태 34. Felicidad 국

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Desperté solo en mi cama

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Desperté solo en mi cama. El lado derecho seguía cálido, lo que me decía que Taehyung se había levantado recientemente. Cerré los ojos, inhalando el perfume que había dejado en las sábanas, hundiendo mi rostro en ellas. Su aroma aún estaba a mi lado, lleno de toda su dulzura y complejidad. Es en este momento cuando todo encaja, cuando entiendo que siempre fue así; solo que yo evitaba aceptarlo, y quizás ni siquiera lo sabía.
Me gusta él. Me gusta su forma de ser, esa linda manera en la que se comporta cuando está nervioso; cómo sus mejillas se encienden en un color rojizo y su sonrisa aparece mientras mueve los dedos de manera inquieta. Me gusta por su sonrisa particular, por cómo sus orejas apenas se mueven cuando se concentra y por la forma dulce en la que me mira, con sus ojos brillantes y el color café de sus iris, con pequeños destellos miel al sol. Me gusta cómo me hace sentir a su lado, querido y valorado como pocas veces me he sentido, pero con él es constante. Me gusta Taehyung por su voz, por sus manos, por su ternura, por sus enojos y sus risas, por su sencillez y comprensión. Me gusta él porque es diferente, porque me hace sentir especial.
Abrí los ojos al escuchar la puerta de la habitación. Tae traía una bandeja muy bien preparada con nuestros desayunos y una hermosa flor de jazmín, al parecer robada del jardín de la vecina de al lado.

—¿Y esto?

—Nuestro desayuno —dijo con una hermosa sonrisa en el rostro.

Colocó la bandeja en medio de nosotros, sobre la cama, y comenzamos a desayunar en un silencio algo incómodo. Cuando vio que no comía, me preparó la primera tostada con mermelada, no mucha ni poca, la cantidad justa, y no solo en el centro, sino también en los bordes. Hacía tiempo que ya no quedaba mermelada de arándano.

—¿Fuiste a comprar?

—Sí, no había de tu mermelada favorita, y tampoco teníamos más tostadas —observé la tostada que llevaba a mi boca y la reconocí. Solo esa marca de tostadas me gustaba, porque eran muy suaves y no tan duras—. Por suerte, el súper de la otra cuadra abre temprano, y sé que no comes otras que no sean estas.

—¿Y cómo sabes eso? Desde que vinimos de Daegu jamás lo mencioné ni compramos nada al llegar a Seúl —comenzó a jugar con sus manos mientras su mirada se perdía en la bandeja.

—Es que… nos conocemos desde niños y lo recordé.

—Vi la foto en tu habitación. ¿Qué edades teníamos?

—Tú tenías ocho años; yo acababa de cumplir diez —contestó, llevándose una tostada a la boca—. Solo tengo esa foto nuestra.

—Entonces, saquemos más —levantó la mirada con una hermosa sonrisa cuadrada, con restos de mermelada en la comisura de los labios.

𝑷𝒆𝒓𝒅𝒊𝒅𝒐 𝑬𝒏 𝑬𝒍 𝑻𝒊𝒆𝒎𝒑𝒐 || 𝐓𝐚𝐞𝐤𝐨𝐨𝐤Donde viven las historias. Descúbrelo ahora