III: Preludio

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Cómo le habían informado los empleados, y como se decía en el pueblo, su padre concretó una reunión con el rey y su hija del reino contiguo.

Era un territorio de guerreros y herreros, creadores. Podía comprender fácilmente porqué su padre quería una alianza con ellos, además de escuchar que tenían grandes hechiceros bajo su servicio. La guerra contra los dragones se inclinaría a su favor.

Yaoyozoru Momo era hermosa sin duda. Aunque vestía demasiado revelador para el gusto y la moda de su reino, exigirle en ese momento vestirse acorde a otras costumbres no venía a la discusión. Shōto escuchó a su padre, y a su consejero, murmurar sobre que una vez que se casara con el príncipe debería usar vestidos completamente cubiertos como debía. Por supuesto, el reino Todoroki era mucho más frío que el reino Yaoyorozu.

Se reunieron a las diez de la mañana y luego se separaron hasta que fuese el momento de la comida en el ala sur. El rey Enji guió a su hijo hacia su oficina.

— ¿Qué piensas de la princesa, Shōto?

—¿Qué tengo que pensar?

Enji suspiró. Se sentó tras el escritorio de roble, siempre mirando al menor de sus hijos. Shōto, por otra parte, se quedó alejado en uno de los sofá en la habitación. Lo más distante que pudiera del rey, sabía que estaría en la oficina hasta que los sirvientes anunciaran la comida.

— Es una mujer hermosa, tiene buenos atributos a pesar de tener poca edad. — Shōto no lo miró—. Se ve que tiene una complexión fuerte, dará descendientes fuertes una vez que se casen. Esperaré tener nietos.

— ¿Nietos? — Shōto levantó la mirada en blanco—.  Sinceramente, padre, no quiero tener hijos. No tengo el... Mejor ejemplo de paternidad.

Si es que el comentario había sido insultante, el rey lo disimuló. Suspiró, se levantó y caminó hacia su hijo. Sin hostilidad, queriendo tocar la sensibilidad y el deseo de ser reconocido por su padre que, sabía, Shōto guardaba.

Pero realmente no lo guardaba.

— He buscado una princesa que, creo, podría gustarte y que calce con tu personalidad.

—Se ve como una buena persona, capaz y consciente de las responsabilidades de un reino, pero no la quiero.

— No depende de si la quieres o no, Shouto. — Al tener el contacto de la mano ajena sobre su hombro se sintió asqueado—. Conócela primero, tal vez con el tiempo te guste.

—Ya veremos.

La puerta fue golpeada tres veces, la voz de una sirvienta anunciando que la comida estaba lista. Shouto se quitó la mano de su padre con brusquedad, se levantó y fue el primero en salir de la oficina, Enji caminó tras su espalda.

De camino al ala sur, se topó con el rey Yaoyorozu y la princesa Momo. Pareció buena idea, para ambos padres, adelantarse y dejar que el príncipe y princesa caminaran juntos. Cuando Shouto iba a adelantarse, bastó una sola mirada dura de Enji para que quisiera hacerlo más, pero cuando vio a la chica a su lado, nerviosa y mirando el piso, cedió.

—Entonces... ¿Qué piensa de nuestra futura boda, joven Todoroki? —Por supuesto que Shouto no iniciaría la conversación.

Miró a la mujer junto a él, la luz del sol que se filtraba desde la ventana lo cegó por unos momentos y bloquearon la figura de Momo. Cuando sus ojos se acostumbraron al brillo estuvo seguro de poder ver desde lo lejos algo volar hacia donde las montañas se alzaban. Un dragón, pensó Shouto, e inmediatamente recordó los ojos rubíes del salvaje.

—Si le soy sincero, no me agrada la idea.

— Qué alivio... A mi tampoco.

La princesa suspiró. Sus hombros se relajaron inmediatamente tras escuchar la respuesta del príncipe Todoroki. Por otra parte, Shouto también sentía que un peso se quitaba de sobre sus hombros, incluso si su expresión facial no lo demostraba, era así. El que la princesa Yaoyorozu no quisiera ese compromiso forzado no era más que favorable para el plan que estaba armando.

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