X: Rey de los Dragones

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Shouto y Katsuki entraron al nido de los dragones cuando la nieve cayó más y más con el pasar de los minutos. 

El caballo los acompañó al interior de la montaña. Katsuki masculló que, incluso durante el invierno, las cuevas en las cuales los dragones vivían se mantenían cálidas y era cierto. Shouto sintió el calor desde el primer paso que dio dentro de la montaña, aun así, el rubio murmuró que el interior del nido se sentía más frío de lo que él estaba acostumbrado. 

La montaña de los dragones sería cálida siempre y cuando los dragones estuviesen en su interior, exhalando el fuego, durmiendo en sus formas gigantescas y cálidas. Pero, ahora sin ellos, la montaña iba enfriándose poco a poco, incluso el color rojizos de las paredes perdía su tono, poco a poco convirtiéndose en un marrón oscuro y tan normal al de cualquier montaña.

La pareja se acomodó en un rincón de la cueva principal, alejados de la ventisca del exterior. Incluso si el calor de la montaña no era el de siempre, su calidez era suficiente para alejar el frío del invierno. 

Shouto dejó la capa sobre el duro piso, estaba cálida bajo su tacto. construyó una improvisada cama con su capa y las pieles que había alrededor de la cueva. Seguía sintiendo la dureza de la piedra bajo las mantas, pero era el mejor lecho al cual pudiesen optar en ese momento. 

Katsuki se sentó sobre la improvisada cama en cuanto estuvo lista. Con la capa aun sobre los hombros, Shouto notó que el rubio parecía frotarse los brazos bajo la tela rojiza. No podía ver su rostro a causa de la oscuridad, sus ojos solo lograban distinguir leves detalles del rostro de su prometido a causa del reflejo de la luz nocturna contra la nieve y como este reflejo entraba a la cueva. Estaba seguro de que las mejillas de Katsuki volvían a estar rojizas. 

Con toda la tranquilidad del mundo, el príncipe acercó una mano hasta el rostro del rubio. La posó sobre su mejilla, luego sobre su frente. Extrañado, Katsuki le lanzó una mirada que Shouto ignoró al fijarse en la forma en que el vapor salía de la boca del rubio con cada respiración.

—¿Qué demonios haces...?

—Tu piel esta muy caliente —masculló Shouto, y acercó su frente a la ajena. 

Envolvió entre sus brazos a Katsuki. Volvía a sentir el cuerpo del rubio temblar, se acurrucaba contra su calor, esperando robar una parte de él. Shouto estaba dispuesto a darle todo el calor que necesitara.

—¿De qué calor hablar? Mi cuerpo esta jodidamente frío...

—Es la enfermedad, aun no estas completamente recuperardo. 

Tras besar la frente de Katsuki, el príncipe se alejó. Caminó hasta el caballo en el rincón opuesto a ellos, acomodado sobre la paja que habían encontrado en una de las cuevas aledañas de la montaña. El caballo lo observó fijamente, pero no se movió mientras el príncipe buscaba entre el ligero equipaje la medicina que Camie les había preparado. Era un brebaje verde, hecho e hierbas medicinales, pero cuando Shouto tomó el envase de cristal y lo agitó suavemente, el liquido en el interior pareció cambiar a un color azul oscuro. 

Tendría que recompensar bastante bien a Camie una vez que se convirtiese en Rey, la chica incluso se había tomado la molestia de hechizar el brebaje para, seguramente, una mejor efectividad. 

Con la medicina entre manos, volvió junto a su prometido. Dejó el brebaje sobre las manos de Katsuki mientras lentamente se sentaba a su lado una vez más, con la espalda hacia la entrada de la cueva. 

El rubio observó el liquido con curiosidad, y luego miró a su prometido, con el entrecejo fruncido.

—¿Qué es esto?, ¿mierda de duende o qué? 

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