Tres años desaparecen en un abrir y cerrar de ojos.
Desde la última vez que había despedido a Katsuki de la tierra de Mesarthim, pocas veces se habían vuelto a encontrar durante aquel periodo. Cada uno inmerso en los propios conflictos de sus reinos, las relaciones con las otras monarquías humanas, los acuerdos, los tratados, la estabilidad que poco a poco fue obtenida.
Entre tanto papeleo y problema, las ocasiones para tomar a su caballo y hacer un viaje hasta las costas eran pocas. El viaje de Mesarthim a Etamin tomaba una semana, y siendo un Rey no podía ausentarse tanto tiempo.
La primera y última vez que Shouto pudo viajar por su cuenta a la tierra de los Dragones, fue tres meses después de la batalla de recuperación de Hemal. En ese momento, se quedó junto a Katsuki solo un par de días, hablaron una vez más sobre los planes de ambos desde ese momento hasta el futuro, compartieron la calidez del cuerpo ajeno, todo lo que podían antes de alejarse otra vez. Shouto volvió al reino que lo esperaba, junto al pueblo que debía dirigir.
La distancia podía destruir el más fuerte de los lazos, o hacerlo inquebrantables.
Sin otra mejor opción comenzaron a enviarse cartas. Con las nuevas alianzas entre los reinos fue mucho más sencillo mantener la comunicación. Cada dos semanas, un dragón volaba a Mesarthim a entregarle las cartas que el otro Rey le dedicaba.
Sus cartas eran extensas y repletas de detalles en perfecto orden gramatical y ortográfico. Shouto memorizó rápidamente la caligrafía de su prometido, era bellísima, delicada y ordenada. Las respuestas del Rey de Mesarthim eran tan extensas como las del hijo del Dragón. Y siempre al final de estas le pedía paciencia, que pronto estarían juntos además de recordarle lo mucho que lo amaba.
Cada noche después de enviarle las cartas, se apoyaba contra el barandal del balcón de la recamara real, mirando la noche e imaginando la expresión que Katsuki pondría al leer sus cartas, y esperaba que esa mueca fuese de absoluto enamoramiento, tal como la suya cuando leía las palabras del Rey de los Dragones.
Las cartas de su prometido no eran las únicas que recibía. Tal como habían acordado, mensualmente Dabi le informaba sobre sus avances para romper la maldición. El proceso era lento, pero constante, decía el Nigromante. Parecía que la nueva Era de los reinos había comenzado con todo el brillo y ayuda del sol, el futuro parecía prometedor para todos, incluso para la sangre maldita de la dinastía Todoroki.
Y siempre, al final de sus cartas, Dabi le preguntaba como se sentía, así como pedirle quedarse siempre junto al Sol. Incluso sin Katsuki a su lado, solo con sus palabras, el pecho del Rey se mantenía cálido.
El invierno había terminado. La paz tenía un aroma dulce y armonioso. La amistad entre los reinos era fuerte. Había prosperidad, los habitantes disfrutaban de los buenos tiempos, la cosecha volvía a ser abundante, la lluvia en invierno hacía crecer los ríos y los sembradíos. La fruta deliciosa, el sol amable, el viento danzante.
Ahora que su reino poseía una estabilidad perdida hace años otra vez, podía preocuparse de si mismo.
Cuando Shouto hablo con las casas nobles, así como con el clero, de su deseo de construir otro palacio, las cabecillas de las instituciones del reino no estuvieron de acuerdo.
—¿Para qué necesita otro palacio? —preguntó un noble—. ¿Este hogar no es suficiente para usted? El palacio posee gran parte de la historia de su dinastía, mi Rey.
—Exactamente, las paredes de este lugar se han manchado de sangre muchas veces —explicó—. La maldición de la familia Todoroki está impregnada en cada parte.
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Donde nadie nos encuentre © | TDBK |
Fanfic| FINALIZADA | Shouto estaba decidido a encontrar su sol, aquello que alejaba la oscuridad de su sangre maldita. Y lo encontró en el hijo humano del Rey Dragón. Un príncipe que no deseaba la corona, y un salvaje que jamás había tenido contacto algu...