XIII: Familia

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¡Yo, Todoroki Shouto, líder de Arlequín, tomo aquí y ahora la corona de Mesarthim!

La guardia personal del Rey alzó sus armas y envolvió al soberano inmediatamente tras la proclamación del menor de los príncipes. 

La espada de los dragones fue blandida, resonó el rugido de un dragón que se extendió a cada rincón del reino, asustando a cada habitante, haciendo volar a cada ave escondida entre los tejados de los hogares refugiándose del frío.

El fuego se alzó desde el filo rojizo de la espada, las llamas besaron la catedral de Mesarthim, cubriendo tras su manto al grupo de rebeldes que rápidamente bajó del tejado antes de que el voraz fuego de dragón consumiese por completo las tejas grises. 

Las rosas blancas que adornaban muchas zonas del reino se pintaron de rojo. La campana de guerra, que no había sonado desde hace diez años, recorrió con su sonido al reino. 

Aquellos que estaban vestidos como bufones, entreteniendo a las familias y niños, sacaron sus armas y se lanzaron contra todo aquel soldado del Rey. Asesinando y decapitando sin importar quién estuviese mirando. De entre la multitud los adherentes a los rebeldes se abalanzaron contra los vasallos del Rey. De entre los túneles, desde los hogares, nobles, pobres que tomando sus armas salieron de sus moradas y lucharon contra los soldados del Rey. 

El ideal brillando en cada mirada, el deseo, la imagen del príncipe al cual decidieron seguir y nombrar, aun sin serlo, su Rey. 

Las explosiones resonaron en distintas partes del reino. Los cañones siendo disparados, destruyendo las principales fortalezas de la guardia real, destruyendo casas nobles, destruyendo todo aquello que representaba la tiranía de Todoroki Enji. 

El fuego consumiendo la madera, las columnas de humo alzándose al cielo y enviando la señal a los otros reinos de que ahí, en el reino maldito, la familia se enfrentaba al fin. La sangre contra la sangre. 

Las familias corriendo de un lado a otro, escapando de las armas o del fuego. Tapando los ojos de los niños, la imagen de los cuerpos que poco a poco caían quedando en la memoria de muchos. Los gritos de un lado a otro, los pocos soldados intentando mantener el orden. El centro del reino se volcó en el completo caos.

Los cuerpos huyendo chocando unos con otros, despavoridos ante el temor de ser atacados por aquellos que habían estando pacíficamente escuchando el discurso del Rey y que, tras la revelación del príncipe que creían muerto, extrajeron de entre sus ropajes distintas armas con las cuales se abalanzaron hacia los guardias.

Pero, los rebeldes no prestaban atención a los civiles. 

Cada soldado se concentró en tan solo proteger al Rey. Luchando y bloqueando el camino de los rebeldes hasta Todoroki Enji. Otros pocos, protegiendo a la princesa y al príncipe restante. 

—¡Debemos salir inmediatamente de aquí! —exclamó Hawks—. ¡Protejan al Rey y a los herederos! Mi señor, deberíamos regresar al palacio inmediatamente. 

Los ojos del Rey se mantuvieron alzados, observando como el fuego devoraba la catedral rápidamente. El fuego de los dragones era letal contra todo aquello que fuese amado por la corrupción de los hombres, recordó. Aquel fuego, que alguna vez sintió y que tuvo de su lado, se volcaba en su contra.

No solo el fuego, su propia sangre también. Los puños de Enji se tensaron, y posó su diestra sobre la espada que cargaba en su cintura. 

—¿Mi señor...? —llamó Hawks una vez más al no escuchar respuesta del monarca—. Mi señor, tenemos que regresar al palacio donde la mayoría de los guardias está. Debemos ponerlo a salvo...

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