Capítulo 39: Agridulce regalo.

99.9K 9.3K 11.2K
                                    




(Alison)


                  

Estaba consciente de lo determinado que era Leo. Conocía la manera en que una idea se sentaba en su mente y lo imparable que podía ser hasta conseguir lo que deseaba. Comprendía lo peligroso que era cuando estaba furioso, pero jamás pensé que llegaría a tal nivel.

Cuando él me pidió el nombre de mi agresor, estaba segura de que se vengaría, que tomaría cartas en el asunto. Había visto su faceta sobreprotectora y la manera en que podía reaccionar cuando dañaban algo que le era importante.

Suspiré pesadamente, sintiéndome levemente mareada por el aire fresco que corría a través del jardín de Víctor y la tenue niebla que envolvía nuestros tobillos igual que dedos fantasmales.

Leo movió sus manos, observando sus nudillos mientras yo me mantenía estática, analizándolo. Una parte de mí se sentía feliz de caer en la cuenta de cuán importante era para él, defendiéndome de ese modo. No obstante, los golpes nunca me habían parecido una opción viable para demostrar el afecto.

—¿Qué?—dijo una vez se dio cuenta que lo miraba— ¿Vas a enojarte conmigo por defenderte? ¿Por poner a ese idiota en su lugar?

Señaló hacia la casa, airado. Fruncí los labios, tratando de ordenar mis pensamientos.

—La violencia nunca es una opción—respondí luego de unos momentos.

— ¿Y qué esperabas que hiciera? ¿Que le permitiera lastimarte enfrente mío? No, lo siento—negó con ahínco—. Tenía que mostrarle a aquél cabeza de mierda cuales son las consecuencias de meterse contigo.

—Esa no era la manera. Tal vez si hubiese hablado con él...

Bufó.

—Sé realista Alison. Él no iba a detenerse, como tampoco lo hizo antes. Tenía que sacártelo de encima.

Me mordí el labio, indecisa. Odiaba las peleas, los golpes, y más aún cuando eran por mi causa.

—Ya deberías saber cómo defenderte—continuó, flexionando sus nudillos amoratados y ensangrentados—. ¿Qué demonios hacías cuando trabajabas en el bar? ¿Simplemente dejabas que hicieran contigo lo que quisieran?

— ¡Claro que no!—Leo seguía furioso, lo sabía, pero tampoco tenía que dirigirme toda esa ira—. Yo puedo defenderme sola, ya te lo he dicho.

—Sí, lo noté—espetó con sarcasmo—. El imbécil te acorrala y tú simplemente te quedas quieta.

Estaba yendo demasiado lejos. Fruncí el ceño, molesta y lo encaré.

—¡¿Cuál es tu maldito problema?!

—¡TÚ!—rugió. El muro que normalmente contenía su actitud estaba siendo demolido frente a mis ojos. Me tomó de los hombros y me colocó con poca delicadeza en la pared trasera de la casa de Víctor, dejándome sin respiración por un instante.

Rápidamente, tomó mi pierna para colocarla junto a su ingle y mi brazo detrás de su cuello. Tuve que sostenerme con fuerza para no perder el equilibrio.

—Ahí. Justo ahí es donde duele—explicó de manera autoritaria—. ¿Es tan difícil para ti entenderlo?

Lo miré iracunda, con un deje de excitación creciendo dentro de mí. Incluso en ese estado, tan colérico y airado como estaba, una parte de mí no podía dejar de sentirse atraída por su faceta dominante e imperiosa.

—Suéltame o te juro que en verdad va a dolerte.

Dejó ir mi pierna con brusquedad y recobré la compostura.

Jade [+18] ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora