Capítulo 35

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GISELLE

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GISELLE

Mi madre me abraza antes de que suba al auto de papá, pensé que nos acompañaría, sé que no vendrá porque esta mañana estaban discutiendo otra vez, no quiero pensar que se debe a lo que está pasando, pero es muy probable que sea así, no puedo cegarme, pues nunca pelean, jamás los vi molestos entre ellos.

—Te amo, mi niña —susurra. Hay preocupación en su mirada, no la suficiente como para venir conmigo, si tan solo supiera lo importante que es para mí contar con ella.

Me da un beso en la mejilla y me deja ir.

Ayer me ayudó a hacer las maletas en un silencio sepulcral, ya lo habíamos hecho antes, hace un año. Ha estado muy callada, no ha dicho demasiado, casi como si no quisiera hablar sobre mi recaída, sobre lo imperfecta que soy. Me preocupa, ya que es más que evidente que papá le contó sobre lo que escuchó, no sé cómo sacar el tema, no sé cómo preguntarle si me sigue queriendo o si lo dice para apaciguarme.

No espera a que papá arranque el auto, regresa a la casa antes de que pueda despedirme, me quedo mirando la puerta con una sensación de vacío que es interrumpida por el apretón que mi padre me da en la mano. Una vez más se ha dado cuenta, no sé cómo sentirme al respecto, me está costando mucho fingir, es un problema porque lo último que deseo es crear una brecha entre los dos.

El centro queda a unos cuarenta minutos, pues está afuera de la ciudad. El camino no se me hace eterno porque enciende el estéreo y una melodía instrumental nos inunda, como si la música pudiera esconder nuestros pensamientos, mis sentimientos, los recuerdos.

—¿Por qué discutían mamá y tú?

Suelta un suspiro melancólico.

—La pedí que fuéramos con Vivian o con el especialista que ella prefiriera porque todavía no supera la muerte de Lili, no importa cuánto insista, no quiere ir, cree que la olvidará si va a terapia. No está preparada para soltarlo y tal vez nunca lo esté, así que no puedo obligarla a que me acompañe. Si ella no quiere superarlo ni aceptar ayuda, entonces tendremos que buscar otras soluciones.

—Ustedes no tenían problemas antes de que esto ocurriera.

Cierro los ojos y me concentro en la respiración de papá mientras busca la respuesta a lo que le he dicho, así como en la canción que sigue sonando de fondo. Una vez más eligió a Lilibeth, a pesar de que nadie le pidió que escogiera.

—Porque no me di cuenta de que somos el problema, no voy a dejar que las cosas sigan igual —dice.

—Mamá te ama.

—Y yo a ella, cielo, muchísimo, pero te amo más a ti porque eres mi hija, haré cualquier cosa por protegerte. —Él no está insinuando que se separarán, ¿verdad? No me atrevo a preguntarle, pero él me responde como si pudiera leer mis pensamientos—. Pase lo que pase no es tu culpa, vivir así no es sano para ninguno de los tres.

Maldición Willburn © ✔️ (M #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora