de los niños que escaparon, otros desaparecieron.

—¿Mac?

—Me enteré de que lo adoptaron, pero no sé nada sobre él hoy en día —dice—. ¿Te gustaría que investigara?

—No, no es necesario —me apresuro a responder. Juego con la comida moviendo el tenedor, pensativa, buscando la manera de preguntarle lo que me muero por saber desde hace tiempo—. Yo... ¿Has sabido algo de ellos?

Nunca digo sus nombres en voz alta, tampoco los repito en mis pensamientos, hago lo posible por sacarlos de mi mente. Ya no pueden hacerme daño, aunque a veces crea que pueden acercarse a mí. La última vez que hablamos de este tema fue cuando pusimos la orden de alejamiento porque estaba aterrada de que me llevaran.

Mi padre me analiza y sonríe con tristeza.

—Jamás podrán hacerte daño otra vez, cariño —dice con vehemencia y una rabia en sus ojos que pocas veces muestra—. Ella murió de una sobredosis y él fue asesinado porque se metió con la gente equivocada.

Suelto el aire, mis músculos se relajan.

Hace mucho tiempo viví en un lugar aterrador, en el que reinaba la maldad. No recuerdo muy bien cómo llegué ahí, hay mucha oscuridad en mi memoria. Teníamos que salir a las calles a conseguir dinero, teníamos que reunir cierta cantidad si queríamos comida y agua. Los castigos no solo eran el hambre y la sed. Él agarraba un cinturón, lo mojaba y nos destrozaba la espalda dentro de la ducha; ella no era mejor, si la sacaban de quicio o si se encelaba de su asqueroso marido, al cual le gustaba perseguirnos, nos hería hasta hacernos sangrar y nos dejaba horas bajo el agua helada, la sangre corría hacia el desagüe.

Algunas no solo tenían que aguantar los maltratos, también soportaban los deseos infames de una bestia.

Y ahora están muertos esos hijos de puta. Espero que se estén revolcando en el infierno porque no cabe duda de que hicieron que nuestras vidas lo fueran.

Maldición Willburn © ✔️ (M #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora