Capítulo 10: Juego de reconocimiento.

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(Leo)

Una persona. Jade tenía los ojos clavados en una persona que se encontraba a unos cuantos pasos de distancia, conversando banalmente con una pareja que sólo había visto un par de veces.

— ¿Qué pasa con él?—susurré cerca de ella.

—Él sabe...—respondió, sin despegar los ojos de aquél hombre.

— ¿Él sabe qué?—dije con exasperación, sacudiéndola levemente para que ella me mirara.

—Sabe quién soy.

La observé perplejo, sin entender realmente a qué se refería.

—Sabe que soy una prostituta—me explicó, ahora más nerviosa que asustada—. Fue mi cliente hace apenas una semana. Leo, sabe quién soy.

Un extraño sabor a hiel se extendió por mi boca y me sentí repentinamente molesto. De todos los hombres en el mundo, ¿por qué Jade había tenido que acostarse con Alan Reed?

— ¿Estás segura de que es él? ¿No lo estás confundiendo?—pregunté con la voz más contenida que pude lograr.

que es el tipo. Lo recuerdo porque tenía un cliente después de él y me ofreció el doble por una hora más. Me recordó...

Pero la frase quedó en el aire.

—McCartney. —Maldición. ¿Tenía que entablar conversación conmigo justo ahora?

—Reed—asentí levemente, dirigiendo mi atención a él cuando llegó hasta nosotros, con su postura siempre recta y su expresión agria tan característica, como si todo a su alrededor le inspirara repulsión.

—No esperaba encontrarte aquí. Sin duda una grata sorpresa—estiró sus labios en una sonrisa ladina.

—Lo mismo digo—acoté con cortesía forzada.

—Creí que las fiestas y tú no se llevaban bien—soltó una risita por lo bajo—. Si estás aquí es porque tienes un buen motivo. ¿Vienes a negociar con Harding como todos los demás?—Alzó las cejas, señalando lo evidente—. Si ese es el caso, me temo que tendrás que esperar como todos—

No terminó la frase, porque tenía los ojos puestos en aquella mujer y en cuanto la miró, sus orbes mostraron aquella emoción que tanto temía saliera a la luz: reconocimiento.

—O tal vez no—finalizó, esta vez con un semblante casi sádico—. ¿No vas a presentarme a tu bella acompañante?

Apreté la mandíbula. Hijo de puta. La había reconocido y ahora sólo estaba jugando. ¿Y cómo se supone que iba a presentarla? Seguramente conocía el nombre de Emily Dickinson, así que eso estaba descartado. Tampoco podía presentarla como Jade, no era más que un apodo. Carajo.

—Señor, —habló ella con voz serena— ¿para qué quiere saber el nombre de alguien que no volverá a ver jamás? Los protocolos no son más que una pérdida de tiempo. Sé que mi nombre no es de su interés porque soy una de las cientos de mujeres que llenan esta sala y no tengo nada de especial. Olvidará mi nombre para el día de mañana, estoy segura.

Era definitivo: Jade era la prostituta—y la mujer— más extraña que había conocido desde hacía tiempo.

Alan se echó a reír, con una carcajada larga y estruendosa, como nunca lo había visto hacerlo.

—Es usted una mujer fascinante señorita. No me sorprende que la hayas escogido para traerla aquí y ganarte a Harding—dijo sin despegar la vista de mí—. Aunque como ella, hay cosas que es bueno disfrutar una sola vez.

Jade [+18] ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora