Alejarse fue mucho más difícil que verlo partir.
Tener que darle la espalda y volar de regreso a la costa, con el cuerpo entumecido no solamente por el frío viento de invierno. Si Eijiro notó su angustia, nada comentó. No había nada que el dragón pudiese hacer para llevarse el pesar de su hermano adoptivo, ni tampoco deshacerse del propio.
Llegaron a la costa cuando ya la luna se había alzado. Los dragones que se habían quedado en el reino escucharon desde la distancia el batir de las alas de sus compañeros, así cómo cuando Eijiro rugió para informar de su regreso, rápidamente la noticia se esparció por todo el pequeño reino y la gente se reunió a recibir a su Rey.
Felizmente, los dragones y los clanes expresaron su alegría desde el primer segundo en el cual Katsuki descendió del lomo de Eijiro. Dieron el espacio suficiente a su Rey para moverse, caminando detrás del rubio y mascullando una y otra cosa, algunas preguntas sobre el viaje, información sobre algunos percances ocurridos durante su ausencia, pero nada lo suficientemente grave como para necesitar la presencia del Rey.
Katsuki respondió a cada pregunta con un gruñido, con un monosílabo o con alguna palabra más dura. Su gente ni siquiera se inmutó ante su mal humor, estaban lo suficientemente acostumbrados a él e, incluso, si aquel permanente enfado no estuviese siempre presente en su Rey se les haría raro.
La gente lo siguió hasta la entrada de la montaña, pero más allá de eso no siguieron a su Rey. Sabían que, con su regreso, había mucho que el rubio debía arreglar quisiera o no. Eijiro deseo buenas noches en nombre de su hermano adoptivo y siguió los pasos que tan bien escuchaba, que resonaban contra cada pared de la montaña y le indicaban qué camino tomaba Katsuki.
El interior de la montaña había sido hermosamente modificada. Una vez dentro, parecía no ser realmente una montaña, sino un palacio con paredes de rojizo color. Los clanes eran increíbles artesanos, y habían recubierto el piso y las escaleras que conducían a los dos siguientes niveles de la montaña con una especie de cerámica blanca con patrones dorados. Habitaciones con puertas, lamparas de aceite en cada pared y en cada cuarto, mesas, muebles y todo lo necesario para hacer de aquella vieja montaña un verdadero palacio.
Eijiro estaba maravillado. Los salones dentro de la montaña estaban a medio construir cuando se marcharon para ayudar a Mesarthim. Su gente, sin duda, había trabajado arduamente.
Sonriendo, observando cada detalle a su alrededor, Eijiro apresuró sus pasos hasta caminar junto al rubio. Se dirigían hacia el despacho del Rey que los dragones y clanes habían insistido en construir para Katsuki aun cuando este no lo deseara.
—Es maravilloso, ¿no crees, hermano? Realmente parece un palacio de los hombres, solo que un poco más tenebroso.
—Si, si, será maravilloso hasta que el monstruo de volcán decida despertar.
—Hermano... estas un poco sombrío hoy.
—¿¡Ah!?
—¡Nada, nada!
Eijiro suspiró. Los pasos del rubio se volvieron mucho más rápidos, pronto se alejó de su hermano adoptivo. Caminando tranquilamente, y observando la espalda de Katsuki, el dragón notó la tensión sobre los hombros del humano. Su caminar rígido, la irritación que se alzaba desde sus poros y desprendía una esencia picosa.
Si, seguía enfadado y angustiado. Enfadado con el destino que no le permitía quedarse junto al Rey que poseía su corazón, y angustiado por la distancia y la responsabilidad que los separaba.
No tomo mucho tiempo para que aquella melancolía también fuese trasmitida al propio dragón.
Con el animo decaido, llegaron frente a las puertas del despacho del Rey. Katsuki se abrió paso sin siquiera dudarlo, y se detuvo en cuando notó que Shinzou lo esperaba cómodamente detrás del escritorio que, se suponía, le pertenecía al Rey.
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Donde nadie nos encuentre © | TDBK |
Hayran Kurgu| FINALIZADA | Shouto estaba decidido a encontrar su sol, aquello que alejaba la oscuridad de su sangre maldita. Y lo encontró en el hijo humano del Rey Dragón. Un príncipe que no deseaba la corona, y un salvaje que jamás había tenido contacto algu...