Capítulo 46: Bravura.

108K 9.2K 13.8K
                                    

(Alison)

Podría apostar a que se preguntan qué fue lo que cambió mi mente.

O la alteró. O me abdujo a alterarla.

Podría apostar a que creen que es porque no tengo voluntad.

Lamentablemente, no poseo esa capacidad de resiliencia que ustedes tan fervientemente esperan que tenga.

Podría apostar incluso que creen que es porque no tengo la voluntad suficiente para darle la espalda definitivamente, porque estoy tan patéticamente enamorada de Leo que estoy dispuesta a montar esta jodida montaña rusa de emociones una vez más; que no tengo determinación, agallas, resolución...podría utilizar el diccionario completo y aun así no lograría englobar todos sus pensamientos sobre mí.

Puedo ver por qué piensan de esa manera. Dios, incluso yo misma lo pensaría si fuera ustedes. Y sí, tal vez constituye un poco la razón del porqué decidí darnos otra oportunidad: cuánto lo amaba. Cuán fuerte, cuán absurdamente, porque, si te detuvieras a analizarlo por un minuto, te darías cuenta de que teníamos poco más de un año conociéndonos y la mayor parte de ese tiempo lo invertimos entre las sábanas; abrigados por la oscuridad y protegidos por la secrecía que demandaba el tipo de relación que manteníamos.

La verdad era que Daphne, con su desdeñoso actuar, fue la que me hizo reparar en lo que realmente estaba pasando, como un niño caprichoso que ignora los comentarios de sus padres y después cae duramente con el culo sobre la tierra: en mi caso, sentí como si hubiese caído de bruces sobre el suelo.

Así de fuerte fue la bofetada que me dio el presente el día que me di cuenta de que ya no era una niña y que ya no podía huir más de las circunstancias desagradables que rodeaban mi entorno o darles las espalda o ignorarlas, porque no era así como funcionaba el mundo, no era así como funcionaba la vida real.

—Dios, ¿podrías parar?—dijo Daphne de pronto con el rostro compungido en una mueca de desagrado desde el otro lado de la barra de la cocina—. Me enferma el hecho de tener que verte en ese estado.

Tardé un par de segundos en ajustar la vista para enfocarla y cuando parpadeé, caí en la cuenta de que llevaba bastante tiempo sin moverlos si quiera, totalmente abstraída en mis pensamientos.

—¿Qué?—la voz que emití fue rasposa, como si hubiesen pasado días desde la última vez que había hecho sonido alguno.

Daphne suspiró exasperada y se colocó con brusquedad un claro mechón que había logrado escapar de su despreocupado moño al tiempo que me miraba como si quisiera tener la habilidad de poder clavarme estacas solo con sus grisáceos ojos.

—Eres tan patética que podría vomitar—mencionó con desdén y yo lancé un quejido de mera indignación porque, ¿cómo podía ser tan grosera?

—¿Disculpa? Si tuviste un mal día, no estoy dispuesta a ser tu jodido tubo de escape, busca a otro desgraciado que soporte tus insultos.

Me dispuse a incorporarme y largarme de ese lugar, porque lo último que necesitaba en ese momento era otra persona que estuviera recordándome lo ‹‹patética›› que era; ya tenía suficiente con lo que había transpirado entre Leo y yo.

‹‹Alison, te amo››

Porque no importaba que ya estuviéramos hasta el cuello de nuestra propia mierda, siempre alguno de los dos tenía que joderla en grande y colocar un poco más en el saco.

Daphne bufó burlonamente antes de que completara mi objetivo y me detuve.

—Estás tan enamorada y tan enojada por ello. Dios, eres una masoquista.

Jade [+18] ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora