Capítulo 38

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—Ella no ha venido a visitarme —digo tan pronto comienza la sesión.

—¿Por qué crees que no ha venido?

Agacho la cabeza y observo mis manos sobre mis muslos, analizo el estampado del sillón de cuadros blancos y color hueso que combinan con el papel tapiz solo para perder el tiempo. Me tardo unos minutos, ordenando mis pensamientos, escondiendo algunos que me avergüenzan, aunque no sé si pueda lograrlo, pues Vivian tiene el poder de descifrarme, es capaz de leerme con tanta facilidad que me asusta y me agrada en partes iguales, nunca había sentido ese tipo de conexión con las y los terapeutas que me atendieron.

—Porque no quiere verme, cuando me fui de la casa ni siquiera podía mirarme, siempre la decepciono.

—¿Qué te hace pensar que la decepcionaste?

—Que no soy la hija que le hubiera gustado tener, que no soy como Lilibeth. Luego me siento culpable porque me molesta y no debería, ella me dio todo cuando lo necesitaba, me hace sentir como una malagradecida.

—¿No crees que eso habla más de ella que de ti? ¿Era tu obligación ser como otra persona y llenar el vacío? —Niego con la cabeza—. No, por supuesto que no, Giselle, y estás en todo tu derecho de estar enojada, agradecerle a alguien lo que hace por ti no quiere decir que aceptarás que te haga daño. Amar a alguien también significa decirle si está haciendo algo mal, no ocultar sus errores. ¿Qué piensas de eso?

—Lo entiendo, pero es tan difícil...

—Tienes razón. Te voy a pedir que cierres tus ojos y busques una posición cómoda. —Hago lo que pide y me reacomodo en mi asiento—. Imagina a tu madre en un campo, este campo es hermoso, lleno de césped muy verde, los pajarillos cantan, el cielo es muy azul y brillante. En ese campo inmenso tiene un girasol, lo cuida y lo ama, pero un día esta flor se seca y muere. Tu madre entristece, no sabe qué hacer, está desesperada, ha perdido la esperanza porque ya no hay nada en su campo, entonces una nueva flor comienza a germinar. Esta flor crece y crece gracias a sus cuidados, es hermosa también, una rosa de color rojo intenso. Tu madre, entonces, enfurece y está decepcionada porque no es un girasol. ¡Ella quería un girasol! Esta no se mueve con el sol, su olor es distinto y, además, tiene espinas. ¡No, no es lo que quiere! Se enoja más, le grita, la insulta, le pide que cambie, que sea como su viejo girasol; pero la rosa no puede, no puede ir en contra de lo que es. Tu madre grita más fuerte, llora y se lamenta, la aplasta, la pisotea. Pobre rosa, ¿es culpa suya no ser como el girasol? ¿Es culpa suya que tu madre no aprecie la hermosura de la rosa?

Abro los párpados, con las lágrimas quemando a punto de caer y niego.

—No, no es su culpa.

—¿Es tu culpa, Giselle?

—No, no es mi culpa.

Saca una hoja en blanco de uno de sus cajones, me la ofrece junto con un lápiz

Maldición Willburn © ✔️ (M #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora