Capítulo 34

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Me despierto en la mitad de la noche en una habitación oscura, perdida en el calor del cuerpo que me abraza y reconforta, está frente a mí viéndose misterioso por las sombras.

Su brazo me rodea como si me temiera que me fuera de su lado, su respiración pausada calma mi intranquilidad y ese olor que me parece tan familiar invade todos mis rincones, incluso aquellos que desconozco. Le doy un vistazo para repasar las facciones relajadas por el sueño, con mis yemas delineo su cara, su perfil afilado, esos labios que tienen el poder de hacerme olvidar en un segundo lo que me atormenta.

La primera vez que lo vi no fue ese día en el estacionamiento, yo estaba sentada en uno de los sillones de la coordinación general de la universidad, esperando al director, Row entró usando una cazadora de cuero que me hizo recordar a una vieja película de la época del rock, él no me notó, pero yo lo hice, ¡vaya que lo hice! Era hermoso y gritaba problemas, se veía perfecto para lo que buscaba en ese momento, lo deseé con fuerzas, pensé que nada me detendría, me levanté para acercarme, sin embargo, él sacó un puño de billetes de su bolsillo y lo depositó en la alcancía que yo había colocado en el mostrador de la secretaria minutos antes, luego se fue, yo me quedé quieta sin atreverme a llamar su atención porque ya no me parecía tan malo y, si no era malo, entonces yo no debía estar con él.

Las almas impolutas no deben estar con las que están manchadas.

Siempre supe que no debía acercarme, pero ¿cómo mantenerme alejada si todo mi cuerpo ruega por su cercanía?

Me acerco más e inhalo su aroma porque necesito grabarlo en mi mente antes de marcharme, la mañana y la realidad llegarán pronto y yo tendré que irme. Al principio no me importaba si lo arrastraba a la oscuridad, lo único que quería era salvarme, respirar un poco de aire fresco, ahora sé que me equivoqué, Row no merece vivir en mi infierno, merece más que eso.

Dejo un suave beso en sus labios y le doy la espalda. La poca luz que entra por la ventana ilumina la penumbra, mis ojos caen en una tarjeta que brilla en la mesita de noche que está frente a mí, la reconozco de inmediato. Se encuentra entre las hojas de una libretilla azul. Cojo la invitación con mucho cuidado para no despertar a Row, repaso las letras con los dedos. Me estiro para dejarla en su lugar, abro la libretilla y me detiene el nombre de Lilibeth escrito en una de las hojas.

Miro por encima de mi hombro para comprobar que sigue dormido y, a pesar de que sé que no debo husmear, no puedo evitarlo. Tomo la libreta, la abro y comienzo a leer una especie de carta que me hiere hasta lo más hondo, pues solamente corrobora que tengo razón, que él la sigue amando, que le sigue doliendo, que le sigue afectando como a mi madre.

—Tienes el equivocado.

Salto del susto y contengo el grito al escuchar la voz ronca de Row detrás de mí. ¡Me ha pillado! Dejo rápidamente la libretilla en la mesita.

—Eso lo escribí hace años, era un adolescente enojado que le lanzaba mierda a todo el mundo, fue recomendación de mi terapeuta porque no podía hablar en voz alta sobre mis sentimientos —explica.

Maldición Willburn © ✔️ (M #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora