—Ahora ya nada se va a interponer entre nosotros. —Me besó.
—¡Suéltame idiota! ¡Eres un maldito! —Grité.
—Ya cálmate, por favor. Amor... ahora si nadie se va a interponer entre nosotros, Joseph está muerto y tú y yo podremos ser felices con nuestra hija, muy lejos de aquí. —Sonrió.
Tenía que deshacerme de él y por más dolor que sienta, debo ser fuerte. Aún tengo que salir de aquí por mi hija.
—Tienes razón, podemos estar juntos. —Susurré apenas mirándolo.
—Y ser felices mi amor. —Acarició mi cabello.
—Si, felices. —Tomé un poco de aire. —Ven, abrázame. —Dije, el Sonrío.
—Sabía que deshaciéndome de Joseph tú serías mía. —Me abrazó. Fingí sonrisa.
—Quiero abrazarte. Desátame. —Dije.
—Te amo Larah. —Dijo y me quito aquellas cuerdas que me ataban. Lo abracé.
—Ahora es cuando me doy cuenta de lo mucho que te amo. —Dije.
—Pudimos haber evitado todo esto si no hubieras preferido a Joseph. —Sonrió.
—Ya no importa el pasado. Ahora solo somos tú y yo. Y tengo una idea, vayamos a ver a Ximena. —Sonreí.
—Está en la habitación de arriba, debe seguir dormida. —Dijo.
—Vamos. —Dije. El asintió y caminó conmigo, mientras yo agarré una de sus armas, apuntándolo. El rió.
—¿Qué estás haciendo Larah? —Dijo.
—¿De verdad creíste que te amo? ¿Que después de que asesinaste al amor de mi vida tú y yo íbamos a estar juntos? —Grité.
—Jamás debí de confiar en ti. —Gritó.
—Tienes razón, jamás debiste de hacerlo. Por qué ahora te vas a morir. —Dije, disparé. Varias veces. Lo maté.
Miré su sangre, su maldita sangre. Sentí un gran alivio. Salí de ese sótano y me dirigí a la habitación donde está Ximena. Dormida. La tomé en mis brazos y me dispuse a salir de esa casa.
—Detente zorra. —Esa voz era bastante conocida, Bruno.
—¿Que haces tú aquí? —Lo miré nerviosa.
—¿Donde está mi hermano? —Dijo.
—Santiago... ¿él es tu hermano? —Temblaba.
—No permitan que salga, agarren a la niña y enciérrenla. A Larah átenla. —Dijo a unos hombres que venían con él.
—Bruno, por favor. No hagas lo mismo que tu hermano. Por favor. —Lagrimé.
—Soy peor que él Larah. —Dijo mientras esos hombres intentaban quitarme a mi hija quien despertó y me abrazó con fuerza.
—¡Déjenme! —Grité.
—Señor, encontramos a Santiago. —Dijo. Bruno fue de inmediato y todos escuchamos un grito fuerte, la muerte de su hermano le dolió. Esos hombres me arrancaron a la niña de mis brazos y me tomaron a la fuerza, llevándome hasta bruno.
—Eres una zorra de mierda. Voy a matarte, juro que voy a matarte y va a dolerte mucho. Vas a sufrir zorra. —Comenzó a golpearme con fuerza.
—¡Basta! —Grité.
—¡El era mi hermanito! ¡Mi único hermano! Eres una puta. —Continuó golpeándome, desquitando su dolor en mi. No pude más, terminé desmayándome.
Joseph
Cuatro policías murieron. No todos alcanzamos a salir de ese lugar.
—Fue una trampa. Una puta trampa. —Dijo Leo.
—El hijo de puta sabía que vendríamos aquí, por eso hizo eso. —Dije frustrado.
—¿Quien te dio ese teléfono? —Preguntó.
—Larah. Ese hijo de puta la atormento. —Dijo.
—Llámale. Si él nos estaba esperando aquí quizá ella pueda estar en peligro. —Dijo Leo. Me puse pálido.
—Duncan me dijo que Larah salió de casa con uno de nuestra seguridad. No llevó su móvil y nadie sabe a donde fue. —Dijo.
—Hay que darnos prisa. —Dijo. Tomamos los autos y conducimos hasta casa, nadie sabía nada de Larah. Duncan me dio el expediente de el hombre que se la llevó, era de los nuevos. Ningún dato concreto. Era falso.
—Estoy segura de que ese hijo de puta tiene a Larah. —Grité desesperado. —¡Tiene a Larah y a mi hija! —Dije.
—Señor, los autos tienen rastreadores. Ese hombre se fue en uno de nuestros autos. Eso puede servir. —Dijo Duncan.
—Tranquilo Joseph, todo estará bien. Solo hay que darnos prisa. —Dijo.
Larah
Desperté atada. El cuerpo entero me dolía. Bruno estaba sentando enfrente de mi, bebía alcohol.
—Mientras dormía estuve pensando en cómo acabar contigo zorra. Cómo vengar la muerte de mi hermano. Y finalmente lo sé. —Dijo.
—Tu hermano me hizo mucho daño. —Dije.
—Lo mataste como a un perro. Él era mi sangre. ¡Mi sangre! —Gritó.
—Y es una lástima que se haya muerto tan pronto. Como él cobarde que es. No sabes cuanto anhelaba verlo retorcerse de dolor. Verlo sufrir como lo merecía. —Dije, el me dio una bofetada.
—Tu vas a suplicarme perra, ya lo verás. —Dijo. Mirando a uno de sus hombres. —Traigan a la niña, ya. —Dijo.
—No, no, no. A mi hija no la metas en esto Hijo de puta. —Levanté la voz.
—Dije que ibas a pagarme con lo que más te duele Larah. Vas a ver sufrir a tu pequeña antes de que la mate. —Dijo.
—¡Es una niña carajo! —Grité.
—Te Dije que soy peor que Santiago estúpida. ¿Crees que no soy capaz de matar a tu hija? —Rió. —Asesiné a mi propio hijo. No voy a tentarme el corazón para acabar con tu hija. Lento y doloroso. —Dijo.
Los hombres entraron con mi pequeña, lloraba asustada.
—¡Déjala! ¡Déjala por favor! —Gritaba, aterrada.
—Mírala bien Larah, por que va a ser la ultima vez que verás a tu hija. —Bruno rió.
¿Que piensan de la locura de Bruno?
¿En que creen que acabe esta historia?
¡Joseph sobrevivió! Pero... ¿llegará a tiempo?