Minutos después de que el sol salió, el príncipe estaba listo para regresar a Mesarthim.Un dragón de la guardia lo acercaría al reino. Eijiro se había ofrecido a llevarlo de regreso, pero ante la idea de que el dragón rojizo o el propio Katsuki pudiesen involucrarse se había negado al ofrecimiento.
Y hablando del nuevo Rey de los dragones; desde el momento en que volvieron a vestirse y regresar al centro del reino, Katsuki no le había dirigido la palabra.
Comprendía que estaba molesto. Shouto sabía que al rubio le molestaba que le dejase de lado en los planes que concernía al reino humano, pero ¿Qué más podría hacer? No quería poner en peligro ni al rubio ni al nuevo reino por nada del mundo. Antes de que eso sucediera, con mucho gusto el bicolor daría su propia sangre y vida.
Katsuki tendría que perdonarlo. Tendría que esperarle nuevamente. Pero volvería antes de que cualquiera de ellos se diese cuenta.
Shouto suspiró. Observó al dragón albino que estaba listo para emprender el vuelo e ir hacia Mesarthim. Tan solo estaba esperando a que el príncipe humano se dignara de subir a su lomo. Pero, el bicolor estaba esperando a Katsuki.
Tan solo Eijiro había llegado para despedirlo. El rubio no se había presentado, en cuanto dieron un paso dentro del centro del reino de los dragones, Katsuki se había separado de él sin decir palabra alguna, caminando hacia el interior de la montaña en vez de a la cabaña que, durante aquellos pacíficos días, habían compartido.
Shouto decidió no molestarlo. Para ambos la separación era difícil.
Pero, realmente quería verlo ahí. Quería poder despedirse de él como correspondía. Necesitaba su presencia, un beso suyo, los buenos deseos que su alma requería para soportar la batalla que, sabía, le esperaba lejos del mar.
—Realmente no vendrá...—masculló el príncipe para si mismo, y aun así fue escuchado por el rojizo dragón.
Eijiro le sonrió. Una sonrisa de disculpa ante la actitud de su hermano adoptivo.
—Esta es la segunda vez que te marchas de su lado, cuñado —comentó Eijiro—. Aunque no lo demuestre, a Katsuki no le gusta estar separado de las personas a las que ama...
—Tampoco me gusta tener que dejarlo otra vez —respondió Shouto—. Pero debería comprender...
—¡Voy a comprender lo que yo malditamente quiera comprender!
Escuchar aquella voz fue suficiente para agitar su corazón. La sonrisa que surcó sus labios, la absoluta felicidad que sentía al saber que, a pesar de todo, Katsuki lo seguía amando por sobre la distancia y separación que debían enfrentar, y por sobre la propia molestia del rubio.
El nuevo Rey de los Dragones caminó en su dirección, con el entrecejo fruncido, la mirada posada en su rostro y aquella expresión de salvajismo que siempre portaba y que Shouto amaba. Bajo el brazo portaba una tela oscura perfectamente doblada, y en la mano libre una carta. Al estar cerca del príncipe de Mesarthim, tendió sin dar explicación alguna ambos objetos.
—Ten —masculló el rubio—. Hay algo que no pude explicarte, y ya no hay ni un poco de maldito tiempo, lo escribí. Lee la maldita carta cuando estés en camino a Mesarthim y procura no alterarte cuando la leas.
—¿Por qué lo haría?
—Escucha, lo que ahí escribí... no sé si sea cierto, pero tengo una leve intuición al respecto —El rubio suspiró—. Solo toma la maldita carta, medio príncipe.
Shouto la tomó, sin comprender ni comentar nada guardó la carta entre sus ropajes y decidió aceptar la orden del rubio; leería la carta después, el tiempo corría, el festival y el discurso del Rey daría inicio a medio día sin falta alguna.
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Donde nadie nos encuentre © | TDBK |
Fanfic| FINALIZADA | Shouto estaba decidido a encontrar su sol, aquello que alejaba la oscuridad de su sangre maldita. Y lo encontró en el hijo humano del Rey Dragón. Un príncipe que no deseaba la corona, y un salvaje que jamás había tenido contacto algu...