12

1.3K 110 39
                                    

P.O.V ALEX

Temprano por la mañana-o al menos para mí-el profesor Dunois viene a buscarme a mi residencia. Me visto tan rápido como puedo con un leggin, una camiseta de tirantes roja y mis tenis. Ni siquiera intento peinarme. Cuando salgo él está frente a mí, con un mono, una camisa que combina con sus ojos y está recostado contra un Ferrari murciélago color plata. Ahogo una exclamación de asombro.

-¿Es tuyo?-pregunto a modo de saludo.

Ríe.-Que sea un profesor no quiere decir que no puedo tener un Ferrari.

Me pongo rojo de vergüenza.-Tiene toda la razón profesor.

Se sube al interior, y lo sigo, actuando con timidez por primera vez en mis dieciséis años. Acelera y nos alejamos velozmente del internado.

-Sólo quiero que te dirijas a mí como profesor o usted cuando estemos en Harrison.-rompe el silencio.-Ahora mismo quiero que me llames Jean.

-De acuerdo pro... Jean.-suspiro.-Ahora, dime a donde me llevas.

-Hablé anoche con un amigo mío que tiene un gimnasio y va a darte una clase gratuita de boxeo. Él está de acuerdo con la liberación de tensión a través de este medio.

Gruño.-Mi tensión se hubiera liberado perfectamente si me hubieras dejado ahorcar a Grove.

Ríe a carcajadas, provocando que me enfurruñe en mi asiento, molesto. No hablamos más hasta que llegamos a nuestro destino. El bendito gimnasio de su amigo. La fachada es de cristal azulado. Al entrar nos dirigimos directamente al final, en donde hay un pequeño cuadrilátero. Un hombre con el cabello rubio rojizo corto y los más increíbles ojos dorados nos espera al lado de este.

-¡Jean!-dice, feliz de ver a su amigo.

Cuando se abrazan me doy cuenta de que es más bajo que el susodicho pero más alto que yo. Tiene labios gruesos y de color rojo casi parece como si llevara puesto labial y, cuando veo sus pestañas podría jurar que usa rímel también.

-¿Es esta criaturita a quién le voy a ayudar a liberar tensión?-pregunta con un tono de voz que chorrea condescendencia y seducción al mismo tiempo.

-¿Cómo que criaturita?-le ladro.-Mi nombre es Alex Zeller.

El hombre deja salir una ronca risa que me provoca escalofríos, este hombre es sexy, aunque cuando espío por el rabillo del ojo, me doy cuenta de que mi profesor luce molesto por alguna razón, por ello no me sorprende mucho cuando él fulmina al chico y este se calma.

-Mi nombre es Tobías Anderson.

Sonríe seductoramente provocando que mis hormonas se activen. Le regreso la sonrisa. Mientras que repito en mi mente: "No pienses en Tobías Anderson desnudo. No pienses en Tobías Anderson desnudo. No pienses..."

-De acuerdo, vamos a buscar el equipo.

Me coloca vendas en las muñecas y luego un par de guantes de color rosa brillante. Lo fulmino con la mirada y él se regodea al ponerse unos guantes negros. Me explica lo que tengo que hacer y entonces empezamos a boxear. Tobías hace alarde de su altura, pero cuando comienzo a golpearlo siendo tan bajo como soy y usando guantes rosas toda su bravuconería desaparece, su rostro brilla perlado por el sudor al igual que el mío, pero no me detengo.

Golpe.

Golpe.

Golpe.

Tobías mi instructor de boxeo está en el suelo.

Me subo sobre él, esperando que alguien comience la cuenta regresiva. Pero, a pesar de que acabo de vencerlo, lo único que obtengo es una sonrisa burlona y su erección contra mi culo. Me pongo rojo.

-Te vencí.-me burlo.-Usé unos guantes rosas y te pateé el culo, amigo.

-Y aún así es tu culo el que está sobre mi verga.

Le golpeo el pecho antes de ponerme de pie.-Eres un cerdo.

Comienza a reírse con carcajadas entrecortadas, resoplo sonoramente, me deshago de los guantes-lanzándoselos a la cabeza- y bajo del cuadrilátero, mi profesor me espera sentado en un banco de madera de cerezo barnizada.

-Listo, acabo de liberar mi tensión.-me regodeo.-Le pateé el culo a Tobías, así que vámonos.

Jean luce seriamente molesto cuando me ve a los ojos, lo que en seguida me cohíbe por alguna razón.

-Creo que eres tú quien necesita liberar tensión ahora.-digo, y comienzo a reír.

Me fulmina con sus bellos ojos de cielo.-Eso no es gracioso.

Pongo los ojos en blanco.-No, es hilarante. Ahora vámonos.

Da un corto asentimiento, se pone de pie y se despide en voz alta de su amigo. Levanto mi mano en despedida y él guiña su ojo, provocando que me ponga rojo. Acelero el paso y llego primero al Ferrari plateado. Un instante después llega el dueño y ambos subimos.

Conduce un largo rato en silencio-con el entrecejo fruncido fuertemente-y realmente no entiendo el porqué.

-¿Hice algo malo?-pregunto, inseguro.

Él gruñe.-Ese idiota de Tobías estaba coqueteando contigo.

-¿De qué...?

-Y tú le seguiste el juego.-me reprende usando un tono de voz gélido.

-¿Estás celoso, Jean?

-No seas ridículo, eres mi alumno y además un menor de edad.

Mi corazón se rompe, pero mantengo mi tono de voz ligero.

-Nunca dije que estuvieras celoso por mí. Ya sé que eres inalcanzable.

No me responde y en su lugar un silencio realmente incomodo se instala entre nosotros. Trato incluso de no respirar ruidosamente. Sé que falta poco para llegar a Harrison cuando él se detiene completamente a un lado de la carretera.

-¿Qué...?

Ni siquiera puedo terminar de formular mi pregunta porque soy interrumpido por los labios de mi profesor chocando con los míos. Confundido al principio, ni siquiera muevo los labios, pero en cuanto me doy cuenta de lo que esto significa, comienzo a besarlo con fiereza. Salto de mi asiento para poder a subirme a horcajadas sobre él. Sus manos se aferran a mi culo mientras que rodeo su cuello con una de mis manos mientras que con la otra le acaricio el oscuro cabello.

Una de sus manos se aleja de mi culo para poder deslizarse en el interior de mi camisa sudada, pero aún así no quiero dejar de besarlo. Ahora que estoy cerca de él, un fuerte olor a frambuesas y menta y hombre se cuela por mi nariz. Nos quedamos sin aliento por lo que tenemos que separarnos, nos quedamos viéndonos a los ojos, jadeando ruidosamente. Sus labios están rojos. Antes de que siquiera pueda decir algo me inclino y le doy un casto beso.

Luego me siento en mi asiento y trato con todas mis fuerzas no llorar, porque estoy seguro que ahora va a venir un sermón y por supuesto, la negación de que nosotros podamos tener algo. Jean reanuda la marcha, y por fin nuestras respiraciones se normalizan.

-Tú y yo...

Lo interrumpo, molesto y dolido.-¡Ya sé que nunca vamos a tener algo! Tú eres mi profesor y yo soy menor de edad. Si alguien se enterara no solo perderías tu trabajo, también podrían enviarte a prisión. Realmente detesto el hecho de que seas mayor que yo. Ahora, por favor ahórrate el sermón y conduce, porque quiero llegar a ca... a la residencia.

Mi voz se quiebra al final, pero intento ser fuerte. ¿Por qué tiene que ser tan malditamente sensual?

El Internado HarrisonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora