XX: Remover

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Cuando la luna se asomó y ocupó el lugar del sol, llegaron a las cercanías de las tierras de los dragones.

Nadie habló durante el trayecto por aire. El nerviosismo y la ansiedad eran palpables, las manos tensas, los ojos fijos en el camino, cada cual sumido en sus propios pensamientos y en la soledad de la conciencia. El deseo de querer, al fin, cerrar este capítulo de sus vidas era la primera prioridad en sus cabezas más allá del frío o del hambre. Pero era parte de la inocencia creer que la vida era tan sencilla, que todo volvería a una monótona tranquilidad una vez que la maldición fuese anulada.

El mundo era cruel e injusto. Entregaba un momento de felicidad y plenitud, para después arrebatarlo. Y aquel detalles, todos aquellos que volaban sobre el lomo del dragón y el propio dragón, comenzaban a comprenderlo.

En algún momento durante el viaje intentaron comenzar una plática entre el grupo y hacer del viaje mucho menos tenso, pero cualquier intento rápidamente fallaba. Dos personas se mantenían alejadas del grupo que viajaba. Cerca de la cabeza del dragón, Katsuki estaba de pie, con un perfecto equilibrio y mirando siempre hacia el horizonte, de vez en cuando respondiendo con monosílabos a lo que fuese lo que Eijiro estaba hablando en su forma dragonia. El príncipe Todoroki estaba en el extremo opuesto, un poco más atrás del grupo, mirando hacia la nada misma, sumido en los pensamientos que nadie jamás podría conocer.

Más de una vez el príncipe Iida intentó alejarse del grupo y acercarse al rubio, pero cada vez que lo hacía, Midoriya se lo impedía. Era simplemente una falta de respeto que quisiera seguir con sus intentos de cortejo hacia el rubio cuando el príncipe de Mesarthim viajaba con ellos sobre el mismo dragón.

Izuku no quería ser irrespetuoso con el príncipe de Monoceros, pero ya estaba bastante cansado de ver sus intentos de cortejo. Admiraba esa determinación propia del príncipe Tenya, pero parecía estar cegado por un ideal imaginario que él mismo había construido en torno a Katsuki. El peliverde sabía que Tenya no quería realmente al rubio, no, lo único que él quería era cambiarlo, estaba cegado por aquella idea de volver civilizado a un salvaje, por la idea de estar junto a un Bakugou.

Cuando el príncipe de Monoceros se levantó, Midoriya estuvo a punto de pedirle que se sentara una vez más, temiendo que se acercara a Katsuki. Pero, Tenya desvió de camino, se acercó al otro príncipe y bajo la atenta mirada de todos y una mirada disimulada de Katsuki, se sentó a un lado de Shouto.

El bicolor solo lo observó sin comprender que hacía, con que razón y cuanta osadía poseía el otro príncipe para acercarse a él después de intentar cotejar al chico que Shouto amaba.

-Parecías un poco solitario -dijo Tenya, mirando hacia el horizonte.

Shouto volvió la vista al oscuro paisaje. Las estrellas estaban ocultas detrás de las nubes de invierno.

-Siempre he sido una persona solitaria - respondió-. Es algo propio de los príncipes, ¿no?

-Así es... Estamos siempre rodeados de sirvientes, tutores, guardias, pero aun así estamos solos.

Shouto asintió. Giró la mirada y observó la espalda del rubio detrás de aquella capa oscura que utilizaba como remplazo de la rojiza que perdió.

-Hasta que sentimos el sol por primera vez y nos damos cuenta de que vivimos entre hielo -Sus ojos desiguales no dejaron de observar al rubio, la forma en que la luz de la luna iluminaba su cuerpo, la luz etérea que le envolvía-. Y luego ya no podemos volver al frío. La soledad se hace insoportable.

Tenya a su lado suspiró. Sacó una caja de terciopelo azul que llamó la atención de Shouto. Entonces, lanzó la cajita al vació.

-¿Qué era eso? -preguntó Shouto.

Donde nadie nos encuentre © | TDBK |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora