Capítulo 40: Atroz.

87.4K 9K 12.1K
                                    

(Alison)

El alma pareció abandonar el cuerpo de Tamara.

—¿Cómo que no sabes quién es el padre?—abrí la boca para hablar y ella me interrumpió colocando una mano en alto—. ¿Estás diciéndome que aquél imbécil no se protegió?

—No lo sé—me froté el rostro con las manos, frustrada—. Estaba drogada la mayor parte del tiempo, no puedo decírtelo.

Hizo una mueca de exasperación y dejó escapar el aire para sentarse junto a mí a continuación.

—¿Por qué no calculas el tiempo? Supongo que dependiendo del número de semanas sabrás...

—Estuve con ambos en un lapso no mayor de seis días. No servirá de nada—objeté con un hilo de voz.

Tamara me miró con tristeza y me atrajo hacia sí rodeándome con sus brazos.

—Sea quien sea el padre, tú eres la madre y eso es algo que nadie puede cambiar—me estrujó con cariño y se mantuvo en silencio por un tiempo, hasta que habló nuevamente—. No sé si sea el mejor momento pero—pude percibir la sonrisa en su voz—, felicidades—me apartó suavemente y tocó mi vientre—. Ser madre es siempre un regalo Ali. Estoy segura de que lo harás excelentemente sin importar quién sea el papá.

Me tragué el nudo que se formaba en mi garganta y sonreí débilmente.

----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

No tuve el valor de decírselo durante los siguientes días. Me despertaba más temprano de lo usual durante las mañanas para salir primero y pasaba el resto del día en el hospital o en el departamento de Tamara hasta el anochecer.

Leo y yo alcanzamos un récord de no dirigirnos la palabra por más de cinco días estando alrededor del otro y no precisamente porque tuviéramos algún problema, sino porque continuaba evitándolo.

Durante la noche podía sentir su presencia deambular por la habitación y la manera en que depositaba un beso en mi frente antes de dormir junto a mí. Su fuerte cuerpo presionando contra mi espalda, un brazo yendo a través de mi cintura, atrayéndome hacia él, con su palma sobre mi vientre.

Algunas veces, cuando no era capaz de conciliar el sueño, dentro de mi estupor me preguntaba si Leo no lo sabría ya. Además, la latente posibilidad de que el bebé que llevaba dentro de mí fuera hijo de Louis me aterraba.

Incluso si ese pequeño no era parte de mis planes, no podía dejarlo ir. Podría ser una tontería mía o la misma emoción de saber que hospedaba otro ser vivo en mi interior, pero podía percibirlo; sentía la vida corriendo desde el botón de mi vientre hasta la punta de mis dedos y era la sensación más revitalizante del mundo.

No obstante, las náuseas matutinas eran las peores.

Observé el agua del escusado irse hasta que no hubo un solo resto de vómito visible y procedí a cepillarme los dientes.

Me hice una coleta alta y me vestí.

Leo no estaba junto a mí cuando desperté así que deduje que había ido a entrenar o a terminar algo de trabajo.

Tomé un plato y me serví un puñado de uvas. Me senté en el sofá con las piernas cruzadas bajo el cuerpo y prendí el gigantesco televisor para romper el aplastante silencio de la estancia.

Las pequeñas uvas permanecían estáticas dentro del contenedor y las contemplé largamente mientras maquilaba alguna manera de concebir lo que estaba a punto de hacer. Muy en el fondo esperaba que las frutitas me dieran la respuesta a todos mis problemas, aunque sabía que era algo imposible.

Jade [+18] ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora