Me meto debajo de las sábanas con nada puesto, Row me mira desde la puerta con el labio inferior entre sus dientes hasta que se acerca y me imita. Su cuerpo desnudo se reúne con el mío. Cálido, duro y suave al mismo tiempo por la forma en la que me sostiene con sus brazos. Me acurruco rodeando su cintura, toco los músculos de su espalda bajo su atento escrutinio.
Qué bien se siente este momento, estamos en una burbuja impenetrable, solo él y yo disfrutando de los segundos mientras nos perdemos en la cercanía. Puedo respirar su gel de ducha impregnado en los dos, me fundo en su calor.
Podría coleccionar todo lo que me gusta cuando estamos juntos: nuestras piernas entrelazadas, la perfecta conexión de caderas unidas que se buscan solo para tocarse, los suaves movimientos de nuestros pechos por nuestras respiraciones pausadas, así como el soplo de nuestros alientos, el roce de sus labios y saber que me está mirando.
El silencio basta porque puedo mirarlo a los ojos, esos que me analizan recorriendo mi rostro, mis labios, mi mirada como si quisiera memorizarme, tal vez se siente igual que yo.
No quiero que esto acabe.
No quiero nada más que estar aquí con él.
—La primera vez que vi tus ojos creí que eran de hielo, ahora creo que son un mar en calma, de olas serenas, embravecidas cuando se agitan e impetuoso al querer estamparse en la costa, sabiendo bien su grandeza, su fuerza.
—Me vuelves loco cuando hablas así —susurra.
—Cuéntame un recuerdo feliz de tu infancia, algo que te haga sonreír —pido.
—Antes del cáncer, cuando mi familia estaba unida, recuerdo que todas los viernes por la noche veíamos una película de dibujos animados, yo podía elegir todas las veces, eso me hacía sentir poderoso. Hacíamos palomitas de maíz, mamá tenía que comprar de sabor caramelo porque las amaba. Nos sentábamos juntos, mis padres abrazados y yo en la alfombra. Mi momento favorito era escuchar las risas de mamá, nos contagiaba la alegría y terminábamos carcajeándonos, aunque no hubiera nada gracioso.
—Ese es un lindo recuerdo.
—¿Tu tienes alguno que quieras compartir conmigo?
—Hay algunos: el día que vi a Robert y a Romina en el cementerio, la primera vez que visité a la abuela Sofía y pintó pajareras conmigo, tararear la canción favorita de mi padre junto a él en la carretera, el helado que papá compartía conmigo después de un día difícil solo para tranquilizarme y hacerme compañía en un momento en el que me sentía sola, cuando conocí la playa y sentí que el mar mojaba mis pies.
—Me gustan esos recuerdos —murmura.
Él también es como uno de esos instantes que quieres que duren para toda la vida y me ha dado muchos momentos que me han hecho feliz, como el día de hoy con la conversación, la ducha y sostenernos como si no necesitáramos nada más. El día del chocolate caliente, todos los juegos, las caricias y los besos.
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Maldición Willburn © ✔️ (M #1)
RomanceEn las calles se cuenta una leyenda: Rowdy Willburn no sabe querer porque ya no tiene corazón, es una maldición. * * * Giselle está rota, tiene cicatrices, pesadillas y un pasado que no puede recordar. Sus padres adoptivos le dieron un hogar, pero...