Capítulo 30

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Me destroza encontrarla así.

Está arriba de la barra, moviendo las caderas para un montón de hombres que la devoran con los ojos e intentan tocarla, a pesar de que es evidente que está borracha. No luce como ella, el maquillaje de sus ojos se ha corrido, ensuciando gran parte de sus mejillas, su cabello está despeinado y su ropa está manchada.

Se inclina hacia adelante con la intención de bajar, nadie le ayuda, solo buscan lastimarla cuando no puede defenderse y eso me cabrea.

El camino hacia ella me parece eterno, la alcanzo antes de que pueda caerse de la barra.

—Joder, cariño, ¿qué estás haciendo? —le pregunto luego de rodearla con mis brazos y ayudarle a mantener el equilibrio.

Huele a alcohol, a marihuana. Creo que la mancha en su vestido es vómito.

Sus ojos nublados encuentran los míos, tarda en reconocerme, cuando lo hace una mueca burlona se dibuja en su rostro.

—Él es —les dice a los tipos que siguen analizándola, otros ya han perdido el interés—. Es la leyenda, no se le acerquen porque no puede amar. Shh, no le digan que les dije, se va a enojar.

Suelta una risita, escucho otras que hacen de coro. Les lanzo una mirada envenenada a los sujetos a los que les rompería la nariz si no estuviera en estas circunstancias, la prioridad ahora es llevarla a un lugar seguro.

Regreso la vista a mi pelirroja y encuentro que me está estudiando con el semblante serio.

—Vámonos —le susurro—. Ahora, vienes conmigo.

La dureza en sus facciones se va y es reemplazada por una fragilidad que no había visto en ella, ni siquiera después de esa pesadilla que la atormentó aquella noche.

—¿Por qué? —Su pregunta suena rota.

—No entiendo.

—¿Por qué estás aquí si no soy ella?

No logro descifrar de qué está hablando.

—¿De quién hablas?

Rompe el contacto visual, recuesta la cabeza en mi hombro y apoya todo su peso en mi cuerpo, sus brazos laxos caen a nuestros costados, creo que se desmayará o está demasiado cansada como para luchar.

Puede caminar dando pasos torpes, siento que se caerá en cualquier minuto, así que me detengo para cargarla. Giselle no pone objeción, sus brazos se enredan en mi cuello, se aferran a mí con fuerza. Yo la abrazo de la misma forma, por alguna razón se siente como si lo necesitara, como si deseara que alguien le brinde consuelo.

Kealsey aparece en mi campo de visión, la preocupación emana de ella, la mira y luego se concentra en mí.

—¿Qué mierda pasó? —cuestiona.

Maldición Willburn © ✔️ (M #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora