Capítulo 9: Fiesta.

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(Leo)

Si tuviera que elegir uno de los rasgos que más me agradaban de Madison, definitivamente sería su eficacia. Una sola llamada había sido suficiente para que ella se presentara en la puerta de mi departamento con todo lo que había solicitado.

-Señor-fue lo único que dijo al pasar por el umbral, para después comenzar a trabajar en la realización de un milagro.

Había considerado llevarla conmigo; habría sido una idea mucho menos disparatada que llevar a una prostituta. El problema era la incomodidad que acompañaba al asunto: Madison apenas me dirigía la palabra y pasar por lo menos cuatro horas en su compañía no era precisamente mi opción predilecta.

- ¡Es tarde!-grité observando el reloj en mi muñeca. Teníamos veinte minutos de retraso.

Si había algo que odiaba era la impuntualidad y no estaba dispuesto a llegar tarde por las estupideces de alguna mujerzuela.

Me mantuve de pie en la sala de estar, con las manos en los bolsillos contemplando mis zapatos. ¿Qué tanto puede tardar una mujer arreglándose? Estaba ofuscado. Si ella no bajaba enseguida iría a-

-Te escuché la primera vez-dijo con voz serena a mi espalda -. No tenías porqué gritar otras tres veces.

Me giré para encararla y exigirle que demostrara más respeto en la forma en la que se dirigía a mí pero olvidé las palabras en cuanto la tuve enfrente. Madison en verdad había logrado un milagro.

Jade ya tenía una belleza natural, pero la tenue capa de maquillaje y el vestido que se ceñía en su pequeña cintura la hacían ver...la hacían ver...

-Casi decente.

- ¿Casi decente?-repitió, ofendida-. Tu secretaria estuvo más de una hora esmerándose en mí y, ¿todo lo que tú tienes para decir es que me veo "casi decente"? ¿Qué demonios te pasa?

Me recargué en la pared junto al sofá y la observé largo y tendido. Se veía más que casi decente, se veía preciosa y jodidamente apetecible...pero no iba a dejar que se pavoneara; odiaba los halagos.

-Lo que escuchaste. Es lo único que se le puede decir a las de tu tipo-respondí con más brusquedad de la deseada y Jade me miró con el ceño fruncido. Abrió la boca para decir algo más cuando mi secretaria bajó cargando con todo el equipo que utilizó en mi acompañante.

-Te lo agradezco, Madison. Lamento haber interrumpido tu fin de semana.

-No hay problema. -Inclinó la cabeza a modo de despedida y la encaminé hasta la puerta. Una vez fuera, volvió a asentir levemente-.Con su permiso.

Y se esfumó de la misma manera silenciosa con la cual había llegado.

- ¿Sabes qué deberías hacer para agradecerle a tu secretaria?-Jade me miró desde el otro lado de la estancia con los brazos cruzados sobre el pecho-. Pagarle un club de conversación para que aprenda a decir más de cinco palabras.

Gruñí con irritación al comprobar que entre más hablaba, más tiempo perdía para llegar a la reunión. Me abrí paso hasta ella y la tomé del brazo para arrastrarla fuera del departamento, escuchando sus alegatos detrás de mí.

-A ti debería enviarte a algún monasterio para que aprendieras a decir menos de cincuenta palabras por minuto-la regañé al llegar junto a mi auto, totalmente hastiado por sus quejas.

La tenía tan cerca que podía percibir su respiración y me miró con ojos fieros, como si me desafiara. No era más que un juego del tira y afloja para ver quién se rendía primero, hasta que ella habló.

-Me lastimas. -Bajé la vista y me percaté de que apretaba su brazo con demasiada fuerza. La solté sin mucha delicadeza. Me disponía a entrar en el auto cuando ella volvió a quejarse.

Jade [+18] ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora