Capítulo 20: Dinero y seducción.

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(Alison)

                 

No podía dormir. El sueño se negaba a apoderarse de mí y después de haber dormido unas cuantas horas y dar mil vueltas en la cama, me resigné a ponerme en pie. Tal parecía que Leo había tenido la misma idea, porque tampoco estaba en cama desde hacía bastante tiempo.

Suspiré y me senté en el alféizar del gran ventanal. Podía observar la ciudad desde lo alto del edificio, con los  rascacielos ensartándose como agujas en la infinita oscuridad y las luces lejanas pululando como luciérnagas durante la noche.

A él le gustaba la buena vida. Podía notarlo en todo lo que poseía, en la forma tan grácil en que se movía, la pulcritud en su vestimenta, todo en Leo era elegancia y sobriedad.

El hotel al que me había arrastrado era enorme y estilizado; candelabros dorados colgando de los techos, iluminando obras de arte invaluables, columnas de mármol bordeando el vestíbulo y una alfombra de terciopelo que marcaba el camino hasta los ascensores.

Podía ver el lujo en cada esquina y no hacía más que provocar una sensación de extrañeza en mi interior. Parecía sacada de un bote de basura a comparación de las mujeres que se sentaban en la recepción: diamantes, pieles, poder.

Tomé una bocanada de aire, el dulce sabor del invierno dejando un gusto amargo en la punta de mi lengua.

A estas alturas, ya tendría que saberlo. Era un hombre inteligente y una puta cualquiera no sería capaz de dar un masaje cardíaco con la misma facilidad con la que yo lo hice. Sabría ya que estudiaba medicina. Sin embargo, no era aquello lo que me preocupaba; había muchísimas facultades y tardaría al menos un año para saber quién era yo realmente.

Lo que me había mantenido despierta habían sido las pesadillas. Los recuerdos.

Desde que había comenzado a compartir la cama con Leo en repetidas ocasiones, fui cayendo en la cuenta de que habían desaparecido. O eso creía, hasta la noche del incidente de Louis. Me sentía tensa y cansada todo el tiempo, paranoica incluso.

El sueño que más se repetía era el de mi primera vez, la primera vez que tuve a un hombre-o a varios, más bien, dentro de mí.

Había llegado al bar después de huir de la trabajadora social por días, tenía hambre y olía a mar. Tamara era apenas una muchacha, prácticamente de mi edad, pero me acogió en el bar en cuanto me vio. Habló con Óscar y le preguntó si podía quedarme. Él me evalúo con descaro y ojo crítico, me preguntó si sabía leer y hacer cuentas y por un tiempo atendí la caja, hasta que los clientes comenzaron a mostrar demasiado interés en mí y pronto comprendió que no podía dejar escapar a su mayor fuente de ingresos.

Virgen, joven e inexperta, me condujo hasta una habitación al final del pasillo. La luz era tenue y dentro había seis hombres mirándome fijamente mientras avanzaba al centro de la sala. Sentí el miedo atroz anidándose en mi pecho y no supe qué hacer.

‹‹-Vas a hacer todo lo que estos hombres te pidan, ¿entiendes, Jade?›› Había susurrado en mi oído y creí que me desmayaría del terror en ese momento.

En cambio, el mismo instinto animal por sobrevivir que se había apoderado de mí cuanto me enfrenté a mi padre años atrás emergió de nuevo desde lo más profundo. Traté de correr, grité, rasgué y mordí pero Óscar era más fuerte, siempre fue más fuerte y me golpeó cuando perdió la paciencia. Aturdida, forzó drogas a través de mi garganta y lo vi sonreír por última vez antes de irse y dejar que los hombres me violaran.

Uno tras otro. Jamás pensé que algo tan natural viniera acompañado de un dolor tan perverso, de rostros difuminados, risas roncas, manos ásperas e insultos. Me tomaron hasta sentirse satisfechos, de todas las maneras posibles y por todas partes. Y cuando era un desastre tembloroso en el suelo, con la mirada vacía fija en los zapatos de hombres riéndose, todo se detuvo.

Jade [+18] ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora