El fuego se extendía por todas partes. Devoraba los árboles, devoraba los cuerpos.
La sangre manchaba la tierra, por donde mirara había cadáveres. Muchos soldados muertos, degollados y más. La sangre de los provenientes de Mesarthim y Hemal manchaban sus tierras. Los cadáveres de ellos se mezclaban con los de su gente; sus guerreros y algunos inocentes. Por ahí estaba el cadáver de su esposo. Agradeció haberle dicho que lo amaba por última vez antes de que la batalla comenzara.
Escuchó el rugido de los dragones. Levantó su cabellera rubia al cielo oscuro manchado por el rojo de las llamas. Entonces, las flechas mata-dragones eran disparadas, muchos de sus compañeros caían a la tierra, aplastando a los soldados bajó sus grandes cuerpos bestiales.
Entonces, una bestia se detuvo a su espalda. Lentamente se dio la vuelta, sosteniendo con firmeza su espada, y miró al dragón de escamas rojizas y ojos dorados que siempre peleaba a su lado.
—Mitsuki — murmuró el dragón—. Ya es suficiente. Rindete de una vez, ya hemos perdido a tantos.
Mitsuki gruñó. Se dio la vuelta y comenzó a caminar otra vez hacia el campo de batalla.
—Déjate de tonterías, Ei, aún quedan más de esos malditos ahí afuera —El dragón gruñó detrás de la mujer, pero siguió sus pasos—. ¿Y los niños?
—Están bien, están ocultos como debe ser —informó—. Pronto el clan comenzará a moverse hacia Monoceros, según lo que acordaste hace tiempo con el rey Iida.
—Bien, solo debemos distraerlos un poco más.
La mujer de cabello rubio siguió caminando entre los cuerpos. El dragón la siguió, pidiéndole que se retirara de una vez. Ya había hecho suficiente, luchó valientemente, protegió a todos aquellos que estaban bajo su clan como la líder que era. Sin más, el dragón cambió a su forma humana, la forma de un hombre de cabello rojo y ojos dorados.
Corrió detrás de su amiga, tomó su muñeca y logró que se detuviera.
—Mitsuki-
— Está cerca.
Ambos callaron. Lo sentían. El frío se extendía por sobre el fuego. Se acercaba quién más temían. Sin importar cuanta sangre derramaron, cuanto lucharon, sabían que en el preciso momento en que la bruja llegara perderían la guerra.
Mitsuki miró a su amigo, le sonrió y le dio una suave caricia en el rostro que al otro hizo despertar. El dragón miró a la mujer, entendiendo que quería decirle. Posó su mano sobre la de ella, cerró los ojos dorados, dejando que las lágrimas cayeran en una suave y rítmica cascada.
—No seas un llorón —regañó, y jaló de su mejilla—. Ei, ahora eres padre, deja de llorar.
—Pero-
—Cuida de Katsuki —El dragón abrió los ojos, las lágrimas seguían cayendo. Mitsuki solo sonreía—. Por favor, cuida de mi malcriado hijo como si fuese tuyo.
El dragón se mordió los labios humanos, tomó un poco de aire, y se obligó a sonreírle a su mejor amiga tal como ella lo hacía.
—Estoy seguro de que Eijiro será feliz de tenerlo como hermano.
Mitsuki asintió. Se quitó la capa rojiza de sobre los hombros, y se la dio al dragón.
—Ve ahora — ordenó —. ¡Vete, vuela! Y dile a Katsuki que mamá y papá lo aman ¿si?
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Donde nadie nos encuentre © | TDBK |
Fanfiction| FINALIZADA | Shouto estaba decidido a encontrar su sol, aquello que alejaba la oscuridad de su sangre maldita. Y lo encontró en el hijo humano del Rey Dragón. Un príncipe que no deseaba la corona, y un salvaje que jamás había tenido contacto algu...