—Creí que no te volvería a ver mi amor. —Dijo Santiago. Me tenía atada a una silla.
—¿Donde está mi hija? —Dije.
—Tranquila, nuestra pequeña está dormida. Me costo convencerla de que yo soy su padre y que tú le has mentido todo este tiempo, pero lo logré. —Sonrió.
—Ella jamás te creería eso. —Dije.
—Que poco conoces a nuestra hija. —Rió. —Así como ella está dormida, tú deberías hacer lo mismo amor. Mañana saldremos muy temprano del país. —Sonrió.
—Estas loco, pero no vas a salirte con la tuya Santiago. —Dije. El rió.
—Ya me salí con la mía. Te conozco tanto mi amor, tanto. Sabía perfectamente que si te enviaba esa foto no llevarías a la niña al colegio. Te quedarías sola en casa con Ximena mientras Joseph intentaría localizarme ¿no?. Y ahora tu esposo querido debe estar camino a buscarme, ¿pero sabes que es lo que va a encontrar? Una bomba. Va a morir. —Rió.
—No. Tú no puedes hacer eso, no puedes. Santiago, por favor. —Lagrimé.
—Y lo veremos en vivo y a todo color mi amor. Mira. —Dijo, encendió una computadora que transmitía una habitación vacía.
—Pronto tu querido Joseph llegará. —Dijo.
—No le hagas daño. Te juro que haré lo que tú quieras, haré lo que tú me digas, pero no le hagas daño. —Lagrimó.
—No. No. Tú vas a hacer lo que yo quiera aunque tú no. Tú ahora eres mía Larah, solo mía. —Me besó, le mordí el labio fuertemente. El me dio una bofetada.
—Si quieres que las cosas entre los dos mejoren tienes que aprender a respetarme. —Levantó la voz.
—Las cosas entre tú y yo jamás van a funcionar, no hay nada entre tú y yo y me arrepiento de haberte conocido. —Grité, él volvió a golpearme.
—Vuelves a decir eso y vas a arrepentirte Larah. No olvides que puedo llevarme a mi hija lejos de ti. —Dijo.
—Ximena no es tu hija. —Levanté la voz.
—Si lo es. Lo es por que la cuide desde pequeña, yo estuve contigo todo ese tiempo, ¿ya se te olvido? —Gritó.
—Pero eres un maldito monstruo. Mataste a Jillian, y... y ahora lo harás con Joseph. ¿Así quieres que esté contigo? —Grité.
—A ti y a Ximena soy incapaz de hacerles daño Larah. Son lo único que amo en la vida y no voy a permitir que me aparten de ustedes. Son mías. —Dijo.
—El amor no se puede forzar Santiago y yo por ti no siento nada. Te odio. Te odio con todas mis fuerzas. —Dije.
—Vas a aprender a amarme Larah, es la única opción que tienes. —Dijo. Reí.
—Primero muerta. —Dije.
—Cuidado con lo que dices, que bien que te lo puedo conceder Larah. —Se puso serio.
—No te tengo miedo. —Lo miré seria.
—Eso ya lo veremos. —Rió. —Mira amor, llegó la hora de que tú Joseph vuele en mil pedacitos.... —Miró la computadora. Joseph había entrado a la habitación con algunos policías.
Joseph
Logramos detectar la ubicación de Santiago, tenia que ir a casa a darle la noticia a Larah.
—No la encontramos señor. Salió un poco después de usted con la niña. Fue con uno de los hombres de seguridad. —Dijo Duncan.
—¿No saben a donde fue? —Pregunté.
—No señor. —Dijo.
Llamé a su móvil y no hubo respuesta alguna. Esto comenzaba a preocuparme. Leo, estaba conmigo. Era policía y estaba en el equipo que iría a donde Santiago.
—Tranquilo, está con los de seguridad. No le pasará nada. —Dijo.
—Ya se. Pero con ese idiota libre.... —Dije.
—Ya te dije que no tienes por qué ir con nosotros, puede ser muy peligroso. —Dijo.
—Quiero verle la cara a ese infeliz. Asesinó a mi hermana. —Exhalé.
Tomamos camino a aquella dirección. Una casa alejada de la ciudad. Parecía estar vacía.
—No hay nadie aquí agente. —Dijo uno de los policías del equipo de Pablo.
—Revisen todo el lugar. —Dijo.
—Solo hay una habitación. —Dijo, Los ocho policías, Pablo y yo entramos. Uno de ellos se sorprendió.
—¡Explosivo! ¡Salgan de aquí ya! —Quizá lo dijo demasiado tarde.
Larah
Escuché el grito de uno de los policías.
—!No! ¡No! —Grité justo cuando la pantalla se apagó.
—Dejó de transmitir porque ya no hay nada. Todo explotó. —Sonrió.
Las lágrimas me invadían. Estaba llena de rabia, de odio, de tristeza.
—¡Eres un maldito hijo de puta! ¡Eres un maldito! ¡Voy a matarte! ¡Juro que voy a matarte! —Grité, no puedo más con todo esto.
Últimos capítulos. 👄