Era una casa, simplemente, majestuosa. Las paredes, color perla, tenían pequeñísimos detalles dorados, casi invisibles a simple vista. En cada puerta de la estancia principal, había una decoración con fondo vino tinto, en la segunda planta, un barandal dorado con forma de espiral te guiaba.
—La fiesta es en la casa trasera, mamá me prohibió poner un pie dentro de esta casa a menos que sea para dormir. Que será a eso de las seis de la mañana.
—¿No estarán en casa, tus padres?
—No, duran un par de semanas afuera... haciendo negocios. En fin, vamos.
—No dejes que hagan tantos desastres. —amenazó Kith— Al primer mal momento que haya, los corro a todos. ¿Estás entendiendo?
—Sí, Frate. Entiendo. —Keitha ladeó su cabeza y le sonrió con ternura— Disfruta por primera vez en tu vida, ¿quieres?
—Deja de pensar que todo en esta vida es joder hasta morir. ¿Quieres?
Keitha frunció su ceño, cerró sus puños con fuerza y su mandíbula pequeña se tensó.
—¿Qué? ¿Me vas a golpear? —bramó él, burlón.
—Debería matarte. ¿No es mejor? —preguntó ella, con un sarcasmo bastante notable y entre dientes.
Era increíble cómo podía cambiar su comportamiento en segundos.
—¿Para qué? ¿Para que ya no tengas a nadie que se preocupe por ti? ¿Para qué sigas llorando como niña pequeña por las noches? ¿Para qué arriesgues tu vida? ¿Para eso me quieres matar?
Keitha retrocedió un par de pasos, aún con sus puños a los costados, y más pálidos de lo normal por tal fuerza que ejerció. Se alejó de nosotros taconeando, hecha una furia, supongo que a la dichosa Casa trasera, dejándome sola con Kith.
—Fuiste un poco duro con ella. —Opiné, en voz baja.
—Ángeles —lo miré—. Si yo no estuviera, confío en que tú la cuidarás por mí.
Sus palabras me inquietaron un poco. Incluso me llegaron a parecer dramáticas, muy apresuradas. No tenía buena experiencia con palabras así. Jamás terminaba bien.
Con gentileza, pasé una mano por su brazo y me aferré a él. Era una posición cómoda puesto que era bastante alto.
—No digas esas cosas, Kith. Vamos, vamos.
Me llevó hasta un pasillo largo, en donde al final, había una puerta de vidrio. Daba acceso a algo así como un patio, demasiado gigante, y daba una vista de la estructura externa de la casa. Pegada a ella, había una mucho más pequeña, de un solo piso, pero aparentemente espaciosa.
Sí, así de grande era la Casa Principal.
Kith me condujo hasta la entrada, cuando pasamos, pude ver mejor de lo que se trataba. Era como una sala completamente vacía, con una que otra mesa con puf y un equipo de música. Había una puerta de madera cerca de un pasillo que, suponía, dirigía hacia el baño. Había bastante gente en la sala, a mi parecer, bastante única, cada una tenía un estilo diferente. Algunos vestían prendas coloridas, otros, no tan coloridas, y otros completamente negras.
—Si es posible, mantente cerca de nosotros todo el tiempo. —gritó Kith por encima de la música.
No mires a nadie mucho tiempo. No toques ni dejes que te toquen. No hables con nadie, no...
Bien, tal vez sí debí de prestar a todo lo que intentó advertirme Athen pero, por otro lado; no era para tanto. Podía defenderme sola.
Me guió hasta la puerta antes mencionada, cerca del pasillo. Resultó ser una cocina con gavetines de mármol gris, una isla frente a ellos, delante de una cocina. Y una mesa pequeña rectangular diagonal a la nevera. Me sorprendí al ver a Keitha, aferrada a la isla, con la mirada clavada en ella, sus uñas largas eran color gris pálido.
Juraba que anteriormente las había visto Rojas sangre.
Al sentir nuestra presencia, levantó la mirada.
Ahogué un pequeño jadeo al ver sus ojos rojos, honestamente no sé qué me impresionaba más; el hecho de que su rimel y lápiz no se corrió, si no que por el contrario, las lágrimas le daban un toque fantástico a sus espesas pestañas, o el hecho de que el dolor se reflejaba en su mirada. Realmente las palabras de Kith le afectaron.
Miré de inmediato a Kith, a la espera de su reacción. Por un instante pensé que le diría algo como: "Eres una boba, ya no llores" o algo similar, y la abrazaría. Pero, no fue así. Sus ojos se tornaorn algo rojos y más brillosos, y comenzó a caminar hacia ella con pasos cortos.
En mi jodida vida imaginé presenciar a Kith Clütt llorar. Hasta ese momento.
Tomó el cuerpo de Keitha y lo envolvió con sus brazos, un pequeño y casi inaudible sollozo escapó de sus labios, ella correspondió el abrazo, yo estaba conmovida al borde del llant
—Nu vreau să te pierd.*—dijo Kith en un hilo de voz.
—Nici eu. Îmi pare rău, frate mic.* —respondió ella.
A pesar de que no entendí ni mierda, el momento me enterneció.
En ese momento comprendí qué tanto se amaban el uno al otro.
Kith podría llegar a ser muy poco paciente, poco amable, e incluso seco y malhumorado. Pero era buen hermano. Era tal vez hasta los momentos, lo único de lo que estaba suficientemente segura; ella era su universo entero. Si la perdía, perdía su vida entera.
Muy tarde comprendí, que tu hermano sólo quiere lo mejor para ti, protegerte a toda costa y tratar de que seas feliz en medio de una realidad miserable.
Quería irme para darles un poco de espacio pero, apreciaba bastante mi vida como para aventurarme a una jungla probablemente de gente inhumana.
Kith pasó sus manos por el rostro de ella, con cuidado, y rió.
—Ya no llores, vas a parecer payaso de circo barato.
—¡Qué cruel, frate! —chilló ella, se aspiró la nariz, y me señaló—. Acompáñame, voy a retocar mi maquillaje.
Como fiel servidora, me aferré a su muñeca para no perderme. Me guió por el pasillo que creí que daba acceso al baño. Realmente, habían dos puertas; una con cerradura dorada y otra con cerradura plateada. Ella fue hacia la dorada y metió una llave, la giró un par de veces y la abrió.
Era una habitación sencilla; una cama grande, un tocador, otra puerta qeu suponía que era un baño, y una ventana. A penas cerró la puerta, dejó de oirse por completo el ruido y las voces de afuera. Yo caminé hasta la cama, y me senté, sobre las suaves sábanas amarillas. Keitha se sentó en el tocador, de una de las gabetas sacó un estuche de maquillaje y toallas.
—¿Quien vive aquí? —pregunté, curiosa.
Ella me miró por encima de su hombro un segundo, y regresó la mirada al reflejo del espejo.
—Visitantes. Mis... primos, duermen aquí. Están entre la Casa Principal y ésta, mis padres son algo delicados. Son primos lejanos, por parte de la hermanastra de mi mamá, ya ves que no se llevan mucho con mi mamá, es por eso.
—Oh...
—Sí, bueno. ¡Mira por la ventana! esta noche está muy estrellada, para que te distraigas un rato mientras termino, ¿te parece?
Asentí sonriendo, tal vez le incomodaba hablar del tema, y yo era muy lenta para entender eso. Abrí la ventana, y descubrí que habían una especie de escaleras que llevaban al tejado. Salí con cuidado y subí, increíblemente, había un pasillo lo suficientemente ancho como para colocar un par de almohadas y sábanas bien dobladas, no era tan largo, pero cabían alrededor de tres personas, tal vez. Pasé una pierna y luego otra, con cuidado de no caerme, y me senté a observar el cielo estrellado. Revisé mi teléfono, en caso de que tuviera alguna llamada o mensaje de Athen pero no, no había nada.
Una brisa fría pasó y me causó escalofríos, sentí a alguien detrás de mi pero no había nadie, entonces, miré a la Casa Principal, y las ganas de llorar me abordaron. El miedo no se quedó atrás.
Deseé que fuesen alucinaciones.
...
Nu vreau să te pierd: No quiero perderte.
Nici eu. Îmi pare rău, frate mic.*: Yo tampoco. Lo siento, hermanito.
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SNOW [S.S #05].
RomanceLa historia continúa. El último castigo. La última reencarnación. Todo cambiará... y no precisamente para bien. Quinto libro de la Saga Sangrientos. Por favor, no copies un trabajo que fue hecho con esfuerzo, pon de tu propio esmero y usa tu imagina...