Keitha y Kith revisaban algunas cosas en sus casilleros, Athen y yo estábamos algo alejados de ellos, mirándolos.
—Keitha mintió cuando me dijo la razón por la que se cambiaron de instituto. Creo que no deberíamos de tratarlos mucho...
—¿Cómo lo sabes? —preguntó él.
Lo miré con una ceja arqueada.
—¿Cuándo no descubro una mentira?
—Cierto. Tienes razón pero, en todo caso, tú no deberías de tratarlos. Yo sólo dejo de venir y ya.
Dejamos de hablar cuando los hermanos se giraron hacia nosotros para caminar, Keitha con su sonrisa alegre y Kith con su cara de pocos amigos.
—Las aulas de Matemáticas, Inglés, Química y el gimnasio quedan en este pasillo, primer piso. Oh, y el laboratorio. Las aulas de Física, Literatura, Historia, Sociales, y Biología están en el tercer pasillo de la izquierda en el segundo piso, cerca del cuarto del conserje, todos en una misma línea. Arriba también hay baños de chicos y chicas, dos en realidad, pero sólo usan uno.
»Hay un almacén en el segundo piso que conecta con el primero pero queda rotundamente prohibido entrar ahí, en realidad, ningún alumno se ha atrevido a entrar a ese lugar pues dicen que muchas almas de alumnos que murieron aquí quedaron atrapadas ahí sin embargo, nadie lo ha confirmado. Ni si quiera los directivos entran, así que les recomiendo que solo ignoren su existencia. Les digo sólo en caso de que algún chico de su clase se atreva a invitarlos a ese lugar, lo hará probablemente sólo para molestar.
—¿Cómo estás tan segura? —preguntó Keitha confundida.
—Porque así son los alumnos de este instituto. En sí, del pueblo de Mashville. Son crueles, y se aprovechan de cualquier individuo nuevo.
—Qué mal. Bueno, muchas gracias por molestarte en decirme eso, Ángeles. —acomodó su vestido, luego miró un segundo a su hermano, y me miró a mí— Estuve hablando con Kith, y pensamos en que no tendríamos mejor amiga que tú, ya que conoces todo aquí y eso... ¿podríamos pasarla contigo a partir de ahora?
—Sería un placer, pero creo que no compartimos ninguna clase.
—Oh, claro que sí. Estamos en el mismo año, y en el mismo curso que tú, y compartimos todas las clases.
—¿Cómo lo sabes?
—La secretaría de dirección me lo dijo. Por eso te busqué a ti directamente.
Oh, era eso...
—Bueno, está bien. Ahora me tengo que ir porque tengo algunas cosas que hacer pero... nos vemos en la próxima clase.
—Oh, por supuesto. ¡Adiós!
Keitha me sonrió y se fue caminando con su hermano al pasillo contrario, cuando dejé de verlos, me volví hacia Athen.
—Sentía que no podía respirar de tan solo mirar a Kith. —confesó él— Son demasiado extraños... no lo sé. No creo que sean Garianos.
—¿Garianos?
—Habitantes de Garoha, tonta.
—Oh, cierto, cierto. Pues no... no parecen realmente. No lo sé, sus auras son tan... salvajes, me da migraña de tan solo esforzarme en divagar sobre ellos.
Nos quedamos unos minutos ahí parados, rígidos, sin decir absolutamente nada, y entonces el timbre sonó, me aturdió, así que con cara de molestia comencé a caminar hacia mi casillero en busca de los libros de Biología, que era mi siguiente clase.
Subía las escaleras con pereza, como si mis pies pasaran el triple de lo que deberían. Miré de reojo a Athen, su cabello rubio caía encima de sus ojos marrones, estaba muy callado, y con su típica cara de indiferencia hacia todo.
—¿Todo bien? —quise saber, sin despegar la mirada de las escaleras.
—Sí, es solo que... no lo sé, sigo pensando en ese chico, es... extraño. —hizo una pausa, y volvió a hablar— Por cierto, esta noche estarás sola en casa, debo hacer algunas cosas.
—¿Cosas? ¿Qué cosas?
—Cosas, Ángeles.
—Eso lo entiendo, pero ¿qué exactamente? —insistí, él se paró de golpe y suspiró con brusquedad.
—Cosas que no son tu problema. Sólo interesate en recordar cerrar bien las puertas de la casa, porque estarás sola hasta la madrugada.
Las gafas se me resbalaron hasta el puente de mi nariz, mi boca se entre abrió inconscientemente y no supe que responder de inmediato, así que sólo me di media vuelta y terminé de subir las escaleras. La vista se me nubló; me sentía estúpida, inmadura, otra vez. Me sentía tan inmadura como para no ser capaz de entender lo que él haría, y por eso no me contó.
—¡Ángeles, espérame!
—¡No! —grité desde donde estaba—. Vete, porque no es mi problema lo que hagas o deshagas con tu vida.
—Ángeles, por favor no seas tan inmadura, yo sólo...
—Oh, por favor no me hables, señor Soy completamente maduro y estoy seguro de lo que hago y digo, porque soy tan inmadura que tal vez no comprenda lo que quieras decirme.
—Ángeles.
—Y cuando te vayas, asegúrate de llevar tus propias llaves porque no pienso levantarme en plena madrugada para abrirte.
Caminé con terquedad hasta el aula, que estaba un poco lleno, y me tiré en mi asiento con molestia. Las peleas en ese instituto eran algo tan común que nadie miraba con tabú a alguna persona que pasara batiéndose, hablando en voz baja furiosa, o insultando a la nada, fuera quien fuera. Admito que sí actué como niña pequeña inmadura molestándome por eso, pero era como una bomba atómica ridículamente frágil, y con un simple roce explotaba. Pasé casi la mitad de mi vida bajo las palabras de menosprecio de Eira hacia mi persona por no tener la actitud de ella, por no parecerme en absolutamente nada a ella, por ser débil y ser incapaz de lastimar a los demás, aunque incluso así incoscientemente lo hacía.
Cuando el profesor entró, no le di mucha importancia a lo que hablaba, no hasta que los hermanos entraron; Keitha y Kith Clütt. Ella sonriendo y él con cara de querer matarlos a todos con sus propias manos. El profesor les indicó que se sentaran justo al lado de mi, mientras el profesor arreglaba sus libros y notas encima del escritorio, Keitha se inclinó un poco de lado y se afincó de mi mesa.
—Es de mal gusto meterme pero, vi que peleabas con tu novio, ¿estás bien?
Casi me atraganté con mi propia saliva cuando escuché eso.
—¿Novios? ¿Athen y yo? ni en mis más siniestros sueños, no. Es mi... mejor amigo. Y sí, estoy bien, gracias por preguntar.
Realmente nunca me imaginé siendo novia de Athen, sí, era guapo, bastante guapo pero no me gustaba, nunca lo vi de esa manera.
—Ah —soltó una risa y se encogió de hombros—, ¿hoy harás algo después del instituto?
La miré a los ojos, quería salir conmigo, no veía otras intenciones a parte de esa, así que simplemente negué con una sonrisa ladina.
—¿Quisieras ir a tomar algo? café, o comer algo no lo sé. ¿Te gustaría?
—Sí, me parece perfecto.
—Okey, nos vemos en la salida, Angie. —me guiñó un ojo, y se enderezó en su pupitre.
El profesor dibujó dos siluetas en el pizarrón, un niño y una niña con caras raras.
—Hoy hablaremos sobre la reproducción humana.
Fue un día tortuosamente largo.
ESTÁS LEYENDO
SNOW [S.S #05].
RomanceLa historia continúa. El último castigo. La última reencarnación. Todo cambiará... y no precisamente para bien. Quinto libro de la Saga Sangrientos. Por favor, no copies un trabajo que fue hecho con esfuerzo, pon de tu propio esmero y usa tu imagina...