Larah
Desperté con el peor dolor de cabeza de mi vida, jamás había bebido tanto. Al abrir los ojos me percaté de que no estaba en mi habitación. Miré a Joseph quien dormía cómodamente a mi lado. Me levanté inmediatamente de la cama, mi movimiento repentino lo despertó.
—¿Como dormiste? —Preguntó levantándose.
—¿Por qué estoy aquí? —Dije.
—Estabas muy ebria, no quise dejarte así, así que te traje conmigo.—Se acercó a mi.
—Es muy tarde, tenía un desayuno en casa de mi padre, va a matarme si no llego—Dije.
—Tomemos una ducha, iré contigo, estoy en la lista de ese desayuno. —Sonrío.
—Debo irme a casa, no tengo ropa aquí. No puedo ir así. —El rió ligeramente.
—En en baño está lo que necesitas, James lo eligió así que espero que te guste.—Se quito la camisa del pijama.
Mi padre dejó un mensaje en el móvil, estaba esperándome así que tomé la oferta de Joseph. Entré a tomar una ducha. Unos minutos después salí, tomando aquella bolsita que Joseph había dejado en el baño, el vestido era precioso, tomé la lencería que estaba ahí, era bastante pequeña, no dejaba absolutamente nada a la imaginación.
—Esa la elegí yo—Dijo Joseph, sonriente. Tomé una toalla cubriéndome lo más rápido que pudo. El rió. —Larah, ahí no hay nada que no haya visto antes.—Se acercó a mi juntando nuestras frentes. Nuestros labios estaban muy cerca. Cuando estaba cerca de él no podía controlarme, quería besarlo. Él rozaba nuestros labios. —Dímelo, dime lo que quieres Larah.—Quitó la toalla de un solo movimiento, pegándome a la pared, obligando a nuestros cuerpos a juntarse. Mi respiración se aceleró.
—Bésame. —Lo miré, el Sonrío y se dirigió a mis labios, besándolos con suavidad mientras su mano bajaba a mi parte íntima, haciéndome morder su labio inferior. Introdujo dos de sus dedos y comenzó a moverlos en mi interior, nuestras miradas estaban conectadas, envueltas en lujuria, en un deseo insaciable.
—¿Qué mas quieres Larah? —Se mordía el labio mientras escuchaba mis gemidos.
—Quiero.... quiero que me hagas tuya, quiero que me hagas el amor. —Lo miré, él sonrió y se sacó los pantalones, me enrolló en su cintura y comenzó a atacar mi cuello con sus labios, sentí la punta de su miembro en mi entrada, lo quería dentro de mi ya. —Hazlo, hazme tuya. —Mordí su labio.
—¿Firmarás el contrato?—Me miró, sin hacer ningún movimiento.
Yo estaba tan deseosa. Así que agarré su trasero y lo empujé hacia mi, ambos soltamos un fuerte gemido cuando su miembro estuvo dentro de mi.
—Al carajo el contrato.—Dije, Comenzó a moverse sin piedad, me daba fuertes embestidas, apretando mi trasero hacia él, se llevó a la boca uno de mis pechos, llenándolo de placer, ambos estábamos apunto de llegar al climax, él salió de mi unos segundos para entrar con mayor fuerza, dejándose ir dentro de mi. Me soltó lentamente, besando mis labios.
Intentamos normalizar nuestras respiraciones.
—Se nos hará tarde, debes vestirte. —Me besó de nuevo y entró a la ducha. Tomé la lencería y me la coloqué, luego el vestido y los zapatos, me quedaba a la perfección.
En poco tiempo estuvimos en casa de mi padre, Joseph me tomó del brazo, entrando conmigo.
—Antonio Mateos, que bueno verte tan pronto socio. —Dijo Joseph estrechando la mano de mi padre. Él estaba un poco confundido de verme llegar del brazo de Joseph.
—Que bueno que aceptaste la invitación Joseph.— Dirigió su mirada a mi—Hija, llegas tarde. —Dijo mi padre.
—Estaba conmigo, tú hija aceptó ser mi novia... —Dijo sonriente. Quedé confundida... ¿porque había dicho eso?
—No sabía que ustedes... me da alegría, bienvenido a la familia—Dijo mi padre, honestamente creí que reaccionaría de otra manera. Joseph y yo nos dirigimos a la mesa. Lo miré sería.
—¿Por qué dijiste eso?—
—Para que empiecen a saber que eres mía... solo mía. —Dijo acariciando mi mejilla.
—No, no soy tuya. —Dije.
—Eso no lo decías hace un rato, cuando gritabas que eras mía. —Me miró.
Me ruboricé... una hora después decidimos irnos, Joseph me pidió que lo acompañara a un lugar, acepté y nos dirigimos a una pequeña casa que tenía a las afueras de la ciudad, habían algunas caballos, sonreí.
—¿Son tuyos? —Pregunté.
—Si, ¿Vienes? —Tomó mi mano, asentí. Montamos un par de caballos por un rato, la pasábamos bien, fue una linda tarde.
Después de todo, el sexo no es lo único bueno qué pasó con Joseph. Me llevó adentro de su casa a almorzar, se hacía tarde, el mismo cocinó. Yo no dejaba de mirarlo, y tomé la decisión, solo espero no equivocarme.
—Joseph.... —Caminé hasta el abrazándolo por detrás, tocando su musculoso pecho, el Sonrío.
—Dime. —Dijo.
—¿Tienes el contrato aquí? Creo que voy a firmarlo ahora. —Dije. Él se volteó a mi y me tomó por la cintura.
—Estas haciéndome muy feliz hoy. —Besó mis labios.
Tomé el contrato y lo leí de nuevo, firmé antes de arrepentirme.
—Ya—Exhalé, el me abrazó por detrás, besándome el cuello.
—Ahora si, eres completamente mía. —Dijo.
Y si, no literal, ahora soy suya.
