Capítulo 20

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Sh... no grites. Están cerca, y pueden oirnos.

—Pasará lo mismo que pasó con Bloody y Avery.

—Él es el príncipe infernal. Él es el príncipe híbrido, y Ella es la princesa de los Caídos.

—¿Mataste por ellos? ¿Ellos, que te abandonaron en tus peores momentos?

—Ellos son mi verdadera familia.

—Ángeles, cuídate por siempre. Hazlo por mí.

—Protégeme. No puedo hacer esto sola...

—¿No lo sabías? Te cuidé todo este tiempo.

—¿Te iras?

—Si con lograré protegerte, entonces sí.

—Yo no seré el que se vaya. Pero tranquila, puedo perdonartelo por ser la última vida...

—¡No! ¡Por favor, no! —un grito desgarrador soltó mi garganta, estaba sudando a mares y mis mejillas estaban mojadas. Una gota se deslizó hasta mis labios; eran lágrimas. Mi corazón estrujado y acelerado me confirmó que era un mal sueño. Una pesadilla.

Pesadilla que tal vez era real.

La puerta se abrió de golpe, dando paso a Athen.

—¿Qué pasó? ¿Estás bien? —no sabia qué hora era, ni el porqué me sentía así.

Me paré, descalza, aún con la sensación de que estaba flotando en mis propios sueños, y corrí a abrazarlo. Quería tener de regreso la sensación de seguridad, de saber que lo tendría en mis brazos, como si se fuera a desvanecer.

—Soñé algo muy feo. —confesé, en un hilo de voz.

Cerré los ojos por un segundo, sintiendo su olor asqueroso a jabón de canela y miel. Olor al cual comenzaba a acostumbrarme.

—¿Quieres hablar de eso? Cálmate primero por favor.

Me tomó por las muñecas y me sentó al borde de la cama. Tomé aire profundo antes de soltar todo de un jalón.

—Soñé que peleábamos con Kenna, que perdía a Snow y por alguna extraña razón me sentía sola, me sentía vacía. Tenía miedo, y solo quería que el regresara. Estaba sentada en el borde de mi ventana esperándolo. Dime, ¿por qué estaría sentada ahí en plena madrugada? Era muy horrible la sensación. En el fondo sabía que jamás vendría, pero una pequeña esperanza me decía que sí. ¿Por qué soñé eso? Tengo miedo, Athen. —me aferré a su brazo, soltando sollozos silenciosos.

Él, algo impactado por mi respuesta tan atorada, respiró un par de veces y pestañeó analizando todo. Miró un segundo a la puerta, y regresó su mirada marrón hacia mí, hablando con sigilo.

—Hay algo que debes saber, Ángeles. Y es que no te puedes crear las mejores ilusiones con él.

—Sé que no es el mejor chico del mundo, pero... —bajó sus hombros, y torció la boca con desilusión—. Es algo más, ¿cierto?

—Estoy seguro de que conoces la historia de Celestine, y el castigo de Snow.

—No mucho, dime lo que me importa. —le corté, aún en voz baja.

—Es su última vida. —habló con lástima— No digas que yo te dije, pero estuve leyendo su libro privado. Lo conseguí el día que fui a su biblioteca, de ahí supe todo sobre Celestine y su castigo. La cosa es que, si él muere, tú...

—¿Qué hacen despiertos? —un Snow somnoliento, despeinado, y sin camisa, apareció por la puerta, alarmandonos.

—Lindos tatuajes. —balbuceé, sin querer.

—Creo que se refería a otra cosa. —Athen me golpeó el hombro, y le sonrió alzando una ceja a Snow.

—¿Por qué estás en su cama? —preguntó de nuevo, un poco más despierto y con el entrecejo hundido.

—Tranquilo, amigo. Es como mi hermana menor, ahora que lo dices, me iré a dormir. —pasó por su lado, y le tocó el hombro desnudo— Tuvo una pesadilla.

Snow esperó un par de segundos para pasar y sentarse a mi lado.

—Tuviste una pesadilla, ¿eh? —rió un poco y me tocó la coronilla.

—Síp.

Silencio.

Más silencio.

—¿Puedo hacerte una pregunta? —interrogué, con la voz más fina de lo que pretendía.

—Claro. —él jugaba con un mechón de mi largo cabello.

—¿Alguna vez has sentido un miedo terrible de perder a alguien?

Soltó mi cabello de golpe, y clavó sus enormes esferas azules y profundas en las mías.

—No.

—¿No?

—¿A qué viene tu pregunta? —preguntó de regreso, extrañado.

—Curiosidad. —me encogí de hombros.

—Humm. —miró hacia otro lado por un instante, y regresó su mirada— Si quieres me puedo quedar un rato, hasta que te duermas.

Fruncí la boca en una mueca extraña, y asentí con lentitud.

—¿Qué soñaste? —quiso saber.

—No recuerdo muy bien ahora. —mentí— Aún estoy cansada.

Sí que recordaba, pero no tenía los mejores ánimos.

—Sabes que puedo saberlo todo, ¿cierto?

—Sí. Pero no me siento bien ahora para hablar de eso. Si te apetece, tanto sabes, descúbrelo. —dije, neutral, y me acomodé para seguir durmiendo.

—Deberías hacer las pases con Mália. —comentó, y abrí los ojos de golpe.

—¿Escuchas lo que sale de tu boca? ¿O aún sigues dormido? —internamente sabia que era algo correcto, pero seria lastimar más de lo requerido mi orgullo.

—Sabes que no es culpa de ella las acciones estúpidas de tu hermano. Sé que puedes saber los sentimientos honestos de la personas, sabes perfectamente que Mália aún ama a Adonis, y sería incapaz de obligar a tu hermano a alejarse ti.

Estaba sentada, con las sábanas tapándome.

—Está furiosa conmigo, y yo con ella, igual que Keitha. ¿No crees que a estas alturas ella se hubiera interesado ya por arreglar las cosas?

—Es tu mejor amiga. Te trató muchísimo mejor que tu propia familia y lo sabes. Además, el error fue de ambas.

—Snow...

—Te jode la paciencia que te digan inmadura, Ángeles. —se puso de pie, y agitó la mano— Pero tampoco te esfuerzas en demostrar que eres todo lo contrario.

Quedé con las palabras en la boca, pensativa.

Pasé lo que restaba de la madrugada pensando en sus palabras, martillandome la cabeza.

SNOW  [S.S #05].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora