Capítulo 13: Sorpresas amenazantes.

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(Alison)


Cerré la llave de la regadera cuando sentí el ardor en mi hombro. Estaba tan inmersa en mis pensamientos que ni siquiera noté cuando el agua se había tornado demasiado caliente. Odiaba esos asaltos que se habían vuelto más comunes e intensos.

Culpando de todo al estrés y la falta de sueño que había sufrido recientemente. Salí del baño envuelta en una toalla y me dispuse a vestirme para otro divertido y emocionante día en el servicio del hospital general junto al cretino de Louis. No importó cuánto rogara a Dios, cuántas promesas hiciera o cuánto le suplicara al profesor Callahan, los equipos no podían cambiarse.

Después de colocarme un pantalón ajustado y un top cómodo con zapatos a juego me dirigí a la cocina para buscar algo comestible entre los montones de comida congelada. Pero lo que me encontré no fueron los paquetes de carne fría o fresas tiesas, sino a Tamara preparando el desayuno.

No sabía qué me sorprendía más: que Tamara estuviera cocinando el desayuno o que ella en realidad supiera cocinar. Debía haber tenido una buena noche de sueño o muy pocos clientes el día anterior porque muy escasamente se levantaba tan temprano.

—Buenos días—dijo casi cantando mientras me servía un plato de comida de verdad. Me sentí casi aturdida de verla en esa situación. Se sentó junto a mí para desayunar sin desaparecer la sonrisa de su rostro o sus movimientos joviales. — ¿Dormiste bien? ¿Quieres que te prepare algo para comer mientras estás en el hospital? Luces cansada... ¿hay algo en lo que te pueda ayudar?

La miré como si le hubiera crecido otra cabeza; ella en cambio, no se inmutó y continuó con esa sonrisa brillante en el rostro.

—Bien, ya dime. ¿Qué está pasando?

— ¿A qué te refieres?—preguntó de manera inocente sin dejar de sonreír en ningún momento.

Le lancé una mirada inquisitiva.

—No lo sé, tú dime. Has estado sonriendo todo el rato e incluso hiciste el desayuno... ¡tú hiciste el desayuno!­—apunté con tono dramático mientras miraba con desconfianza lo que ella había preparado—. Normalmente tengo que bajar hasta el infierno y volver para despertarte y tengo que escuchar todo el tiempo la misma canción de no me quiero levantar, odio madrugar, cinco minutos más, Alison, son las nueve de la mañana, ni siquiera el idiota de Óscar se ha levantado y creí que nunca viviría para verte despierta tan, tan temprano.

Se echó a reír tratando de restarle importancia.

—No es nada cariño, estás imaginando cosas.

— ¿Lo estoy?—la presioné. La conocía demasiado bien y apostaría mi vida a que algo había ocurrido. Algo grande.

Clavé mis ojos en ella hasta que sus mejillas se tornaron rojas como un farol.

— ¡Está bien! ¡Está bien! Pero deja de mirarme como si quisieras atravesarme con los ojos, asustas mujer—se irguió en la silla y me dedicó la más radiante de sus sonrisas mientras yo tomaba un sorbo de jugo de arándano para calmar la curiosidad.

—Santiago ha hablado sobre casarnos—.Mala idea. No debí haber bebido el jugo, estuve a punto de escupirlo.

— ¡¿Qué?!—dije exaltada entre toses y tratando de mantener la calma; eso sí que era algo grande e inesperado. —Estás jugando... ¡Tienes que estar jugando!

No pude contener la sonrisa y la abracé con fuerza. Estaba feliz por ella, después de tantos baches en el camino ya iba siendo hora de enfrentarse a algo que la hiciera dar saltos de felicidad y no de frustración. Quería saber, preguntarle si se había armado de valor y le había confesado aquello que era lo único que los separaba en realidad, pero estaba tan llena de gozo que no quise reventar su burbuja.

Jade [+18] ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora