Capítulo 48: Matices.

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(Leo)

La sonrisa felina que esbozaba el rostro de Raymond se ensanchó apenas contempló a Alison junto a la puerta y su vista viajó desde su cabeza hasta su vientre, donde se detuvo por más tiempo del necesario.

La tomé del brazo para alejarla por mera inercia, impulsado por el temor que me provocaba su presencia cuando estaba tan cerca de ella.

Coloqué a Alison tras de mí y miré a Raymond desde mi altura, quien no se intimidó en lo más mínimo y mantuvo una postura rígida, sin que la sonrisa que adornaba su rostro flaqueara en ningún momento.

—Qué sorpresa—dijo al tiempo que entraba a la estancia evitándome y abriéndose paso hasta el vestíbulo, donde Bastian alejaba aún más a Alison de su presencia y Daphne cruzaba los brazos, en un pobre intento de defensa—. Veo que interrumpo una reunión familiar.

La jovialidad de su voz no llegaba su rostro, que parecía más arrugado y fofo de lo que recordaba. Las ojeras bajo sus pequeños ojos pigmentados habían crecido considerablemente, pero no tanto como su barriga.

—¿Qué haces aquí?—pregunté tratando de contenerme lo más posible, porque lo único que quería en ese momento era romperle el cuello con mis propias manos—¿Cómo supiste...?

—¿Cómo supe de su patético intento de refugio?—dijo con sorna, al tiempo que escaneaba con displicencia el lugar.

Hizo una seña con la mano y dos de los gorilas que hacían las veces de sus guardaespaldas entraron a la casa de Bastian. El más grande de ambos, que parecía King Kong con traje, tenía a Chelsey presa de un brazo para mantenerla en el lugar.

Se sacudió inútilmente y cuando levantó el rostro, sus ojos estaban hinchados, sus mejillas rojas y el rímel terriblemente corrido.

Alguien en la sala emitió un quejido de sorpresa y no pude definir si pertenecía a Daphne o a Alison.

—Lo siento—dijo con un hilo de voz, inundado de arrepentimiento.

Me mordí el interior de la mejilla y quise llegar hasta el hombre para que la dejara libre, porque sabía que la estaba lastimando, y no soportaba verla en ese estado tan vulnerable, porque Chelsey siempre había sido así.

—Verás, reconozco que eres bastante escurridizo—mi tío encuadró los hombros—. Muy inteligente de tu parte no mantener al tanto a tu madre y a tu hermana de tu paradero. Pero después del fiasco del inútil de Hayware, supuse que seguirías en el hotel, pero para cuando fueron a buscarte, ya habías desaparecido.

Hizo otra seña con la mano y King Kong dejó libre a Chelsey, quien recorrió los pasos que nos separaban y yo la tomé de los brazos cuando trastabilló para que no perdiera el equilibrio.

Temblaba tenuemente y gimoteó. Alison se acercó y la tomó de la mano, al tiempo que le susurraba algo por lo bajo.

—Qué conmovedor—dijo Raymond con burla—. Vaya que las tienes en tu poder, mira que hacerlas convivir como si fueran familia.

—Cerdo—escupió Alison con desdén y noté la furia que había en su voz.

Él la miró con expresión agria, como si el simple hecho de posar sus ojos sobre ella le causara repulsión y, una acidez se extendió por mi estómago.

—Creo que no tienes la autoridad para decirme eso—replicó dignamente él—. Si para cerdos vamos...

—No te atrevas—lo amenacé entre dientes, con hastío—. Si terminas esa frase, te juro...

—¿Me juras qué?—Raymond por fin colocó sus ojos en mí. Brillaban con malicia y desafío.

Avancé un paso hacia él, listo para despedazarle el rostro sin con eso era suficiente para alejarlo definitivamente de Alison, de mi hijo, de Chelsey, de mi familia.

Jade [+18] ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora