Todas estábamos por el suelo toqueteandolo con un desespero increíble.
Jamás había oído algo similar: el hecho de que un cuerpo en proceso de muerte estuviese deambulando como alma me perturbaba, y aterraba de sobremanera.
—¡Aquí! —Mália habló, y su voz hizo un pequeño eco en todo el granero.
—¿Mália? —Adonis habló—. ¡Mália! ¿¡Dónde estás?! ¿¡Estás bien?! ¡Mália, habla de nuevo, por favor!
—Vaya, sí que le importas. —bramó Keitha, riéndose.
—¿No está atado?
—¡Adonis, estamos arriba, corre!
Saqué mi teléfono y alumbré un poco, para que el chico pudiese ubicarse. El rostro lo llevaba algo golpeado, pero no en exageración. Sin embargo, pude notar una mueca de dolor cuando hizo fuerza moviendo la escalera para subirse.
—¿Cómo te soltaste?
—Trucazos. —dijo, mirándonos con sorna, y se tornó serio de repente— Tenemos poco tiempo para actuar. Los chicos lograron entretener a Kenna, pero no por mucho tiempo.
Asentí, y seguimos buscando el hueco.
Le expliqué a Adonis la situación, y de inmediato se puso con nosotras a buscar, en un momento, se levantó para caminar hacia la paja, y se tropezó.
—Lo encontré.
Adonis buscó abrirlo, pero lo detuve.
—Espera. —tomé mi arma, y señalé la tabla— No creo que estén solos. Ya saben lo que tienen que hacer.
Todos asintieron, a excepción de Mália que lo hizo con algo de inseguridad, y por un momento desvió su mirada hasta el asiático.
—Te protegeré. —dijo él.
—¡No empieces con tus babosadas! Hagámoslo. —dijo Keitha, y terminó de arrancar la tabla.
Facilmente, cabía una persona por ahí.
Adonis y Keitha saltaron primero, alumbrando. Y luego, Adair, Mália, y yo.
Caímos, y todo parecía un lugar distinto. Y no, no precisamente porque estuviera súper limpio o bonito.
Era el doble de aterrador y tétrico. No había ni una ventana, solo paja, madera podrida, y un olor a mortecina increíble. Alumbrando el lugar, lo único que parecía firme eran los pilares que sostenían el techo encima de nosotros.
-Keitha, hala de la tabla.
Keitha, como pudo, se subió encima de un montón de cajones de madera que habían cerca, y dió un salto para cerrar la madera. Estábamos atrapados, pero si lograbamos encontrar a Amélie y a los demás, valía toda la maldita pena del mundo.
Comenzamos a caminar al rededor del lugar, luego de unos segundos, encontramos un piano súper viejo y un estante con frascos de distintas formas. Muebles tapados con sábanas, madera, paja, etc.
—Ángeles... —el susurro tembloroso de Adair captó mi atención, y todos nos acercamos a donde ella estaba.
La luz tenue de su linterna alumbraba el comienzo de un hilo de sangre que se hacía cada vez más grande, formando un rastro.
—Mália, por favor, por lo que más ames. Procura no tirartele encima a tu hermana hasta que estemos seguros de que sea ella, y no una trampa. ¿Me oyes? —preguntó Keitha, en voz baja.
—Sí.
Con pasos firmes, comenzamos a seguir el camino. Estaba en medio de los pilares, y a pesar de la luz de las linternas, todo después de la luz se veía completamente oscuro. Cuando comenzó a hacerse más grande, supimos que estábamos cerca de algo catastrófico y tal vez, poco agradable.
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SNOW [S.S #05].
RomanceLa historia continúa. El último castigo. La última reencarnación. Todo cambiará... y no precisamente para bien. Quinto libro de la Saga Sangrientos. Por favor, no copies un trabajo que fue hecho con esfuerzo, pon de tu propio esmero y usa tu imagina...