Capítulo 22

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—¿Cómo debo dibujarlo? —pregunta el pequeño—. No sé dibujar.

—No te preocupes, nadie va a calificar cómo dibujas, así que dibújalo como tú puedas.

Él hace una mueca y toma el lápiz, yo tomo nota de las observaciones relacionadas al dibujo y de su comportamiento. Jon es nuevo en Bridgeton, tuvo una infancia muy dura, un padre drogadicto y una madre en la cárcel, es muy reservado, te mira con los ojos entrecerrados como si esperara que hicieras algo, como si sospechara de ti.

Hace unos meses la psicóloga me enseñó a aplicar algunas pruebas psicológicas porque necesitaba ayuda, desde entonces le ayudo. Vengo a la oficina y converso un rato con ellos, podemos jugar para que se relajen y luego les pido que hagan el dibujo. Me emociona mucho, a pesar de que yo no puedo interpretar. Estas pruebas también me las aplicaron varias veces, primero el sistema y luego cuando empecé las terapias. Es sorprendente cómo, sin poder evitarlo, derramamos lo que somos en una hoja.

Jon dibuja una figura humana, remarca las líneas muchas veces y borra otras tantas. De vez en cuando me mira, luego vuelve a dibujar. Cuando terminamos, él me tiende la hoja y vuelve a entrecerrar los ojos.

—Lo has hecho muy bien, Jon. —Hago una pausa—. Puedes volver con los demás.

Sus comisuras tiemblan, sin decir nada se dirige a la salida, pero se detiene antes de salir.

—¿Tú no vas a venir?

Me sorprende su pregunta, me recupero rápidamente para que no lo note. Casi no ha hablado con nadie desde que llegó hace una semana, se mantiene en los rincones observando a los demás, es su forma de protegerse, a alguien le dijo que no quería hacer amigos porque al final sus padres iban a arruinarlo. Si el mundo supiera que la infancia repercute en nuestra vida más de lo que pensamos, quizá habría más personas preocupadas por el alma de los niños.

Cuando llegué el día de hoy me acerqué y lo saludé como si fuera uno más, eso le agradó, pues se unió al juego de Henry y Demetria. Entrar a la oficina no le gustó, a pesar de los colores vibrantes y los juguetes, pero se relajó y terminó jugando conmigo. Se siente como un triunfo que me pregunte si quiero ir con él, que quiera que lo acompañe y me una a los demás.

—Claro que sí, solo ordeno mis cosas y los acompaño.

Él asiente antes de irse.

Después de ordenar voy hacia la oficina de la psicóloga, quien me recibe con una sonrisa y acepta el dibujo junto con mis anotaciones, se acomoda las gafas y le da un vistazo rápido.

—Creo que Jon confía en ti, intenté conversar con él y aplicarle pruebas a lo largo de la semana y lo único que conseguí fue silencio, un ceño fruncido y unos brazos entrecruzados. —Suspira—. Si en la semana puedes venir un par de horas te lo agradecería mucho, quizá tu presencia lo tranquilice un poco.

Maldición Willburn © ✔️ (M #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora