Capítulo 22: Bendito alcohol.

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(Leo)


Fijé mi vista en la puerta de Alison, esperando que si la miraba por suficiente tiempo, acabaría por incendiarse, con ella dentro y por fin podría tener paz.

Me había revisado al menos cinco veces, por todas partes, asegurándose de que no sufriera de alguna contusión, una fractura, una rotura de culo o algo así. No era un niño, sabía perfectamente lo que hacía.

Sin embargo, no era  aquello lo que me hacía querer incinerarla viva. No, era el hecho de que no respetara nuestro trato y se dedicara a flirtear abiertamente con Bastian frente a mí.

En un intento por aliviar la tensión vivida en el incidente de la carrera, Daphne nos había hecho una invitación a una fiesta que llevaba tiempo organizando y  Alison ni siquiera me miró para aceptar.

Tenía un horrendo sabor a hiel en la boca. Y lo más inaguantable era que me mantenía esperando, a mí, a quien debería temerle como si fuera su peor pesadilla materializada, a que terminara de arreglarse.

—¿Qué te toma tanto tiempo?—demandé alzando la voz y abriendo una botella de cerveza para aminorar la tortura de la espera. Si tenía suerte, perderíamos a Bastian y Daphne dentro de todo el gentío en menos de una hora y yo podría volver a la tranquilidad del cuarto de hotel.

Jodidas mujeres. Otra cosa más  que me fastidiaba de ella era su forma casi entumecida de arreglarse. Era tan lenta. Además, no entendía cuál era el atractivo de pasar tres putas horas frente a un espejo viendo cada imperfección.

—¡Por Dios!—me gritó desde la habitación—¡No sabía que estuvieras tan ansioso por ir!

Gruñí por lo bajo. Yo era un personaje importante en el mundo empresarial, tenía poder. Un chasquido de mis dedos era suficiente para desaparecerla, maldición. ¿Por qué me faltaba al respeto en cada ocasión?

Muchas mujeres matarían por la oportunidad de hablarme, mucho más de tenerme encima suyo y compartir el espacio conmigo y aquí estaba ella, dirigiéndose a mí con la misma veneración y adoración con la que se dirigiría a un mapache salvaje y abusando de mi naturaleza protectora para convertirme en su guardaespaldas personal.

—Sólo dame un segundo, estoy tratando de decidir qué zapatos ponerme.

Era una jodida fiesta de ebrios. No era una reunión o algo así. Yo estaba vestido apropiadamente: vaqueros y una camiseta. No entendía cuál era la dificultad en ponerse unos vaqueros y cualquier blusa, pero parecía tener a Alison inmersa en el problema más difícil de su vida.

— ¡Leo!—chilló—. ¿Debería usar sandalias o zapatillas?

— ¡No me importa!—rugí—. ¡Maldición Alison!

—Okay, zapatillas. ¡Gracias Leo!

Puse los ojos en blanco. La prefería muerta de miedo abrazada a mi pecho que gritándome sobre estúpidos zapatos de los cuales no entendía nada.

La puerta se abrió de pronto y caminé hacia ella con toda la intención de decirle que podía joderse, que fuera sola, que estaba loca...hasta que vi lo que estaba usando.

El vestido, si se le podía llamar así, porque parecía más un calcetín color negro en el que se las hubiera ingeniado para meterse, era muy, muy corto y muy, muy ajustado, definiendo la curvilínea figura que poseía y que ni en mil años dejaría a Bastian contemplar. Había rematado la vestimenta con un par de zapatos muy, muy altos y muy, muy rojos que la hacían lo suficientemente alta para alcanzar mi nariz. Su cabello estaba ondulado y rebelde y su maquillaje se concentraba en los ojos.

Jade [+18] ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora