Capítulo 21: Pasiones letales.

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(Alison)

                  

El lugar al que habíamos llegado era sinuoso y escabroso. Un terreno ancho con un camino surcado por montañas áridas que parecían a punto de venirse abajo. Se sentía como estar en el desierto.

Había una maraña de carreteras que se desprendían de la principal y la única edificación visible al menos en trescientos metros era una finca vieja y desvencijada. De dentro, gente salía vestida con chamarras de cuero, guantes y cascos. Alcanzaba a escuchar el griterío que venía de detrás de la construcción.

Seguí a Leo a través del campo. ¿Qué tenía de especial este inhóspito y caluroso lugar?

Pronto, sin embargo, encontré la respuesta.

Ante nosotros había al menos cuatrocientas personas, todas amontonadas para apreciar lo que a mi parecer era una carrera. Estaba lleno de chicos apostando, hombres bebiendo y mujeres vistiendo prácticamente nada.

A medida que avanzábamos, me di cuenta de que todos los ojos estaban fijos en nosotros; murmuraban entre sí y dejaban de apostar para prestarnos atención. Me sentí incómoda de inmediato pero para Leo no parecía nada nuevo.

— ¿Soy yo o eres bastante conocido por aquí?—cuestioné cruzándome de brazos en modo protector. Este lugar me asustaba.

Él no me respondió, simplemente se dedicó a caminar con ese saco de superioridad a medida que se apartaban de su camino para abrirle el paso.

Éste tipo tiene que ser bastante importante aquí si los puede controlar de esa manera.

Llegamos hasta una especie de carpas que estaban dispuestas a lo largo de la carretera para observar el espectáculo. Leo se acercó a uno de los hombres, de tez aceitunada, bigote y hombros anchos que estaba sentado como todo un rey en una gran silla, con una mujer en cada pierna.

Dejó de besar el cuello de la mujer de cabellos oscuros cuando ella  le hizo una seña y el hombre sonrió de una forma torcida, casi grotesca.

—Pero mira qué tenemos aquí—dijo con sus ojos pardos brillantes, despachando a las mujeres—. Si es el pequeño Leo.

Se puso en pie y casi me atraganté. Era más alto él por mucho y parecía un semental, capaz de tapar la luz del sol con su cabeza calva.

—El pequeño Leo te metió tu título por el culo cuando apenas tenía catorce años—sonrió con suficiencia y el hombretón  soltó una carcajada rasposa, como si se frotaran dos lijas.

—¡Ven aquí, cabrón!— lo envolvió en un abrazo de oso tan fuerte que creí que le rompería los huesos—.Pero si sigues siendo todo un hijo de puta.

Le palmeó la espalda orgulloso, como si fuera su padre y Leo sólo lo dejó ser.

¿Tenía catorce años cuando se metió con esa bestia? Era un demente.

—Hay cosas que nunca cambian Jorge. Tu horrenda cara, para empezar.

—Bah, no se necesita de la cara para tirarse a las mujeres—hizo una mueca—. Lo único que las vuelve locas es lo que está aquí—apretó lo que tenía entre sus piernas con una seña obscena.

Comenzaba a entender de dónde había sacado Leo su adorable personalidad casi misógina.

Parecía cómodo en ese ambiente, nunca lo había visto reírse de forma tan jovial, tan despreocupada. Incluso bromeaba con el hombre que parecía el hermano del Jeti. Le ofreció una cerveza y luego de hacer un brindis por algo, comenzaron a beber.

Jade [+18] ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora