Amo los sábados, si tuviera que vivir una y otra vez el mismo día, sin duda los elegiría, sin pensarlo.
No siempre fue así, cuando vivía en el cementerio era horrible, los familiares visitaban las tumbas y yo tenía que esconderme en un mausoleo abandonado, escuchaba los lamentos de las personas, quienes iban a visitar a sus familiares. Recuerdo que tapaba mis oídos con las palmas y cerraba los párpados porque me daba miedo estar ahí adentro, y hacía frío, había polvo, pisos quebrados y solo una rendija de luz. Me repetía que todo estaría bien, pero estar ahí me hacía recordar cosas peores, me hacía revivir.
No quiero recordar eso porque duele, lo guardo en alguna parte de mi mente antes de que las escenas sigan torturándome. Esconder el dolor es más fácil que enfrentarlo.
Soy normal, ya pasó lo malo, ya estoy bien y tengo una familia.
Lo repito, lo repito, lo repito.
Nadie puede saberlo, ni siquiera yo misma.
Aparto los recuerdos parpadeando y me levanto justo como cada sábado. Me visto con unos jeans y una blusa de algodón con el logotipo de Bridgeton en el pecho. Las letras son de colores: rojo, azul, amarillo, morado y verde. Dentro de la panza de la «g» hay una carita feliz. Amarro mi cabello en una coleta alta y me calzo unas zapatillas blancas para correr. Y estoy lista.
Salgo de mi habitación y bajo las escaleras trotando. Me dirijo hacia la cocina, antes de entrar escucho la risa de mamá, sonrío casi de inmediato.
Hay cosas que me hacen feliz, ellos hacen que mis sombras se vayan, espantan los demonios que habitan en mi alma.
—Buenos días —saludo.
Está sentada en una de las sillas de la barra, observa a papá, quien tiene un gracioso delantal amarrado a la cintura. Seguro está haciendo uno de sus malos chistes, al final son tan malos que terminan siendo divertidos.
—Cariño, buenos días —saluda papá, mientras voltea un panqueque—. ¿Cómo amaneciste? Espero que tengas hambre.
Voy y me siento junto a mamá, pasa su brazo alrededor de mis hombros y me da un apretón rápido.
Es una mujer muy guapa, se ve más joven de lo que en verdad es. Por lo que sé, mi padre se enamoró de ella desde la primera vez que la vio, pero era un amor secreto, no se atrevía a decirle porque temía que ella pensara que se estaba aprovechando.
¿Por qué decidió dar el paso entonces? Simple, fue idea de la santa Lilibeth. Mi padre era oncólogo de mi hermana muerta y veía a Romina casi todos los días. La niña lo animó y ¡claro!, convenció a mi madre para que saliera con él porque a ella le daba vergüenza y miedo aceptar una cita después de lo que ocurrió con su primer esposo, el padre de Tess y Lili. Ella ha marcado todo, su fantasma está por todos los rincones, es como si me obligara a recordar que todo lo que me rodea le pertenece y que si ella estuviera viva yo no estaría en este lugar.
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Maldición Willburn © ✔️ (M #1)
RomanceEn las calles se cuenta una leyenda: Rowdy Willburn no sabe querer porque ya no tiene corazón, es una maldición. * * * Giselle está rota, tiene cicatrices, pesadillas y un pasado que no puede recordar. Sus padres adoptivos le dieron un hogar, pero...