Corría por mi vida.
Literalmente hablando; si Athen se daba cuenta que había llegado tarde, me iba a colgar del asta de la bandera del instituto. Esa había sido su última amenaza.
Mis pasos chocaban contra el asfalto con un sonido molesto, la suela de mis zapatillas no ayudaban con mi paciencia, por suerte, en ese instituto permitían al alumno vestirse con la ropa que mejor le antojara, y en mi caso, un overol negro con camiseta blanca era lo que mejor me convenía.
Athen tenía su propio medio de transporte a pesar de que no era conveniente pese a la situación; no podía aparecer en pleno pasillo del Instituto como si nada. Más por afectar a los alumnos, pues algunos son algo —muy, bastante— idiotas, e incluso podrían llegar a ponerse violentos a lo que Athen respondería con la mejor manera que le salía; matando.
A veces Athen tenía el corazón débil cuando de matar se trataba, pero eso no quitaba el hecho de que de vez en cuando se le salía la pizca de locura plena y segura, y no lo pensaba dos veces para jugar con sangre.
Cuando comencé a ver a los estudiantes del instituto por la entrada como pequeñas hormigas desesperadas, ignoré el hecho de que mis muslos ardían, y corrí con más fuerzas. Una vez que estuve sana y salva dentro del instituto y justo en frente de mi casillero, solté todo el aire que tenía en los pulmones, sí, era bastante.
Sacaba cuadernos, metía libros, miraba horarios, cuando de repente, oí su maldita voz en mi oído, sus labios rozaron mi piel y me estremecieron.
—Ángeles.
—Me asustaste. —balbuceé, y giré para ver sus ojos miel, unos mechones rebeldes bien despeinados caían encima de su mirada traviesa— ¿A quién colgarás del asta, eh?
—A ti. Cuando llegues tarde, ¿crees que esta será la última vez? Jo. Qué esperanzas las tuyas.
—¿Cuando pensarás en dejar de venir? estás viejo ya, por los Caídos. ¡Pensarán que vienes a acosar a las niñas! se supone que te graduaste el año pasado.
Me dió una sonrisa torcida y lo supe; no tenía nada bueno para decir.
—¿Y quien dijo que me veían?
Me paré en seco, justo en frente de los baños.
—¡No, Athen! ¿de verdad tú...?
Se acercó al baño de chicos, justo en la puerta, y venía saliendo, casualmente, uno de mis compañeros de Física, que también era parte del equipo de rugby, Netan Drake. Athen lo tomó por la mochila y se la arrancó, tirándole luego, obviamente regando todo lo que estaba dentro de ella, revelando un par de condones y sobres con contenido en polvo blanco... Oh, vaya vaya Netie.
La cara de Netan fue épica; era algo similar a "oh mierda, me están espantando". Se quedó un momento mirando a un punto lo suficientemente lejos de donde estaba Athen, eso confirmó de que sí, era invisible. No estaba muerto, joder no, el condenado estaba más que vivo, incluso más sano que yo. Pero resultaba que, gracias a sus peculiares raíces, podía hacer distintas cosas a las que yo prefería llamar "trucos de magia".
Netan tomó todas sus cosas desordenadas, y las lanzó en su mochila con una rapidez increíble, para luego, salir corriendo al pasillo contrario, estaba lo suficientemente asustado como para no notar que llevaba en sus manos las bolsas con droga. Me acerqué con pasos lentos a Athen, quien miraba al chico alejarse con sorna, y choqué mi hombro con el suyo.
—Pensé por un segundo que estabas siendo bastante cruel pero, sinceramente, no me agradaba. —dije, y me di media vuelta— Tengo que ir a clases, ¿vienes?
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SNOW [S.S #05].
RomanceLa historia continúa. El último castigo. La última reencarnación. Todo cambiará... y no precisamente para bien. Quinto libro de la Saga Sangrientos. Por favor, no copies un trabajo que fue hecho con esfuerzo, pon de tu propio esmero y usa tu imagina...