III: Nirvana

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Sentados a mitad de la habitación, completamente a oscuras, con solo la suave luz de la luna filtrándose por el ventanal. Aquella luna siempre tan fría y lejana, que en algunas noches pudieron admirar y sentir en ella la ternura volvía a su esencia natural, se sentía mucho más desoladora que antes. 

La sangre seguía en la pálida palma, el par de ojos bicolores mantenían la atención en aquel detalle. ¿Qué significaba? No lo sabía, no lo entendía, solo sentía que fuese lo que fuese, no era nada bueno. 

La decepción creció, mucho más esta vez. El frío volvía a extenderse por todo su cuerpo, más rápido, creando una irreal muralla entre él y el mundo. Le pareció que la sangre oscura a medio secar en su piel se cristalizaba, lo sentía frío, como si fuese hielo...

Pero, antes de que pudiera solidificarse, la mano de su esposo cubrió la suya, cubrió la sangre que no podía dejar de mirar. Destruyó la imaginaria pared, alejó el frío y la decepción tan rápidamente con solo un simple acto de genuina preocupación. Los ojos bicolores se alzaron, captaron el suave brillo de aquellos iris rubíes de los cuales se había enamorado tras solo apreciarlos una vez, y que sabía los seguiría amando hasta el último día. Anhelando, buscándolos en sus sueños. 

La angustia que durante un momento se reflejó en el rostro de Katsuki había desaparecido, la convicción se interpuso, guiando no solo su temple de animo, sino también sus acciones y decisiones desde ese momento en adelante. 

—Vamos a solucionar esto —masculló el rubio—. Voy a encontrar una forma de romper la maldición.

El estado deprimente en el cual se encontraban impulsaron a Shouto a reír sarcásticamente de las palabras de su esposo. Pero no lo hizo. Suspiró desanimadamente. 

—No creo que esto tenga solución... 

—Existe esa maldita reliquia, ¿no? Hay una solución. 

—¿De verdad crees que esa reliquia exista? —bufó, sintiendo la ira aumentar de un momento a otro; alejó su mano de la ajena—. Es solo una ilusión, una absurda mentira para entregarnos un poco de esperanza mientras el bastardo que maldijo a mi familia se ríe de todos nosotros desde su tumba. Esa reliquia no existe. 

El entrecejo se frunció, la respuesta no siendo de su agrado y sintiendo que el bicolor lo rechazaba. Rechazaba su ayuda, el apoyo que juraron darse el uno al otro sin importar qué el día que contrajeron nupcias.

—¿Y qué demonios quieres hacer? —inquirió—. ¿Quedarte sin hacer nada y esperar la muerte? ¿Sin siquiera luchar? 

La mirada de desigual color volviéndose dura, fría contra aquel que juró siempre admirar con amor y devoción. 

Los estragos de la maldición que hasta ese momento habían avanzado lentamente decidían continuar dando zancadas. 

—Si, exactamente es aquello lo que haré. Esperar la muerte. 

—No puedes hablar en serio, Shouto...

—Lo hago —respondió, sin mirar el rostro ajeno—. Prefiero morir que buscar una solución que no existe. 

Shouto notó los puños de su esposo tensarse y temblar ligeramente. Las manos se posaron sobre sus hombros y el rubio lo obligó a subir la mirada.

—No me casé con un maldito cobarde.

Sin demora alguna, se alejó de las mano ajenas; sin poder retener la voz. 

—¡Entonces vete! —exclamó, a pesar de sabía que aquellas palabras no eran las que deseaba transmitir, no podía evitarlo, el veneno se derramaba desde sus labios—. ¡Dividamos la tierra otra vez y vete...! 

Donde nadie nos encuentre © | TDBK |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora