Capítulo 16

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Ángeles.

Mi pecho subía y bajaba, estaba impresionada por mi propia acción.

En mi vida había golpeado a alguien, hasta ahora.

—Mírame, Jack. —ordené.

Obedeció pero con pesar.

—¿Te gustan mis moretones? —alcé mis brazos descubiertos, y se los mostré, fingiendo emoción—. Hacen contraste con mi piel, tienes que ver los de mi pecho y piernas, son increíbles.

—Ángeles, ya basta. —me reprochó Mália.

—Tú no paraste cuando debías. ¿Con qué moral me lo ordenas? —bufé, y alcé ambas manos torciendo la boca—. Me iré, no los molestaré más, ¿bien?. Mália... Ahora, tienes tu tiempo para decidir a quién quieres. Suerte.

Ella se quedó tiesa, mirándome. Jack alternó su mirada entre ella y yo, tal vez, comenzando a comprender.

—Ángeles, no tomes esa actitud por favor. —reprochó Jack.

Sin decir nada, sacudí mi mano y entré al auto. Snow subió al otro lado, y mientras los observaba por la ventana, aparentando ser fuerte, Snow arrancó.

Cuando estuvimos suficientemente lejos, suspiré y las lágrimas bajaron.

—No tienes que regresar con ellos para salvar a Amélie y a los demás. Me tienes a mí, y eso es más que suficiente.

—¿Por qué lo dices? —aspiré mi nariz y reí bajo.

—Soy el príncipe infernal, querida. Ni si quiera tu tía se atreve a dañarme.

—Eso es... ¿genial de escuchar? —me limpié las lágrimas restantes, y me acomodé en mi asiento—. Creo, en lo personal, que no hacen nada con crear miles y miles de planes para el rescate. Al final no hacen nada, Amélie y su pequeña siguen sufriendo, al igual que los demás.

—Tendremos una conversación interesante cuando lleguemos a casa. —dijo Snow, con firmeza.

El cincuenta por siento de mi sistema se alarmó por esas palabras, y el otro cincuenta por ciento también, pero mucho más.

Todo el recorrido a casa lo pasamos en completo silencio. Una que otra mirada de reojo, y Snow tarareando canciones de la Playlist de su radio. Cuando llegamos, al fin, me dio pase primero a la sala, y me senté en el sofá.

Si me ponía a pensar, ese sofá había presenciado distintas escenas entre nosotros desde que nos conocimos.

Y las que faltan.

—¿Podrías decirme sobre qué es esa conversación interesante? —interrogué. Me crucé de piernas como indio y lo miré curiosa, a la espera de su respuesta.

Sin decir nada, caminó a paso apresurado a su habitación, y regresó con un libro entre sus manos.

—Esto... —lo alzó—, es la única copia que existe de un libro escrito a mano por Katherine Evans. No sé si alguien más, aparte de ti, sepa que tengo en mis manos esto, pero promete, jura, que no dirás nada.

Fruncí mi ceño.

—Estoy confiando demás en ti, pasando por encima de tu sangre y tus raíces. —afirmó— No quiero pensar que eres igual a tu familia.

—Gracias. —en un intento de sonrisa, similar a una mueca, le agradecí— Por todo. Por cuidarme, desde un principio, y no dejarme.

—Deja tus agradecimientos para más adelante, ya sabes. —se aclaró la garganta, y se sentó frente a mí— Concentrate, Ángeles.

—Te escucho.

—El contenido de este libro es algo primordial. Para todo. Tal vez Kenna lo esté buscando como loca, y si yo tengo bajo mi protección este, espero y deseo que los miserables tengan el mismo cuidado con el original. Okey, lo curioso aquí; las últimas páginas no tienen nada escrito, sigo en proceso de analizarlo pero no llego a nada. Otro dato curioso; cuando consiguieron el diario de Artemis, la hermana de los Grier que Kenna tiene secuestrada también, descubrieron que tenía una página rasgada; rota; con contenido primordialmente necesario para saber las raíces de Avery.

》Ellos al principio inventaron un montón de cuentos solamente para no decirle la verdad a Avery; la querían matar, no solo por ser cercana a Bloody, si no por quién fueron sus padres, lo que significa que ella esté viva aún, y que su amiga también lo esté. Gareth y Destiny son dos piezas fundamentales en este juego. Sin ellos, oficialmente, tendremos la partida perdida contra Kenna y su gente.

Demasiada información para mi pequeño cerebro.

—¿Quién es Destiny? ¿Y Gareth? —me acerqué más a él, curiosa por toda la información.

—Gareth es un ser similar a mi, creo, y aunque no quiera admitirlo, más poderoso. Y lo necesitamos pues está detrás de Destiny; por algo será. ¿Sí me entiendes? Destiny es... o era, no lo sé, la mejor amiga de Avery. Se mudó a Anvard. Gareth la siguió hasta allá y hasta los momentos aún no entendemos porqué, es eso lo que nos alarma. Gareth sabe porqué Kenna busca a Destiny también. Además, de seguro la chica no es humana. Su madre era amiga de los Grier, de Eleanor, la madre de Avery, y Kenna; en sus mejores tiempos.

—Quieres decir que, tal vez, si la encontramos, podríamos obtener una solución segura para recuperar a los chicos. —confirmé, en voz baja.

—Qué bueno que seas tan inteligente. —riendo, pasó una mano por mi cabello y lo despeinó.

Su contacto hizo que me quedara helada e impresionada; su cercanía. No tenía mis gafas, pero podía diferenciar el azul de sus ojos, sus labios rosados, y sus facciones. Se dió cuenta de cómo lo miraba, así que se alejó un poco, y aclaró su garganta.

Desde ese día, comencé a sentirme diferente cada vez que estaba cerca de él.

—Creo que deberías buscar a Athen y disculparte con él, ¿no? —comentó él.

De inmediato mi humor cambió.

—¿Para qué? ¿Para qué me eche en cara todos mis errores y que mi hermano no es la mejor joyita del mundo? No, gracias. Prefiero reprocharme yo misma. —repliqué.

El ceño de Snow se frunció un poco.

—Conozco a Athen desde hace años. Décadas. No me cae de la mejor manera, y no lo dudaría tres veces para matarlo, vender sus partes y hacerme más millonario de lo que soy, pero aún así, debo admitirlo; todo este tiempo él te cuidó. Y no lo puedes negar, muchísimo más que tu propio hermano. Llamaré al bar para saber si está, irás, y te disculparás con el por actuar impulsivamente.

Alcé una ceja, y me levanté, cruzandome de brazos.

—¿Desde cuando me mandas?

—Desde que tu vida es un desastre.

—¿Gracias? —bufé—. ¡ni si quiera veo bien! ¿Cómo pretendes que vaya hasta allá? Podrían matarme.

—Eso no es problema. —alzó su mano e hizo aparecer en su palma unas gafas doradas con pequeños detalles que desde donde estaba no podía ver.

Eso sí; apostaba mi vida entera que valía mucho más de lo que aparentaba.

Estábamos hablando de algo que, básicamente, creó Snow.

Resignada, se las arrebaté y me las puse. Fui a darme un baño, y me cambié de ropa. Me puse un abrigo de los que él me había comprado, tomé mi teléfono, y salimos.

En el fondo deseaba con todas mis fuerzas reconciliarme con Athen. A fin de cuentas, era mi única familia.

Siempre lo amé.

SNOW  [S.S #05].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora