Capítulo 15

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Snow.

Cuando me enteré que Eira estaba en casa, de inmediato supe que nada estaría bien.

Realmente no me fui tan lejos, solo di la vuelta a la manzana hasta que la vi entrar a la casa. Me estacione dos casas antes, y a partir de ahí caminé hasta la puerta de la suya. Me asomé por un hilo libre de la ventana, y no había nadie en la sala de estar. Me pegué suficiente a la puerta, y respiré profundo, escuchando en su interior.

Para algo me hicieron inmortal, ¿no?

—Mami... por favor... —la voz fina, dulce, y baja de Ángeles habló, estaba llorando—. Para, por favor.

—Tú jamás aprendes. Un tiempo llevo afuera trabajando, y aprovechas para hacer desastres, ¡eres una desgraciada! ¡un monstruo!

—No estabas trabajando —se atrevió a escupir ella—. ¡Has estado lastimando a personas inocentes! ¡El monstruo eres tú!

Y en un sonido seco, se calló. Luego otro, y otro. Y un chillido sonó.

¡La está golpeando!

En un momento de desespero, mientras pensaba en qué hacer, llamé a Jack.

El muy imbécil no contestó.

Una nube gris inundó la casa, y salió por la ventana. Tal vez ya se había ido, no podía esperar a averiguar si asi era. Entré en la casa echo una furia, subí las escaleras y entré directamente al cuarto. Yo no era de llorar tan seguido, ni de sentir compasión por alguien, jamás me había sentido tan mal al ver a alguien mal, hasta ese momento.

Ángeles estaba en un rincón de la habitación, echa un ovillo. Con los ojos cerrados.

—¿Jack...?

No dije nada. Me acerqué a ella, algo, bastante molesto. La cargué en mis brazos y de inmediato se aferró.

—Jack no vino. Y no vendrá.

No tenía sus lentes, así que forzó un poco su mirada cristalina, tocó mi cara, y estalló en llanto. Salimos de la casa, y la subí al auto con cuidado. Sus brazos pálidos tenían moretones que comenzaban a tomar color. Su mejilla estaba roja y en su mentón tenía un pequeño moretón, en su pómulo un rasguño; estaba lastimada.

No recordaba a mi mamá, y tampoco sabía mucho sobre las actitudes maternas pero si de algo estaba seguro, era de que Esa bestia no era una madre.

Me monté en silencio, esperando a que dijera algo.

No fue realmente lo que esperaba escuchar.

—Llévame con Jack, por favor.

—Ángeles...

—Si tú no me llevas, yo sola iré. —su voz alta me impresionó.

Suspiré con brusquedad y arranqué a toda velocidad el auto. En todo el camino, ninguno de los dos dijo nada. Cuando llegamos, la ayudé a bajarse y fuimos directo a la enorme casa de la bruja, Keitha, creo.

Sin tocar, abrió la puerta, y ambos pasamos. En la sala estaba Mália con una pequeña cartera, tal vez recién llegando, y estaba teniendo una conversación con Keitha.

—¡Y me llevó a comer! pasamos todo el día juntos y, fue tan increíble, pero yo aún.. —se cayó en cuanto nos vió— Ángeles...

—¿Jack estaba contigo? —preguntó Ángeles con inocencia, ví desde mi altura, cómo sus ojos comenzaba a cristalizarse de nuevo.

—¿Qué te pasó? —la voz de Keitha se hizo presente.

—Mália, respóndeme. —insistió Angie entre dientes.

Y Mália tuvo los cojones de respomder;

—Sí. Estuvo conmigo. ¿Porqué? ¿Qué pasó?

—Ya... ya tuve suficiente. —balbuceó Ángeles y volvió a salir por la puerta, dejándonos a todos.

—Snow, ¿qué le pasó?

—Eira le dió una paliza. Fue sola como la ilusa que es, confiando en que el imbecil de Jack iría por ella y, ¿sabes qué? No fue por estar contigo. Qué lindo hermano, ¿no? —solté con sarcasmo, y me fui también.

Me repugnaban.

—Ángeles. —la llamé, estaba parada en el auto, con la mirada perdida.

—Vámonos, por favor. —pidió en un susurro, en un hilo de voz rota.

Okey.

Si Jack se me atravesaba en ese jodido instante le borraría su cara de un solo golpe.

Las chicas salieron de la casa, casi corriendo.

—¡Ángeles!

—No te me acerques. —escupió con rabia, Ángeles.

—¿Qué dices?

Y estalló.

—¡Dijiste que había cambiado! Me rompí la cabeza, pensando, ¿en qué cambié? ¿Qué hice mal? Y, ¿sabes de lo que me di cuenta? —la miró, frunciendo su ceño—. Pasé todo este tiempo pensando en tí; en Amélie, en mi hermano. En Adair y Owen, en la falta que me hacían. Me di cuenta cuán importante eran para mí y cuanto los necesitaba. Dices que cambié, pero, ¿en qué momento impedí que Jack viniera por ti? Le pedí que te cuidara, que los cuidara. ¿Hice mal, entonces? Dejé que me dejara sola con mamá sabiendo lo peligroso que era. ¿Hice mal, en pensar en ustedes por encima de mí?

—Ángeles...

—Te di mi amistad. Te protegí lo mejor que pude para que mamá no te hiciera daño el tiempo que estuve con ustedes, sacrifiqué un montón de cosas, ¿y así me pagas? ¿No te da vergüenza, acaso? ¿No te da pena, actuar de esta manera? Eres egoísta. Y ¿sabes qué? Realmente, la que cambió fuiste tú, no yo.

Mália bajó la mirada, aceptando todo. Tenía razón.

—Y tú. —señaló a Keitha— Confié en ti, y acepté su mentira pues, sabía que en parte, tal vez, fue por mi propio bien. Aún así... son tan crueles conmigo. No me merezco esto.

Yo estaba parado sin decir nada, presenciando el drama. Y entonces, el rey maldito de Roma apareció.

Corrió y se abalanzó sobre Ángeles. Ella se quedó pasmada, tiesa, sin reaccionar. Lo tomé con fuerza por la espalda, y lo alejé.

—No la sigas cagando, por favor. —le dije, con una mueca.

Me empujó con fuerza, mirándome con el ceño fruncido, y yo me quedé incrédulo riendo.

—No me toques.

Le solté un golpe en la mejilla, volteandole la cara.

—¿Con quien crees que estás hablando, miserable? —rechisté—. Debería de golpearte, así como Eira golpeó a Ángeles. Hacerte sufrir como ella hizo con Ángeles, para que sientas lo mismo, grandísimo idiota.

—Ángeles...

Y pasó algo que, honestamente, a mí, que he visto de todo a lo largo de toda mi existencia, me sorprendió.

Ángeles dió un par de pasos hacia Jack, y estampó su mano en la mejilla de él con todas su fuerzas.

—No te atrevas ni si quiera a hablarme, Jack.

SNOW  [S.S #05].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora